Artes&Letras
Théophile Gautier en Toledo: calor, pulgas y baños en el Tajo
Se cumplen ciento ochenta años del viaje por España del famoso escritor francés en el que vino acompañado por el coleccionista de arte y arqueólogo Eugène Piot
![Gautier fue uno de los grandes viajeros del siglo XIX, la crónica de su paso por España es uno de los libros esenciales de este género literario](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2020/06/16/Foto1-kokE--1248x698@abc.jpg)
Entre los días 20 al 23 de junio de 1840, la próxima semana se cumplirán ciento ochenta años de ello, el escritor francés Théophile Gautier visitó la ciudad de Toledo . Vino acompañado por el coleccionista de arte y arqueólogo Eugène Piot. Su estancia fue una etapa más de un largo recorrido por España que se prolongó durante seis meses. Fruto del mismo, así como de las crónicas que el literato fue redactando para diferentes publicaciones parisinas, fue su libro «Tras los montes», editado en 1843 y corregido dos años después con el nombre de «Voyage en Espagne». Además de en Toledo, Gautier y Piot recalaron en otros lugares de la actual Castilla-La Mancha como Santa Cruz de Mudela, Manzanares, Ocaña o Illescas , donde almorzaron sopa de ajo con huevo, tortilla de tomate, almendras y naranja, todo ello regado con un vino de Valdepeñas, aceptable, «aunque tan espeso que podría cortarse con un cuchillo».
Finalizada la Guerra de la Independencia, el interés de los viajeros extranjeros por España se incrementó. Durante la misma, los ejércitos francés e inglés recorrieron buena parte de nuestra geografía, fascinando a muchos de estos militares que luego se convirtieron en difusores de la visión de un país diferente, lleno de singularidades y tipismo. Coincidió esa etapa con los albores del movimiento romántico, interesado por la belleza pintoresca, los paisajes, la antigüedad y las ruinas. A estos viajeros les deslumbraba lo diferente, recorriendo el mundo buscando sus propias fantasías. En ese empeño, España se convirtió en un destino predilecto. Y dentro del mismo, Toledo fue una de sus referencias , pues en esa antigua ciudad, a las orillas del Tajo, se podía soñar sin apenas esfuerzo.
Cuando Gautier inició su viaje a España, en mayo de 1840, ya era un poeta reconocido, manteniendo excelente amistad del Balzac y Víctor Hugo . Atravesando la Península desde Bayona, llegó a Madrid el 22 de mayo, permaneciendo allí durante más de un mes. En la mañana del 20 de junio, en una calurosa jornada, el escritor y su compañero tomaron una diligencia para recorrer las doce leguas que distaba la capital con Toledo, «ciudad de las más hermosas espadas y de los puñales románticos». El recorrido fue escoltado por cinco escopeteros para protegerles de posibles encuentros con forajidos.
![Puerta del Sol, por donde Gautier y Piot entraron en Toledo (Pérez de Villamil, colección de grabados AMT)](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2020/06/16/Foto2-kdgF--220x220@abc.jpg)
«Entramos en la ciudad –relató- llenos de ansia y deseo, curiosos y excitados, por una magnifica puerta árabe [la del Sol] con un elegante arco sostenido por columnas de piedra, coronado con bolas y adornado con inscripciones del Corán». Gautier y su acompañante se alojaron en la Fonda del Caballero , considerada como una de las más confortables de la ciudad y que abría sus puertas en la calle Sillería. Una hora después de acomodarse, dieron cuenta de una abundante comida: chuletas, huevos con tomate, pollos fritos con aceite, truchas y una botella de vino de Peralta, «caliente y generoso, aromado con cierto sabor de moscatel muy agradable».
Acompañados de un guía, barbero de profesión, que en sus ratos libres enseñaba la ciudad a aquellos primeros turistas que la visitaban, comenzaron a recorrer las estrechísimas calles toledanas, donde podía darse «la mano de una a otra ventana y es empresa sencilla saltar de balcón a balcón», llamándoles especialmente la atención el suelo «pavimentado de guijarros puntiagudos y lustrosos», que «parecen haber sido colocados allí a propósito por su lado más hiriente», así como algunas casas »solemnes» de ventanas enrejadas, con pilares de piedra granítica y puertas de madera con enormes clavos.
El primer monumento que visitaron fue el Alcázar , debiendo recurrir a «la sagrada moneda o el brillante duro» para solventar las dificultades surgidas para su acceso. Desde su altura pudieron disfrutar de una de esas bellas puestas de sol tan frecuentes en Toledo : «El cielo, por gradaciones insensibles, pasaba del rojo vivo al naranja, luego al amarillo pálido, para llegar a un raro color azul turquesa, que se fundía al occidente en la transparencia violeta de la noche, cuya sombra enfriaba ya por aquel lado». Durante el crepúsculo, apoyado en una almena, «sentí –relata Gautier - mi alma invadida por enorme tristeza a pesar de estar realizando el sueño de toda mi vida y tocar con mi mano uno de esos deseos que perseguí ardientemente». Luego, tras atravesar la plaza de Zocodover, por entonces llamada de la Constitución, «rodeada de casas cuyas ventanas con sus grandes cortinas de esparto, arrolladas o levantadas a medias sobre los balcones tienen un falso aire veneciano y medieval», bajaron hasta las cercanías del Puente de Alcántara para darse un baño nocturno en las aguas del Tajo. De regreso a la fonda, tomaron un vaso de horchata de chufas y de leche helada «de un gusto y aroma exquisito».
De acuerdo con lo que transmitió Gautier , aquel inicio del verano de 1840 debió ser abrasador, escribiendo que en Toledo hacía un calor terrible, «de horno de cal», soportándose una temperatura «senegalina», que les hacía estar sedientos y absorber agua como «esponjas secas», agradeciendo la angostura de las calles toledanas para mitigar sus efectos, aunque semejantes estrecheces «harían protestar indignados a los ultracivilizados, que sueñan con amplias plazas, amplios jardines, inmensas calles y otras bellezas y otros progresos».
![Sinagoga de Santa María la Blanca, utilizada, según Gautier, como vivienda y taller de un ebanista, edificio que trasladó al escritor francés a “pleno Oriente” (Pérez de Villamil, colección de grabados AMT)](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2020/06/16/Foto3-kdgF--220x220@abc.jpg)
La segunda jornada que pasaron en Toledo , bien podría corresponderse con la de cualquier turista que hoy recorre la ciudad. Visitaron la Catedral, disfrutaron de las excepcionales vistas que ofrece su campanario, el entonces ruinoso monasterio de San Juan de los Reyes (donde entraron dando puntapiés a puertas enmohecidas y obstruidas por montones de escombros), la sinagoga de Santa María la Blanca y los derruidos restos del palacio de Galiana. Allí llegaron después de un cuarto de hora de camino a través de campos sembrados, por donde corrían multitud de canales de riego, grandes árboles y alguna sencilla noria.
A ojos de Gautier , este idílico recorrido contrastaba con el penoso estado que aquella «casa de recreo mora» presentaba. «Aquello –relató- era un montón de escombros, al que penetramos por una puerta baja, yendo a parar a un lugar negro, cavernoso, sucio y húmedo». «En comparación con la familia que habitaba la casa, los trogloditas estaban alojados como príncipes», añadió. Agarrándose con pies y manos a las ramas que colgaban entre las piedras, los viajeros recorrieron los ruinosos vestigios que aún se mantenían en píe de la antigua magnificencia del lugar, cuya leyenda, estimó el francés, se había conservado mejor que el propio palacio.
![Restos del palacio de Galiana, cuya leyenda, según Gautier, se había conservado mejor que la antigua “casa de recreo mora” (Pérez de Villamil, colección de grabados AMT)](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2020/06/16/Foto4-kdgF--220x220@abc.jpg)
En esas andaban Gautier y su amigo cuando observaron »un pequeño fenómeno bastante extraño». «Nuestros pantalones –narraba-, que al entrar eran blancos, a poco de estar allí se habían convertido en negros; pero de un negro que se movía, que hormigueaba. Estábamos cubiertos de pulgas imperceptibles, que se habían lanzado sobre nosotros atraídas sin duda por la frialdad de nuestra sangre septentrional». Apremiados por librarse de tan molestos insectos, de regreso a la ciudad volvieron a darse un baño en el Tajo.
Al día siguiente, el recorrido discurrió por el Hospital de Tavera, la Fábrica de Armas, los restos del «anfiteatro» romano y las murallas, desde la Puerta del Cambrón a la de Bisagra. En el primero de estos lugares, Gautier disfrutó de la «Sagrada Familia» y el «Bautismo de Cristo» del Greco, calificando al cretense como «gran pintor y loco genial», confesando que pocos cuadros le habían interesado tanto como los suyos y añadiendo que «los peores de él, siempre tienen un atractivo desconcertante y fuera de la lógica, que nos sorprende y nos hace pensar». La pintura fue una de las grandes pasiones de Gautier, ejerciendo en algunas épocas la crítica de arte y siendo considerado por algunos de sus estudiosos como un pintor frustrado.
Tras permanecer tres días en Toledo , Gautier y su acompañante abandonaron la ciudad a primera hora de la madrugada para evitar la fuerza del calor. Antes de dejar atrás el recinto amurallado, camino de Madrid, pudieron observar a buen número de toledanos que dormían en la calle, «roncando en todos los tonos». Semejante espectáculo le hizo considerar que «cuando el sueño le sorprende a un español, se halle donde se halle, extiende su capa en el suelo con una filosofía perfecta y se tumba a dormir», así como que «la calle es el único dormitorio donde no hay bichos, porque para dormir en una alcoba hace falta el aguante de un faquir indio».
Desde la capital de España, Gautier y Piot prosiguieron su periplo por Aranjuez, Ocaña, Manzanares y Santa Cruz de Mudela, antes de adentrarse por tierras andaluzas. Llegados a Cádiz y Gibraltar , emprendieron camino de vuelta en barco haciendo escalas en Málaga, Cartagena, Valencia y Barcelona. El tres de octubre, tras seis meses en España, los dos viajeros desembarcaron en Port Vendrés, ya en el Rosellón francés.
Pasados tres años de este este recorrido, Gautier publicó »Tras los montes», libro que recogía la amplia crónica de su estancia en nuestro país. Este conjunto de artículos sería posteriormente reeditado, en 1845, con el nombre de «Voyage en Espagne», convirtiéndose en uno de los volúmenes de viajes más populares y leídos de cuantos por aquellos años vieron la luz relatando las peripecias de trotamundos extranjeros por nuestro país. También fue uno de los que mayor influencia tuvieron en el desarrollo de ese género literario, como da fe el hecho de que en 1875 en Francia ya se habían publicado diez ediciones del mismo.
Gautier, quien en su vida recorrió toda Europa y parte de Oriente, regresó a España en 1846 para asistir a la boda de Isabel II, en 1855 acompañando al grabador Gustavo Doré y en 1864 para cubrir la inauguración del ferrocarril entre Irún y Madrid. Además del libro que comentamos, el autor francés dedicó a nuestro país poesías, relatos y piezas teatrales.
Un siglo después de aquella primera visita a Toledo, Félix Urabayen consideró que, de entre los escritores extranjeros que recalaron en la ciudad durante el siglo XIX, Gautier fue quien mayor sensación de realismo local transmitió a sus textos, añadiendo que literariamente era un orfebre, impregnando su estilo de »pintoresco humorismo bohemio». En el capítulo dedicado a nuestra ciudad, amén de la descripción de los monumentos visitados, las leyendas que los envuelven y las vivencias aquí transcurridas, el escritor francés dijo que cada piedra de Toledo tenía su propia historia, que la ciudad ofrecía un «aspecto noble, sentado sobre un trono de roca, rodeado de torres e iglesias» y que «no se puede imaginar un perfil más firme y más austero, ni donde se conserve con más fidelidad el troquel de la Edad Media, ni donde se observe mayor riqueza de color».
Coetánea a esta obra fue «España Artística y Monumental», volumen por entregas editado en París bajo la dirección artística de Genaro Pérez de Villamil, en el que se incluían cuarenta y cuatro grabados de Toledo, los cuales nos permiten imaginar cómo era aquella «admirable» ciudad que Gautier conoció en 1840. Disfrutar de la colección de los mismos, disponibles en la web del Archivo Municipal de Toledo, y releer estas páginas de «Voyage en Espagne», ciento ochenta años después, continúa siendo una verdadera delicia.
![Enrique Sánchez Lubián, escritor y periodista](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2020/06/16/QuiqueLubian-kdgF--220x220@abc.jpg)