Teatro de Rojas Toledo

Siveria, una mirada necesaria a una realidad presente

Obra valiente y necesaria aún todavía en nuestro país, donde solo hay que consultar la prensa diaria para comprobar que los ataques homófobos siguen produciéndose

Antonio Illán Illán

El Teatro de Rojas de Toledo , con el consabido tercio de aforo de la era Covid y todas las recomendaciones sanitarias protocolarias, ha ofrecido el estreno nacional de la obra de Francisco Javier Suárez, Siveria. Basada en hechos reales, la pieza recrea y ficciona los días previos a la detención y el interrogatorio de la activista rusa Yelena Klimova en 2014. Obra de teatro verité, compuesta e inspirada a su vez a partir de la vida de Yelena Grigórieva, otra mujer que había dedicado los últimos años de su vida a la defensa de los derechos del colectivo LGTBI, y a la que se procesó acusada de generar propaganda homosexual en la red social Vkontakte , en donde se publicaban las cartas de adolescentes LGTBI. Murió asesinada en julio de 2019. Al mismo tiempo, además de homenajear a todas las Yelenas , la pieza pretende ser un teatro con mensaje, un alegato contra los fanatismos, la cobardía y la traición. En la trama, y como elementos positivos inspiradores, aparecen las figuras de la escritora Virginia Woolf y el músico Jeff Buckley , quien interpretó de forma magistral e hizo famosa la canción «Aleluya» de Leonard Cohen. Ambos personajes unidos por compartir una muerte aciaga y prematura ahogados en sendos ríos.

La sucesión de planos sobre dos realidades, el modesto apartamento que comparten los activistas Yelena y Kristof , y el atosigante interrogatorio del inspector Mijail (prototipo de policía ruso) a Yelena, componen la totalidad de la obra, en la que importan los diálogos más que las acciones. Obra valiente y necesaria aún todavía en nuestro país, donde solo hay que consultar la prensa diaria para comprobar que los ataques homófobos siguen produciéndose. No solo se plantea una cuestión de homofobia personal o estatal, sino que hay subtemas patentes que también denotan actitudes sociales ancladas aún en la realidad, como son las complejas relaciones entre padres e hijos por el hecho de ser diferentes estos, o las traiciones entre compañeros por salvaguardar intereses individuales (el comportamiento de Kristof, compañero de piso de Yelena, también homosexual como ella, es especialmente doloroso por lo que implica de traición a unos valores antes compartidos con ella).

Más que notable la interpretación, con los habituales matices de un estreno y con el efecto desconcertante que supone esa alarma de móvil que el usuario no sabe cómo apagar y termina haciendo perder los papeles a quienes están en el escenario. Especialmente brillantes están los dos actores consolidados con una gran trayectoria en teatro, cine y televisión, como lo son Sonia Almarcha, doblando a la perfección registros según se enfrentase al compañero de piso o al inspector, y Adolfo Fernández , que compone un interrogador que intenta sonsacar las respuestas, partiendo de una actitud jovial inicial que va derivando en una tensión in crescendo, si bien no alcanza la violencia a la que estamos acostumbrados a ver en la catacumbas de las comisarías. Marc Parejo ha cumplido en su plano y oscuro papel y se ha marcado un buen punto final entonando -en homenaje al inolvidable Jeff Buckley - como colofón de la obra el «Aleluya» de Leonard Cohen.

Todo ello se desarrolla en un espacio escenográfico en el que resaltan los medios tecnológicos audiovisuales y un concepto de iluminación muy bien calculado, y una banda sonora que es un elemento, además de estructural y significativo en el desarrollo, bello. Es revelador además el elevado y sólido muro de hierro, por lo que tiene de metáfora de los muros infranqueables que levantan los prejuicios humanos y que suponen la relegación tras ellos de muchas personas excluidas, y, en el caso de esta obra, discriminadas por su orientación sexual. Valor metafórico tienen el frío y la nieve en los que habitan de forma permanente unos personajes que añoran la calidez de un hogar paterno y filial. El lugar en el que se sitúa el drama es la Rusia de Putin, y también se evoca muy vívidamente el antiguo muro de Berlín, que tantas vidas segó de la forma más arbitraria, absurda e injusta. En lo que respecta al vestuario, uniforme y grisáceo, lleva a oscurecer la energía y vitalidad de los personajes y se presenta ante los ojos de los espectadores con una cierta imagen de monotonía y falta de ritmo en aquellas escenas de la obra ajenas al interrogatorio, que es, sin duda, lo más teatral y lo mejor llevado, quizá por estar interpretado por el que es a la vez director de la puesta en escena.

Siveria ha resultado un espectáculo a tono con nuestro tiempo tocando un asunto que queda muy cerca de la emoción de los espectadores, pues, de una manera o de otra, hace referencia a realidades que están ahí, cercanas a la experiencia de la gente. El tercio de público por imperativo Covid que llenaba el Rojas aplaudió con cierto entusiasmo. Si alguien me pidiera mi opinión, antes de pasar por taquilla, yo recomendaría ir a ver la función.

Antonio Illán Illán, poeta y escritor
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