Santiago Sastre

Zatoro

El poeta talaverano Miguel Argaya publica «Zatoro», una novela que habla sobre este pueblo que se rige por los criterios de la Iglesia Católica, no solo en las relaciones sociales sino también en lo que se refiere a la economía

Por Santiago Sastre

Siempre se ha dicho que para que la fe se asiente, debe hacerse cultura, es decir, los creyentes deben expresarla a través de diferentes manifestaciones culturales (como la escultura, la pintura, la poesía, la música, etc), que es una manera de hacer ver que es vivida. De lo contrario se trata de una fe frágil, que aún no ha cuajado. Por eso pienso que la Iglesia católica debe impulsar la cultura creativa de los católicos, y más en los tiempos que corren, en los que se recorta la libertad de expresión en muchos foros. Aquí quiero destacar la gran labor que está realizando la catedral de Toledo, acogiendo actos culturales como exposiciones, presentaciones de libros, conciertos, tertulias, etc. La cultura, o por decirlo más en concreto la belleza, siempre ha sido un camino para llegar a Dios. Todos esperamos que el arzobispo Francisco Cerro , que la vive de cerca en su condición de escritor, promueva la cultura en general.

Pienso todo esto al hilo de la novela que acaba de publicar el poeta talaverano Miguel Argaya titulada « Zatoro », que se ha autoeditado en Amazon. Zatoro es un pueblo que se rige por los criterios de la Iglesia Católica, no solo en las relaciones sociales sino también en lo que se refiere a la economía, a la visión del trabajo y de la propiedad. En el libro aparecen muchos personajes con sus dudas y sus certezas, siempre con sus problemas a cuestas. Es una novela pero va más allá del género desde un punto de vista estructural, pues contiene poemas -Miguel Argaya es un poeta reconocido con importantes premios- , un artículo con notas a pie de página, una novela breve, un diario, cartas e incluso una obrita de teatro. En el libro hay una reivindicación del amor, reflexiones filosóficas (por ejemplo críticas a Nietzsche, Marx, al relativismo y a la película El club de los poetas muertos) y literarias (una visión humanizada de la literatura, que destaque la presencia biográfica del autor en sus textos, no como un simple juego engañoso y superficial). Me gusta mucho esa fusión de géneros.

Se trata de un libro muy valiente que aborda temas contundentes como el valor de la familia, la verdad, la fe y la belleza. Quienes conocemos a Miguel Argaya sabemos que hay un importante componente biográfico en la novela. Pero lo que destaca por encima de todo es el atrevimiento para defender el modelo de vida que propone el cristianismo, también desde la razón y desde el sentimiento, sin faltar las dudas. En este sentido, el pueblo Zatoro parece significar un lugar de resistencia, un puesto de salvamento, un sitio donde se cultivan valores diferentes a los que suele haber en el mundo actual. El libro está muy bien escrito y se lee con gusto por la cantidad de aspectos que ofrece, que hacen que se pueda concebir como una novela ensayística. Miguel Argaya ha vivido en sus carnes lo que es ser ninguneado en algunos círculos literarios por defender ciertas ideas, por su condición abiertamente católica y eso sí que es triste, porque su obra poética es de una enorme valía. Ahora con este libro podemos conocer más de cerca los entresijos de su pensamiento, apoyado en unas creencias que están muy alejadas en el mundo de hoy pero que intentan dar luz para vivir de otra manera, parecida a la de las primeras comunidades cristianas.

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