Santiago Sastre - Obituario
Para Luis Alba
«El mundo se empobrece con su pérdida y la ciudad amanece entristecida, con el corazón roto, porque ha muerto uno de los grandes enamorados de Toledo»
Con desgarro y dolor me entero del fallecimiento de mi amigo , compañero de Academia y vecino Luis Alba. Hace dos días lo vi sentado en un banco en el barrio de Buenavista y me dijo que andaba un poco pachucho con problemas respiratorios y debilidad muscular pero nada hacía presagiar este triste desenlace.
¿Quién no conoce a Luis Alba en Toledo? Su vida vino marcada por un episodio de la guerra civil: su padre estaba recluido en el Alcázar cuando el asedio y recibió la misión de salir para comunicar que el Alcázar no se había rendido (para que siguiera siendo prioritario su rescate). Lo reconocieron y cuando lo traían de vuelta a Toledo lo mataron en la venta del Hoyo. Luis amaba los idiomas. Trabajó en una librería durante un año en Londres. Sacó las oposiciones de correo de turismo y recorrió gran parte de Europa. Fue jefe de la oficina de turismo en Cádiz, una ciudad de la que estaba enamorado después de la de Toledo. Después estuvo hasta su jubilación como jefe de la oficina de turismo de Toledo que estaba al lado de la Puerta de Bisagra.
Pero era muy conocido por s u amor al coleccionismo de objetos relacionados con Toledo. Llegó a tener trece mil libros sobre Toledo (muchos de ellos están en el Ayuntamiento; a mí me dijo que le gustaría que no estuvieran en cajas y pudieran ser disfrutados por todos los toledanos). Compraba todo (pero todo es todo) lo que tenía que ver con Toledo, desde una caja de cerillas hasta la tarjeta de ordenación de un sacerdote. Cuando vendió parte de su colección pensé que ya no volvería a comprar cosas, pero no, él decía que el coleccionismo formaba parte de su genética. Allá por donde ha ido ha recogido cosas relacionadas con Toledo (muchas de ellas no debieron salir de Toledo, pero ya sabemos que en nuestra ciudad ha sido frecuente el expolio y el saqueo). Recuerdo que una vez le pregunté por qué no escribía libros sobre Toledo, porque él tenía una documentación y una bibliografía única para haberlo hecho y él me dijo que se agotaba ya con la idea de coleccionar, que le llevaba mucho tiempo, y que lo de escribir o investigar le daba mucho respeto.
En Toledo participó en muchas instituciones y recibió muchos honores. Quizá la última entrevista que le hicieron fue la mía que apareció en 2019 en la revista Alfonsí, allí me confesaba que su museo favorito era la Catedral, que echaba de menos un museo provincial en la ciudad, que lamentaba la situación actual de la profesión de guía y sobre todo la posible desaparición de la técnica del damasquinado. Muchas veces, mientras paseábamos por Buenavista, Ventura Leblic, Juanjo Fernández Delgado y yo coincidíamos con él y con Juan Carlos Orantes y entrábamos a un bar a tomar algo. Él siempre se pedía un bitter kas.
Luis Alba era un hombre bueno, sabio, muy creyente, muy amigo de sus amigos, siempre dispuesto a ayudar a los demá s. Siempre se dice que conviene no vivir en vano, dejar una huella con nuestra vida. La huella de Luis es enorme y permanecerá viva en la memoria de quienes lo conocimos. El mundo se empobrece con su pérdida y la ciudad amanece entristecida, con el corazón roto, porque ha muerto uno de los grandes enamorados de Toledo. Ahora para él llega un nuevo alba, el que tiene que ver con la fe que profesaba.