Santiago Sastre
Una página cotidiana
«Es muy importante defender la libertad de expresión porque es uno de los pilares de la democracia»
Fui a visitar a mi amigo Fernando Garrido, que iba en su moto cuando un coche lo arrolló al lado de la rotonda de la puerta de Bisagra. En la prensa se dijo que salió ileso y que pudo ponerse de pie, pero la realidad es que le partieron en varios trozos la tibia y el peroné, de modo que eso es imposible salvo que ocurriera un milagro.
Después fui a ver la instalación de las Alas de México (por cierto, ¿no es una contradicción que unas alas sean de un sitio?) en el patio de armas de la puerta de Bisagra, al lado de donde fue el accidente. A mucha gente le gusta hacerse una foto con las alas de un ángel. Pero a mí me parece que esto está más visto que el tebeo y es más simple que el mecanismo de un chupete (no entro en el coste de su instalación). Así lo dije en mi Facebook, lo que generó muchos comentarios críticos. Hubo un amigo que se molestó porque esos comentarios rozaban los insultos y al final borré la entrada. Conviene sacar dos conclusiones de esto: primero, l as redes sociales no están para insultar y, segundo, es muy importante defender la libertad de expresión, porque es uno de los pilares de la democracia. No digo que la libertad de expresión permita insultar, pero casi, porque es una libertad fundamental para poder vivir en libertad. Por eso los regímenes totalitarios lo primero que hacen es eliminarla de un plumazo. Y es obvio que las actuaciones políticas deben ser sometidas al escrutinio de la gente , para bien o para mal.
Luego estuve con un amigo y profesor en la Facultad de Humanidades. Este año primero de Derecho se imparte aquí. Nada más entrar, vi la magnífica escultura que hizo Cruz Marcos de María Pacheco (a mí me gusta, pero habrá quien prefiera la lealtad figurativa; es decir, que refleje su carita tal cual, pero no me parece que los tiros en el arte vayan por ahí, que para eso ya está el arte de la fotografía). Inicialmente esa escultura se iba a colocar en la plaza de Padilla, pero los intereses políticos, ay, dieron al traste con esa opción. Este año los profesores tenemos que dar clase sin levantarnos de la silla para que nos capte la cámara para los alumnos que están siguiendo las clases desde sus casas. Con este sistema se resiente el aprendizaje, porque los alumnos que están en casa no tienen la tensión necesaria para seguir una clase (con el móvil y otras cosas a mano) y muchos profesores en vez de dar clase se limitarán a mandar videos y películas. A medida que aumenta el peso del ordenador en la enseñanza, disminuye un elemento clave para aprender: el elemento social; es decir, l a relación de los alumnos entre ellos y a su vez con el profesor . Pero hay una cosa positiva: los alumnos están muy separados unos de otros, de modo que no pueden hablar entre ellos durante la clase. Ya no tendré que llamarles la atención cuando se ponen a cascar. Este año tan especial por el coronavirus toca así. Por lo menos hay algo de presencialidad (en los grupos pequeños hay total presencialidad), que no es poco.
Por último, leí un documento sobre la eutanasia que ha publicado la Congregación de la Doctrina de la Fe y un comentario que hizo nuestro arzobispo, Francisco Cerro . Hace tiempo publiqué un texto sobre la importancia no solo de saber vivir sino de saber morir. Me gustó la idea de proponer un grupo o un movimiento que se dedique a acompañar a las personas que se encuentran en el último tramo de la vida. El coronavirus nos ha mostrado una visión de la muerte muy inhumana . La iglesia no solo debe ofrecer teorías, sino ponerse en acción y dar ese paso de acompañar a los enfermos terminales, que necesitan compañía, cariño y también (aunque se acerque el fin de estar en este aquí, que es un valle de lágrimas y risas) un poco de luz frente a la desesperanza.