Santiago Sastre

En la muerte de mi padre

«Entre las muchas cosas que guardaba hallé una carpeta azul»

POR SANTIAGO SASTRE

Decía el poeta Luis Rosales que las personas que no conocen el dolor son como iglesias sin bendecir, es decir, no han vivido todavía. Y la máxima expresión del golpazo del dolor es la muerte de los seres queridos. La vida no se entiende sin la muerte . Y el ser humano es el único animal que sabe que se tiene que morir sí o sí.

He experimentado todo esto a raíz de la reciente muerte de mi padre: Antonio Sastre Garrido . Antes de unas pruebas médicas sufrió un infarto del que ya no se pudo recuperar. He tenido la suerte de poder acompañarlo en sus últimos momentos y despedirme de él (y decirle cosas al oído, que es el último sentido que se apaga). Mi padre acababa de cumplir 91 años, era un niño de la guerra (le faltaban algunas falanges de una mano porque de pequeño le explotó un explosivo) y vivió la dura postguerra. Con esto aludo al empuje por vivir sin padres (ser huérfano de pequeño), por recibir educación en un contexto social tan difícil (marcado por la pobreza) y por trabajar duro y en duras condiciones.

Después de que un médico certificara su muerte lo llevaron al tanatorio . Allí estuvimos hasta la hora límite: la una de la madrugada. Al día siguiente, antes de que cerraran el féretro, pude meter a mi padre un objeto que quería que lo acompañara en su viaje, de modo que fui el último que acarició su cuerpo ya frío. Después del funeral lo incineraron (llevaba pagando durante mucho tiempo su entierro, pero eso, sin embargo, no incluía la incineración) y decidimos que sus cenizas reposaran en el columbario del Tanatorio , que se ha quedado pequeño y pronto se ampliará. En la placa que advierte dónde se encuentran sus cenizas figura una versión libre de un verso de Claudio Rodríguez: Corto se hace el día a quien ama tanto.

Más tarde ha llegado el momento de la burocracia , que no es nada fácil de resolver. En un momento tan triste yo creo que habría que facilitar los trámites que conlleva la muerte (Bancos, Seguridad Social, gestoría y Hacienda) y sobre todo tener un trato más humano con los afectados. Algún Banco me resuelve con amabilidad los papeles que necesito, mientras que otro me dice con frialdad que me apañe por internet . Se trata de borrar legalmente a alguien que ha existido, pero que nunca dejará de existir en el mobiliario de mi adentro. Ahora el único modo de sobrevivir, además de lo que aporta la fe, es el arcón de la memoria.

Entre las muchas cosas que guardaba mi padre hallé una carpeta azul. Cuál sería mi sorpresa al abrirla que encontré los recortes de muchos de los artículos que publiqué en la prensa . Él nunca me lo dijo, pero los guardaba religiosamente. Él siempre me aconsejaba que cuando escribiera no me metiera en cosas de política y que tratara de no ofender a nadie y yo le explicaba que eso era muy difícil y que los artículos son flor de un día, que enseguida se olvidan. Este artículo es el primero que escribo con dolor desde su muerte y que ya no podrá estar en esa carpeta azul.

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