Santiago Sastre

En la muerte de Fernando Dorado

«Intentaba recuperar la memoria viva de nuestra ciudad de Toledo a través de sus recuerdos»

POR SANTIAGO SASTRE

Acabo de enterarme del fallecimiento de Fernando Dorado debido al coronavirus y siento tristeza y dolor por la pérdida de un amigo. Hace poco hablé con él por teléfono porque se había roto la cadera y un codo y lo encontré muy bien. Dentro de unos días cumpliría nada menos que los cien años (nació el día de san Fernando: el 30 de mayo de 1920).

Yo lo conocí en la Real Academia de Toledo . Allí estaba siempre con buen humor, agradando a todos, intentando ayudar en lo que fuera, y un poco abstraído a causa de una sordera en un oído. Trabajó toda su vida como funcionario en el Instituto Nacional de Previsión. Pero su gran pasión fue la pintura. Era un pintor de corte realista, al que le gustaban pintar paisajes de Toledo al aire libre y un excelente copista de los cuadros del Greco (a mí me regalo un Santiago Apóstol). Con sus cuadros consiguió algunos premios de pintura. Siempre he pensado que ha sido un pintor que no fue suficientemente valorado en nuestra ciudad.

Vivía al lado de la iglesia de san Marcos con su esposa Manolita , ya fallecida, que fue la hermana del escritor Ángel Palomino. Él me contó que pasó a máquina muchas de las novelas de su cuñado, del que comentaba bastantes anécdotas. Era un devoto de la prensa, que leía siempre que podía. Colaboraba en el ABC con artículos que tenía que pasar al ordenador su sobrino, en los que intentaba recuperar la memoria viva de nuestra ciudad a través de sus recuerdos. Le gustaba escribir pequeñas biografías de personajes toledanos conocidos. Así publicó dos libritos en la colección de temas toledanos: Ambientes y personajes de Toledo del siglo XX y otro sobre los pintores Vera (Pablo, José y Enrique). Desde un punto de vista físico su punto flaco, además de la sordera, eran las piernas, pues caminaba despacio, con dificultad. Tuve bastante trato con él porque me ayudó mucho cuando escribí, junto con R. González Casero, un pequeño estudio sobre la vida y la obra de Ángel Palomino. Siempre que nos encontrábamos le gustaba que fuéramos al bar Toledo a tomar un chocolate con churros.

La última vez que lo vi en la residencia en la que se encontraba coincidí con el poeta Amador Palacios , que se acercó a visitar a su padre, que también vive en esa residencia. Intenté hacer una entrevista a Fernando pero estaba muy cansado y lo dejamos para más adelante. De Fernando me llamaba la atención su soledad (no tenía hijos), aunque tenía muchísimos amigos; su exagerada bondad (era un hombre muy generoso, que siempre estaba dispuesto a ayudar a cualquiera); y su humildad. Él siempre se quitaba importancia. Alguna vez le comenté que quería escribir algo sobre él y me decía siempre que no tenía nada importante que decir, que no valía para ser protagonista de un libro. Todos los que lo han conocido destacan su enorme calidad humana . Con la muerte de Fernando Dorado, Toledo pierde a un pintor de valía y a un toledanista que trató de divulgar lo más importante de nuestra ciudad: la talla de sus gentes. Permanecerán sus escritos (sus libros y sus artículos) y también sus cuadros (que regaló a muchos de sus amigos). Y en la memoria quedará como un hombre muy humano, que amó mucho su ciudad y que pasó por la vida haciendo el bien.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación