Cristian Lázaro - OPINIÓN
La Sagra y la Fiesta
Prometedor arranque del III Certamen Alfarero de Plata en Villaseca
Con frecuencia, los curas piden que se rece por que haya más vocaciones al sacerdocio. Yo pido por que haya más vocaciones al toreo.
Al principio, la plaza de toros «La Sagra« no está muy llena . El Clásico y el espectáculo Hollywood motor show parecen tener mayor efecto llamada. No importa. Lo íntimo se saborea mejor.
Las dos primeras becerras, intrascendentes, sirven para ir calentando motores . La tarde es agradable y el carácter de este tentadero público, instructivo. Recuerdo, de pronto, algo que escribió Unamuno: "No puede haber mentalidad más simple y más córnea que la de un aficionado a toros […] colmo y copete de la estupidez". Jamás despreciar, un pilar del budismo Mahayana con validez universal.
Cela utilizó en su conciso cuento «La suerte y la muerte» la expresión: «A torear el toro de la muerte con una suerte coja». Nada más alejado de estos novilleros, artífices de una exhibición fluida.
De repente el Lotero… y el tío de la Coca-Cola, con el cubo a cuestas. «La España profunda, eterna», dice mi padre . «Esperemos», le respondo. «Sí, nadie va a poder con esto. Es demasiado ancestral». Compramos un número al lotero. Natural de Madrid, lleva sesenta y tres años repartiéndolos en Las Ventas. Se recorre todo el país en la temporada taurina. Ha estado cuarenta años seguidos a los sanfermines y ha pasado por Bilbao, Sevilla, Valencia… Una vida entera en torno al ruedo.
«¡A ver si toca!». Que al menos no nos ocurra como a Tommy y a su amigo, los personajes de Cela, encaminados a una guerra sin cuartel ni vuelta atrás una vez reparan en que se han hecho millonarios.
El próximo Cerro del Águila deja intuír el espíritu belicoso del inmortal Garcilaso. En la plaza de Villaseca, el único derramamiento de sangre lo protagoniza Corredera , la tercera becerra. En alguna de sus arremetidas contra el burladero se ha partido el cuerno. Tal vez se enganchó con el peto del caballo del picador. El caso es que se ha desgraciado y gotea un chorro de hematíes, leucocitos y plaquetas.
Quedo suspenso con Alberto Alcalá. Desde la grada, uno puede sentir la mano del novillero en la muleta , empentada de sangre. Uno siente sus ojos fríos y atentos. Está sacando el máximo partido al debilitado animal y berrea tanto como este muge. Uno siente el impacto y, de alguna manera, siente no poder estar ahí, en la arena.
Carlos Ochoa promete, pero la becerra que le ha caído en suerte (Virtuosa, desgalichada y briosa) no hace más que resbalarse . La fe de vida de estos novilleros se traduce en su perseverancia, en su amor por el animal . Ochoa levanta a Virtuosa asiéndola de un cuerno, como se toma del brazo a una dama cuyo tacón se ha roto. «Al principio tenía poca fuerza, pero le he sacado fondo», declaran por megafonía.
Aun sin música, es grato estar aquí. La música la ponen el barullo de una comunidad de taurófilos y los alaridos de Morenito de Aranda . Se solicita silencio para poner a tono a la becerra. El picador alza su instrumento (suerte de varas: estas no pican) y lanza un grito primitivo, como un mohawk. Se embisten mutuamente.
El viento de Villaseca arrastra olor a pipa al tiempo que mece las verduras de las eras . Ángel Téllez se luce con lubricados derechazos y pases de pecho. La emoción de un instante se reduce a un natural en el momento adecuado. Emoción profunda, pese al resquemor de gloria breve, que llevaría a la caída de las babas de Fausto. El toreo no es superficial ni insensible. Me duele eso.
Todos tenemos derecho a un desquite, y este espectáculo, sin tanta alharaca, lo ha sido para muchos (la plaza se ha acabado llenando). En especial, para estos novilleros, que seguro tocarán muchos corazones en años venideros. .Jóvenes que viven deprisa y sienten despacio. Y saben transmitirlo. Porque el toreo, como la poesía o el cine, es fundamentalmente emoción.
Morenito ultima sus pases . Ya. Faena concluida. La concurrencia se pone en pie para aplaudir a Roldán, Medina, Alcalá, Ochoa y Téllez. Ellos son el futuro de un arte mancillado por una incomprensión, tan parcial como interesada. La plaza se va vaciando y niños de tres años hacen gala de muleta y montera, saltan a la arena con su pequeño gran sueño de luces y olés. Hay vocaciones. Un alivio.