Antonio González

De rojo y wanda

Lo del nuevo nombre del estadio del Atleti y el cambio del escudo es algo que me temo que solo se cura con el tiempo

Por Antonio González

Anda toda la tropa atlética, entre ellos naturalmente los miles de castellano-manchegos y sobre todo toledanos que como se sabe forman el segundo vivero más numeroso de hinchas rojiblancos tras Madrid, tratando de asimilar como el mejor púgil encajador el doble gancho que ha significado el anuncio del nombre que llevará el nuevo coliseo futbolístico y el cambio del diseño del escudo. Es lógico cuando se toca algo que se quiere tanto, y me temo que esto solo se cura con el tiempo.

Parece el sino de estos tiempos tener que cambiar el paso para olvidar la tradicional concepción de los clubes de fútbol, amarrada a su historia y a los valores de siempre, y dejarse arrastrar por la arrolladora fuerza dependiente del capital. Tal vez la alocada aventura millonaria en la que se ha venido desenvolviendo el planeta fútbol, con fichas multimillonarias insultantes para estos tiempos, no tiene otra desembocadura que la esclavitud del que tiene la pasta. Y ahora es evidente que los chinos controlan el cotarro. O tomas el dinero, o corre por la banda. Pero por la banda hacia la desintegración.

En fin, que la empresa Wanda en este caso tiene la sartén por el euro y los dirigentes del club han vendido la idea de que es el mejor socio y la solución para garantizar un futuro exitoso. Eso nos ha llevado al primer sofocón, que pasa por estampar ese nombrecito en el frontispicio del flamante campo levantado en el lugar que ocupaba la antigua Peineta. Eso sí, como si hubiera una especie de mala conciencia, enseguida se le ha puesto un apellido que entronca con el sentimiento atlético más profundo. El antiguo Metropolitano - en el que quien esto escribe con solo siete añitos pudo contemplar extasiado desde su inmenso graderío un Atlético de Madrid-Atlético de Bilbao, partido que siempre quedó grabado en mi mente- parece el antídoto ante semejante impacto emocional. Pero bueno, es posible que la esperada confortabilidad del nuevo campo hará olvidar el asunto. O no.

Otra cosa es lo del escudo, ese emblema que cuando te embutes la camiseta a rayas queda a la altura del corazón. Es cierto que a lo largo de la historia se han producido algunos cambios en la imagen de la enseña rojiblanca, pero cuando se toca el ADN de algo se corre un alto riesgo de que no sea aceptado. Y si a eso se añade otra lacra de esta época que nos toca vivir como es la asfixiante coña que las redes sociales organizan en casos como este, apaga y vamonos. Hay ocurrencias para todos los gustos, unas más graciosas y otras simplemente impresentables.

Pero como eso no tiene solución, puestos a asimilar este cambio, un atlético puede pensar que si la bandera española, la de todos, lleva los colores del rojo y gualda, como dice la tradicón, nuestro escudo ahora tendrá los del rojo y wanda. Dicho sin acritud.

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