Artes&Letras

Recuerdos toledanos del niño Francisco Nieva

La estancia de la familia Morales Nieva en Toledo fue breve, junto a sus padres y hermano, el pequeño Francisco regresó a Valdepeñas, donde se encontraban al inicio de la guerra civil

Aunque solo estuvo unas semanas en Toledo, Francisco Nieva nunca olvidó sus infantiles visitas al Teatro de Rojas

El 31 de enero de 1936, la «Gaceta de Madrid» publicaba el nombramiento de Francisco Morales Caravantes como gobernador civil de Toledo. Hasta entonces ostentaba el cargo de delegado de Trabajo en la provincia de Ciudad Real. Ese mismo día, a las cuatro de la tarde, ya estaba en la capital castellana. La impresión que causó en la opinión pública de la ciudad fue positiva, catalogándosele como «hombre muy complaciente, de temperamento firme y resuelto y de carácter afectuoso». Al poco llegaron para acompañarle su esposa Pilar Nieva y sus hijos Francisco e Ignacio. Pasado el tiempo, el primero de ellos se convertiría en referencia imprescindible del teatro español contemporáneo.

Francisco Morales , antes de ostentar mayores responsabilidades administrativas, era oficial del ayuntamiento de Valdepeñas. Él y Pilar estaban considerados como ejemplo de la burguesía local, liberales grandes aficionados a la cultura, frecuentando con sus pequeños representaciones teatrales y de zarzuela. Cuando vinieron a Toledo , Francisco contaba con once años e Ignacio con siete.

El mandato de Francisco al frente del Gobierno Civil coincidió con un momento de especial agitación política. Para el día 16 de febrero se habían convocado elecciones generales en España y los ánimos estaban bastante caldeados. De la importancia que a las mismas se concedían da fe el hecho de que en la ciudad de Toledo recalaron, para celebrar masivos mítines en el Teatro de Rojas, J osé María Gil Robles , Manuel Azaña y Francisco Largo Caballero , principales líderes nacionales de las derechas e izquierdas.

Interior del Teatro del Rojas en los pasados años treinta, tal y como lo conoció de niño Francisco Nieva. (Foto, Rodríguez

Por motivos bien distintos a dichas convocatorias, el pequeño Francisco también frecuentó el Teatro de Rojas. «Un secretario de mi padre –recordaba sesenta años después- nos llevaba a mi hermano y a mí al teatro Rojas, cuando se daban zarzuelas y otras obras a las que los chicos podíamos asistir. Como ya me gustaba mucho el teatro, el Rojas me parecía un palacio lleno de sorpresas y deleites».

Rastreando la cartelera de aquellos días en el coliseo toledano, destaca la puesta en escena de «La del manojo de rosas», obra del maestro Solozábal y Francisco Ramos de Castro, quienes para la ocasión se trasladaron hasta Toledo y asistieron a las representaciones llevadas a cabo por la compañía del barítono Luis Sagi-Vela, en cuyo repertorio incluía además la obra «Me llaman la presumida». Entre el elenco de actores destacaba la presencia de la cinematográfica Raquel Rodrigo, quien por entonces había protagonizado una exitosa versión de «La verbena de la Paloma» dirigida por Benito Perojo.

La estancia de la familia Morales Nieva en Toledo fue breve. Celebradas las elecciones, el Frente Popular, con 4.838.449 votos, se impuso a las formaciones de centro derecha por menos de medio millón de sufragios, aunque en nuestra provincia el resultado fue inverso: ocho diputados de Acción Popular Agraria de Toledo (APATO) por tan solo dos del Frente. Consecuencia directa de ello fue el cambio de responsabilidades en el Gobierno Civil toledano, presentando su dimisión Francisco Morales. El día 22 de febrero, se publicaba en la «Gaceta de Madrid» su cese, siendo sustituido por Guillermo Perezagua, quien unos años antes había sido alcalde de la capital.

Junto a sus padres y hermano, el pequeño Francisco regresó a Valdepeñas, donde se encontraban al inicio de la guerra civil. Durante la misma, la familia permaneció aislada en una casa de campo en Venta de Cárdenas, pedanía de Almuradiel en la cercana Sierra Morena. Terminado el conflicto, y tras haber seguido estudios privados con Juan Alcaide, cuando tenía dieciséis años, Nieva escribió su primera obra dramática, concebida mientras su padre agonizaba en una habitación contigua. Años después diría que ante esa circunstancia quiso dedicarse al teatro, consciente de que su progenitor, si hubiese podido, habría querido hacer lo mismo. Complementó su profesión literaria con el estudio de las bellas artes en la Real Escuela de San Fernando de Madrid.

En 1992, el Rojas acogió una exposición de dibujos y figurines teatrales de Paco Nieva. Boceto para «El combate de Ópalos y Tasia

Aquella breve estancia en la ciudad no fue olvidada nunca por el reconocido dramaturgo. En el año 1992, el Convenio «Cultural Toledo» y el Museo del Teatro de Almagro organizaron en la capital una exposición de diferentes trajes, figurines y bocetos realizados por el dramaturgo durante su dilatada carrera. La misma tuvo lugar en el Palacio de Benacazón y en el propio Teatro de Rojas. Como complemento, se programó la representación del que por entonces era su último montaje «Los españoles bajo tierra». Con esos motivos, bajo el nombre de «Ofrecimiento«, Nieva escribió un breve texto, del que procede al cita recogida anteriormente.

«Quien me iba a decir que –añadía, en referencia al coliseo toledano-, pasado mucho tiempo, se representaría en su escenario una obra mía, dirigida, escenografiada y vestida por mí. Y, de añadidura, se haría en él una exposición de dibujos y figurines que representan toda una existencia dedicada a la escena».

En este texto, Nieva reflexionaba también con su temprana afición por el teatro: «A veces –decía-, uno piensa que la vida tiene “forma” y explicación, que es “consecuente” y que, por la fuerza del deseo y de la fe, todo se cumple según los más locos propósitos. Ya jugaba con teatritos de cartón en aquella época y he seguido jugando hasta ahora. Todo lo que aquí se expone es testimonio de ello. Mi profesión ha sido una forma de jugar y distraerme. Y hasta me parece extrañísimo que se me hayan concedido grandes premios de todo tipo por haberlo pasado tan bien. Todo ha sido una manera de hacer “novillos” y escaparme de la vida represora y doctrinaria. El teatro es una evasión reveladora, porque huyendo del mundo, uno se encuentra con su propio mundo, que es un reflejo personal del verdadero».

En el mismo año en que Nieva escribía estas líneas para su exposición toledana, fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y el Nacional de Teatro. En Castilla-La Mancha, en 1993, fue reconocido con la Medalla de Oro de la Región. Por entonces, la Junta de Comunidades ya había publicado una edición de sus obras completas en la que se incluía un amplio anexo con bocetos suyos. Y en 2001 fue nombrado Doctor «Honoris Causa» por la UCLM.

El texto de sus recuerdos infantiles toledanos que recuperamos hoy en este suplemento cultural concluía manifestando que para él, la exhibición de sus figurines en el Teatro de Rojas y la puesta en escena de «Los españoles bajo tierra» significaban «la clausura de un gran paréntesis y el casi final de una trayectoria a lomos de un Clavileño construido por mí y que ahora ofrezco a mi tierra, a la romántica capital de Castilla-La Mancha, en la que se iniciaron mis primeros sueños». Unos sueños que pervivirán para siempre en el coliseo toledano, pues tras unas obras de acondicionamiento, su cafetín ha sido adaptado como sala de teatro y cuando abra sus puertas lo hará bajo el nombre de «Sala Francisco Nieva», distinción que enorgullecerá a los muchos seguidores que el autor valdepeñero mantiene entre los espectadores del Rojas, quienes en el año 2002 le distinguieron con uno de sus premios anuales por el texto «Manuscrito encontrado en Zaragoza».

Enrique Sánchez Lubián, escritor y periodista
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