VIVIR TOLEDO

Las primeras sedes de la Escuela Normal de Maestros (1845-1936)

De su creación en el Palacio de Lorenzana en 1845 a otros edificios en la calle Trinidad y en la plaza de Abdón de Paz

Casa de Infantas en la calle de la Trinidad. Sede de la Escuela Normal de Maestros hasta 1889. FOTO RAFAEL DEL CERRO

Rafael del CERRO MALAGÓN

No pocos ilustrados del siglo XVIII advertían que la raíz de una buena ciudadanía estaba en la instrucción aplicada por capacitados maestros. En el Reino de Castilla, los aspirantes a regentar una escuela debían superar unas sencillas pruebas de saberes ante veedores locales cuyo resultado ratificaba la Hermandad de San Casiano desde 1624. Esta tarea la asumió en 1780 el Colegio Académico del Noble Arte de Primeras Letras y, más tarde, las juntas examinadoras provinciales, previas a otras instancias creadas por el Estado liberal de 1833, según detalla Mariano García Ruipérez al estudiar las competencias educativas de los municipios españoles (2002). La necesidad de formar a los futuros docentes cuajaría a partir del Plan General de Instrucción Pública (1836) que fijaba en Madrid la Escuela Normal Central, abierta en 1839, «para proveer de buenos maestros las escuelas normales» que surgiesen en las provincias, a cargo de las diputaciones. En la actual Castilla-La Mancha fueron apareciendo en Guadalajara (1840), Albacete (1841), Ciudad Real (1842), Toledo (1845) y Cuenca (1846).

El 7 de enero de 1845, la Gaceta de Madrid publicaba la instalación de la Normal toledana dotada con dos plazas de maestros. El 3 de julio siguiente el Boletín Oficial de la Provincia de Toledo anunciaba su apertura el 1 de septiembre y los requisitos para la matrícula de alumnos «pensionistas o no pensionistas», básicamente que tuvieran más de 16 años y, si eran internos, no superasen los 30, ni estar casados. La apertura se escenificó en el paraninfo del Instituto (actual Palacio de Lorenzana) sede hasta entonces de la recién suprimida Universidad de Toledo. Allí expuso el plan de estudios el primer director de la Escuela, Cayetano Martín Oñate (1817-1886), curtido maestro, inspector y miembro de la Junta de Instrucción Primaria y fundador de dos cabeceras profesionales - La Conciliación y La Constancia- , personaje estudiado en 2002 por José María Mediavilla Gutiérrez . En 1849, tras una reforma de planes, la Normal fue cerrada para resurgir con la llamada Ley Moyano (1857). El Centro reanudó sus tareas en septiembre de 1859, continuando en los años siguientes, salvo un breve lapso en 1868.

Hasta 1849 la Escuela Normal seguiría en el local del Instituto, pues bastarían pocos espacios para el desarrollo de su programa de estudios. Al reabrirse, en 1857, el nuevo plan de Secundaria de seis cursos impediría volver acoger a los normalistas. Estos y la oficina de la Junta de Instrucción Primaria fueron trasladados, en 1858, a una parte del caserón del Arzobispado -incautado por la Diputación-, situado en la calle de la Trinidad. El edificio había sido reformado, en 1695, por el maestro mayor de la Primada, Teodoro Ardemans (1661-1726). Se conocía como Casa de Infantas , en alusión al deán Jose de las Infantas que allí residió, habiendo servido, a inicios del siglo XIX, como cochera del cardenal Borbón, cuya entrada, más tarde cegada, aún se reconoce en la fachada. En la planta baja estaban las clases y la portería de la Escuela. También se dispusieron las viviendas del director y del segundo maestro del centro.

En enero de 1888, el cardenal Miguel Payá logró recuperar el inmueble lo que obligó a desalojar la Normal, tarea que se demoró algunos meses. Aún, en agosto de 1889, allí seguía la recién creada Normal de Maestras, cuyas vicisitudes abordaremos en otra ocasión. El Arzobispado urgió a la Diputación la devolución de los locales para que allí «pobres niños huérfanos recogidos aprendieran oficio», tarea que hacían los religiosos de San Juan de Dios en otro inmueble alquilado. Desde principios del siglo XX, por la Casa de Infantas pasaron varios grupos piadosos: San Luis Gonzaga ( luises ), San Estanislao de Kostka ( estanislaos ), Caballeros del Pilar o la Real Congregación Militar que desde 1920 habilitó una capilla y un decorado salón para sus celebraciones, como la recepción que allí se le tributó a Alfonso XIII el 27 de febrero de 1928. Entre otros usos posteriores, citemos la vivienda del obispo auxiliar, los salones y el cine de los luises o kostkas , de la Legión de María, el fallido proyecto para reunir archivos eclesiásticos, la sede de ciertos servicios de la administración autonómica o las actuales instalaciones de la radiotelevisión diocesana.

Volviendo al discurrir de la Normal de Maestros y la búsqueda de otra sede, la solución llegó, en enero de 1889, con la compra, en la plaza de la Cabeza (hoy Abdón de Paz), del antiguo palacio del canónigo Obrero de la Primada, trazado por José Hernández Sierra hacia 1760. El edificio, valorado en 34.500 pesetas, pertenecía al comandante Agustín Montagut de Félez que, anteriormente, adquirió a un rico industrial y especulador de bienes desamortizados, avecindado en Madrid, Francisco de las Rivas y Ubieta . El arquitecto provincial destacó la «nobleza» del edificio, su capacidad y solidez, no obstante, se efectuaron obras para adecuarle a su nueva función. Digamos que el propietario, al menos, desde 1879, allí tenía un «colegio y academia de preparación para las carreras militares» uno más de los varios existentes en Toledo a cargo de profesores de la Academia. El citado Montagut también fue regidor síndico (concejal) del Ayuntamiento en 1882, habiendo ofrecido entonces -sin éxito- la venta del mismo inmueble por 45.000 pts. pagables en tres anualidades, para que la Ciudad pudiera ofertarlo al Ministerio de Gracia y Justicia a fin de alojar la Audiencia Provincial.

La Normal seguiría en este lugar hasta 1936. En torno al patio estaban las aulas, en las plantas superiores otras dependencias y tres viviendas. En el semisótano se situó la Escuela Aneja de Primaria que tanto apenó al periodista Luis Bello en su obra Viaje por las escuelas de España (1926-1929). Describió que los cuatro grupos estaban en los «bajos del edificio» con humedades de la fuente de la plaza del Seco, sin ventilación, ni apenas luz. El de «cuarto grado es peor: un calabozo». En el recreo, al no haber un jardín o «corralillo», los alumnos no podían jugar en el patio porque allí molestaban. Bello concluía: «Para enseñanza y ejemplo de los normalistas, para estímulo de los profesores y para la salud de los niños, esas escuelas no pueden seguir donde están».

En 1931, proclamada la II República y admitida ya la coeducación, la dirección de la Escuela Normal de Enseñanza Primaria recayó en el profesor de literatura Félix Urabayen Guindo (1883-1943). Sin embargo, la falta de espacio impedía reunir a los futuros maestros y maestras en este inmueble. La esperanza estaba en las obras que, desde 1929, se hacían frente al paseo de Merchán para levantar la Normal de Maestras en medio de diversos problemas económicos y técnicos que, de hecho, ya la hicieron inviable en vísperas de la Guerra Civil. Desde 1944, el edificio de la plaza de la Cabeza acogió el Hogar de Ancianos. Entre 1969 y 1985 fue la residencia universitaria femenina Santa María de la Cabeza y, más tarde, sede de sucesivos servicios de la Diputación. Hoy en su interior reina el vacío, lejos de la época en que tras su rotunda fachada de granito se formaron generaciones de maestros de Enseñanza Primaria.

Rafael del Cerro, historiador y autor de la sección Vivir Toledo
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