VIVIR TOLEDO

La presa de Saelices, los molinos del Hierro y la Alcurnia

Un recorrido por las edificaciones próximas al río Tajo a su paso por Toledo

Interior de la central de Saelices en 2015. RAFAEL DEL CERRO

Por RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

El río Tajo a su paso por Toledo, una vez que discurre por el puente de Alcántara, la presa del Artificio y los estribos del acueducto romano, se encaja entre peñascosas laderas que acogieron molinos harineros en siglos pasados. De ellos queda un resto visible al pie del cerro del Bu, en la desembocadura del arroyo de la Degollada, el llamado Piano por los toledanos. Enfrente, en la orilla derecha, apenas se distingue hoy un muro prácticamente cubierto por el largo y terroso rodadero que declina desde la iglesia de San Lucas, próximo a donde estaban los molinos de San Ildefonso.

Estos vestigios preceden a la Casa del Diamantista , lugar donde el Tajo empieza a rodear la fachada meridional de la ciudad y saltar a otra presa cuyos extremos albergaron, respectivamente, las aceñas del Hierro y Saelices. Esta última, según cita Parro (1857), debía su nombre a un monasterio de época goda dedicado a San Félix ( Sanctis Felicis o Sanfelices ), ubicado bajo la legendaria Peña del Rey Moro, al que siguió una ermita que, en el XVI, se llamaba San Pedro de Saelices. En 1674, tal oratorio ya estaba bajo la advocación de la Virgen del Valle. Al pie de este paraje natural, en la orilla del río, es donde se situaron, desde antiguo, unos molinos harineros que también se titularon de Saelices, siendo así aludidos en documentos del siglo XVIII. Para acceder a ellos desde la ciudad era preciso utilizar un servicio de barca (el conocido Barco de Pasaje ). Desde allí partía también el zigzagueante camino para subir a la ermita, o bien dirigirse, aún más arriba, al monasterio jerónimo de la Sisla.

En cuanto a los molinos, señalemos que se incautaron, en 1820, junto a otros bienes de sus dueños, los frailes de Santa María de la Sisla, exclaustrados en 1835, cuyo convento fue subastado después. Como recoge J. Porres (1966), los molinos de Saelices fueron adquiridos por Francisco Sainz en 1838. Gracias a una fotografía de Jean Andrieu (ca. 1867) y ciertos planos, se observa un conjunto de aceñas que alojaban las piedras moledoras en cámaras techadas, dispuestas paralelamente desde la orilla al centro del cauce, con muros en ángulo (tajamares) frente a la corriente fluvial.

El final de este complejo molinero llegó en 1889 al instalar allí La Electricista Toledana S.A , la primera «fábrica de luz» que tuvo Toledo, obra que exigió preparar la presa de Saelices. La empresa fue creada y presidida, en 1888, por Santos González Triana, concesionario del nuevo alumbrado público estrenado el 14 de abril de 1890, proceso estudiado por el recordado Juan Sánchez Sánchez. En 1890, El Nuevo Ateneo indicaba que la luz provenía de una turbina «sobre el Tajo», de 50 caballos, de una «dinamo-eléctrica de corriente continua», de la casa suiza D´Oerlikon, que pudo alimentar 62 bujías incandescentes y cuatro arcos voltaicos en las calles más céntricas. Para ampliar la deseada novedad era preciso elevar la potencia generadora. El 31 de agosto de 1890, el Boletín Oficial de la Provincia anunciaba un concurso para demoler los molinos de Saelices a fin de construir una central que acogiese tres nuevas turbinas.

Aquel enclave funcionó, con obvias reformas técnicas, hasta los años sesenta del siglo XX. La propietaria fue siempre La Electricista Toledana , empresa que coparía la explotación hidroeléctrica de la ciudad, sin embargo, antes de 1936, ya era, esencialmente una filial de una compañía de gran calado: Hidroeléctrica Española (1907-1991). La Toledana acabaría llevando su domicilio fiscal a Madrid donde se liquidó su razón societaria en 1965, aunque mantuvo su oficina un tiempo, tras la Guerra Civil, en la calle de Nuncio Viejo. En esta época, la Española también absorbió otras entidades eléctricas de la provincia, como Hidroeléctrica Renilla de Talavera de la Reina (1918-1964) o la de Hijos de A. y J. Ratié (1934-1965) de Villaseca de la Sagra.

La Ley del aprovechamiento conjunto Tajo-Segura de 1971 preveía inversiones para fijar los niveles del Tajo a su paso por Aranjuez, Toledo y Talavera de la Reina. Fruto de ellas, en 1976, fue la rehabilitación de la presa y de la central de Saelices. Sus muros se horadaron con grandes arcos-miradores hacia el río y la ciudad. En el interior, totalmente ahuecado, se dejaron parte de las antiguas turbinas como recuerdo. En 1994, un plan de mejora de las riberas adecuó todo su entorno para disfrute público.

También, en 1976, se actuó en los viejos molinos del Hierro situados en la orilla derecha. Su origen debió ser islámico, sabiéndose que, en el siglo XIII, pertenecían a la Catedral. Más tarde, la propiedad la compartían la Mitra Arzobispal y el Cabildo Primado. En 1841, al llegar su desamortización, las aceñas pasaron a manos privadas. En 1889, como sucedió en las existentes aguas arriba -en las presas de Safont y del Artificio-, aquí también surgió una nueva fábrica harinera que impulsó Castor Sierra Fernández, uno de los mayores contribuyentes de la ciudad, cofundador de La Electricista Toledana . Al fallecer, en 1910, su hijo Jerónimo Sierra Nestar se hizo cargo de la fábrica y de otros negocios. familiares Intervino en varias instituciones y perteneció al consejo de administración de La Electricista , donde llegó a ejercer como director-gerente.

Más abajo del conjunto molinero, y en la misma orilla, está la Alcurnia , una península que siglos atrás fue una fértil y arbolada huerta, pero sujeta a las crecidas del río, como la sufrida hacia 1545 que la dejó arrasada. En los bandos municipales de los siglos XIX y XX, alusivos a los sitios fijados en el río para bañarse en verano –dotadas de casetas cerradas y «buzos nadadores»-, el paraje es citado como la Incurnia .

En este lugar, en 1897, bajo las murallas de las Carreras de San Sebastián, La Electricista montó una central de vapor para suplir a la de Saelices en momentos de estiajes, riadas o reparaciones. El 10 de noviembre de aquel año se inauguró una dinamo de 126 caballos de fuerza, suficiente «para surtir de luz a la población entera», según recogió El Día de Toledo . En 1958 se derribaron la central y su esbelta chimenea. Aquello se unía al epílogo industrial de La Electricista Toledana nacida, precisamente, en la orilla opuesta, en los molinos de Saelices. Todos estos lugares dejarían de ser visitados, a partir de 1972, cuando las aguas del Tajo expulsaron a cuantos disfrutaban de ellas y de sus orillas a causa de una incontenida y vergonzosa contaminación.

Rafael del Cerro, historiador
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