Constantino Molina - OPINIÓN
La petanca, el deporte universal
«Es el canto vivo de la Tierra, la mesa redonda de todas las religiones, y yo no entiendo que a día de hoy siga sin ser deporte olímpico»
Hace un par de días estuve en el Campeonato Universal de Petanca de Alcalá del Júcar . Sí, era un campeonato universal porque todo en la petanca es así: universal. Es el deporte más inclusivo y democrático de todos cuantos existen en el universo –que no es poca cosa, pues el universo es la totalidad del tiempo y del espacio, de todas las formas de materia y de energía-.
A la petanca juega todo el espectro social de nuestro país . Allí pude ver -participando en el campeonato- a hombres rudos y a adolescentes alfeñiques, a politoxis y a metrosexuales, a banqueros jubilados y a parados vitalicios, a ancianas renqueantes y a estilizados atletas, a tuertos, a cojos y a esquizofrénicos, a acaudalados autónomos y a ganapanes. También estaba Dios, que en forma de tórtola, saltando de rama en rama, lo observaba todo desde los olmos que daban sombra a las pistas de juego.
No se pueden hacer quinielas en la petanca. Tampoco subestimar al rival. Allí el tuerto le ganaba al cojo, el politoxi desbancaba al exbanquero y la anciana renqueante le daba una tunda de carros al hombre rudo. Al final todos se daban la mano y las celebraciones se ajustaban a la elegancia de un silencio complaciente. Nada de exabruptos ni de quitarse la camiseta mientras se vocifera como un pavo real en celo.
El carro es el golpe maestro de la petanca. Cuando la bola del rival queda tan cerca del bolinche que no existe posibilidad de aproximarse a él ni un centímetro más la única solución es el carro. El carro consiste en un golpe certero en el que la bola del tirador desplaza a la del rival ocupando su lugar y alejándola del meollo del juego. Cuando esto sucede, el tirador esgrime un serio gesto de satisfacción y su rival contiene una mueca de dolor. Todo en silencio, con respeto y elegancia.
La petanca es el deporte universal. Pude verlo -y también Dios lo vio- a orillas del río Júcar . Allí, junto al fluir del agua, fluía igualmente la vida en todo su esplendor y miscelánea. En esa hermandad inclusiva de hombres y mujeres, donde el choque de dos bolas de acero es el Big Bang que pulveriza los estamentos sociales, estaba el oro de la convivencia. La petanca es el canto vivo de la Tierra, la mesa redonda de todas las religiones y yo no entiendo que a día de hoy siga sin ser deporte olímpico.