Pablo J. Corrales Aragón - Opinión
Sobre la educación semipresencialidad que están «sufriendo» nuestros jóvenes
Son precisamente aquellos que dicen a diario defender la escuela pública, los que la han dejado tirada, abandonada a su suerte y sin garantías de alcanzar los objetivos académicos
La educación de nuestros jóvenes (sea pública o concertada) merece atención y dedicación y, para ello, hacen falta medios y predisposición política para conseguir que sea de la calidad mínima exigible para la consecución de los objetivos marcados, ya de por sí, escasos. Pero la realidad a veces acredita exactamente lo contrario.
La semipresencialidad que están «sufriendo» los alumnos de 3º y 4º de la ESO y 1º y 2º de Bachillerato no debiera suponer una semiescolarización.
No debiera quedar al socaire de la implicación y compromiso profesional de cada profesor (me consta que hay una gran mayoría de ellos que se lo está currando y sacando adelante su materia a base de horas de preparación de las clases online) el que nuestros jóvenes recibieran íntegramente la formación que les corresponde.
No creo que baste con «hacer la tarea» los días de no presencialidad para adquirir el conocimiento exigible. Si la clase presencial se dedica a corregir la tarea y a explicarla ¿de dónde se saca el tiempo para avanzar el temario? y, si se avanza, ¿puede hacerse al mismo ritmo que con el modelo de presencialidad 100%?
Otra cuestión son los medios con los que se imparten esas clases online . Algunos son pésimos y, en la mayoría de los casos, se limitan a que el profesor, con la webcam del portátil, consiga enfocar, con mayor o menor acierto, la pizarra. ¿Acaso no dio tiempo desde marzo -cuando se interrumpieron las clases- hasta septiembre -que comenzó este curso- a preparar y dotar de medios del siglo XXI a los colegios y formar a los profesores en su uso? ¿Por qué se les ha dejado a su suerte y a su ciencia? ¿Se les ha preguntado a los docentes qué piensan sobre la semipresencialidad?
Con tan pocos medios, la calidad de la imagen y del sonido es pésima y, éso, repercute tan necesaria como negativamente, en la calidad de la educación de nuestros jóvenes.
No todos los alumnos de esas edades tienen portátiles ; no todos tienen una buena línea de conexión o una buena wifi. El que pierda la conectividad puntualmente, y llegue 5 minutos tarde a una clase online por problemas técnicos corre el riesgo de no ser admitido a la clase, perdiéndola por causas ajenas al alumno.
Por otra parte, ¿pueden los alumnos mantener la concentración durante seis horas en clases online?
Conviene no olvidar que estos alumnos pasarán en poco tiempo (algunos en unos meses) por la EVAU y tendrán que examinarse compitiendo en nota con el resto, incluidos aquellos que gracias a haber tenido medios, gracias a haber tenido grandes profesores, pudieron dar todo el temario con garantías.
Son precisamente aquellos que dicen a diario defender la escuela pública, los que la han dejado tirada, abandonada a su suerte y sin garantías de alcanzar los objetivos académicos... ¿Será acaso por éso por lo que se han dado tanta prisa en aprobar una ley educativa que permite pasar de curso con asignaturas suspensas?
Ante este evidente deterioro de nuestro sistema educativo, se hace necesario aplicar un sistema de monitorización y auditoría educativa que permita valorar cómo están funcionando las escasas medidas adoptadas y puestas en marcha.
Me pregunto si se está evaluando la calidad de la formación online, cuales son los criterios, qué se evalúa, quién lo evalúa, dónde, etc... Sinceramente, espero que sea así y que se corrijan pronto tantas deficiencias por el bien de la educación de nuestros alumnos y por su futuro como ciudadanos libres.
Como padre y como ciudadano no me podría ni mirar al espejo si, cuando algún padre -o algún chaval o mis propios hijos- me preguntara sobre el tema, no le pudiera acreditar que hice públicas sus inquietudes y sus quejas para tratar de que «alguien» tomara las medidas necesarias para que nuestros hijos tuvieran -todos- las mismas oportunidades.
Concejal de Toledo. Abogado, mediador y compliance officer.