«Los niños llegan muy dañados y tienes que volcarte de lleno en ellos; son uno más de la familia»

Ernesto Martín y María Paula son padres de acogida de urgencia: «Tienes una sensación de estar en paz con la vida»

Ernesto Martín, María Paula y Tintín, esta semana en su casa Fotografía cedida

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María Paula y Ernesto Martín transmiten sosiego cuando hablan. El miércoles declararon en la Audiencia de Toledo, en el juicio por los malos tratos a D cuando tenía dos años. María Paula y Martín (la gente lo conoce por su segundo nombre) fueron sus padres de acogida urgente después de que el pequeño saliera del hospital sin que nadie lo esperase fuera. Ni siquiera su madre.

D era el cuarto niño que pasaba por la casa de María Paula y Martín, un matrimonio de argentinos que tienen dos hijas biológicas, Sol y Agustina, de 16 y 28 años, aunque la mayor se independizó al cumplir la mayoría de edad.

Desde hace casi ocho meses, esta familia comparte su vivienda con Tintín, el apodo que le puso Sol cuando el recién nacido llegó con tan solo cuatro días de vida. «Tenía su propio tupé ya armadito y a mi hija se le ocurrió» ese sobrenombre, cuenta María Paula con una voz que adormece a cualquier pequeñajo.

Con Tintín en brazos acudieron ella y Martín el miércoles a la sala de vistas de la Audiencia toledana, donde el presidente del tribunal, Emilio Buceta, pidió a María Paula que acercara al niño hasta el estrado en un receso para conocerlo.

Humanización

Tintín es el undécimo crío que vive en la casa de Martín y María Paula, en la Comunidad de Madrid. Llevan diez años acogiendo a niños, siempre muy pequeños, con apenas días de vida o pocos meses en la mayoría de los casos . Proceden de familias desestructuradas, de madres politoxicómanas, que han caído en la prostitución o que tienen alguna enfermedad mental; también por abandono, maltrato o porque los padres, tristemente, han renunciado a ellos.

Cuando a María Paula le preguntas por qué eligieron ser una familia de acogida de urgencia, no titubea: «Tiene que ver con el grado de gratitud que le tengas a la vida. Nosotros pasamos por muchas cosas y siempre hemos salido enteros y fortalecidos de todas esas situaciones. Es cierto que ello te va sensibilizando, te va humanizando, y hay un momento en que te planteas direccionar tu vida hacia otras cuestiones y darles importancia».

Ella responde mientras Tintín gatea por la cocina de su casa. «Teníamos como la necesidad de ayudar o darnos a la vida de un modo especial -continúa-. Me enteré de que existía este programa, ‘Acogimiento de urgencia’, y nos seleccionaron».

Sol tenía solamente 6 años cuando llegó el primero y Agustina se había emancipado. «Al ser tan pequeña, Sol se adaptó de una manera natural a un programa que es muy educativo para un hijo -recalca su madre-. Le comunicas que la realidad de muchos niños no es la suya; que hay niños que lo pasan mal y hay que empezar a darse y ayudar».

«Tienes que estar a su servicio»

María Paula tiene una dedicación completa al bebé y Martín trabaja como jefe comercial de una conocida compañía de seguros. Pero, cuando llega a casa, Tintín cae en los brazos de su padre temporal. «Cuando eres acogedor de urgencia -explican-, al menos uno de los miembros tiene que tener disponibilidad las 24 horas del día. Los niños llegan muy dañados y tienes que volcarte de lleno; demandan mucho y tienes que estar a su servicio».

Reciben una cantidad de dinero para la manutención y gastos generales del bebé, como pañales, leche y alguna medicina. «Pero hay niños de especial dificultad que necesitan un tratamiento costoso y el dinero que te dan llega hasta donde llega -relata María Paula-. Si se lo puedes brindar, haces frente a cualquier necesidad que tenga; no te lo cuestionas. Mientras el niño está en tu casa, es uno más de la familia y lo integras con total naturalidad desde el día uno». 

Tintín ya tenía que haber partido porque el propósito es que no estén más de seis meses «para evitarle el mal trago de un traspaso cuando tienen mayor consciencia», explica su madre de acogida. «Pero la pandemia o los problemas burocráticos que a veces surgen retrasan la partida».

El placer de amar

Cuando llega la despedida, ¿cómo se vive? «Es difícil para todos, pero los niños como mi hija te sorprenden porque al final son mucho más plásticos y entienden el propósito mejor que tú, que quizá te lleva más tiempo recuperarte -admite María Paula-. Al ser una labor altruista, al decidirte a amar por el placer de amar, para ayudar en todo lo que puedas para ordenarle la vida un poquito, la partida es muy dolorosa ».

Pero luego «la satisfacción llega siempre y es la que te cura. Tienes una sensación de estar en paz con la vida». Y una percepción de bienestar que quieres volver a repetir. «Al final se hace como un círculo virtuoso -subraya la madre-; es una labor que engancha y dices: ‘Venga, a por otro, que lo podemos hacer’. Esto es lo que te ayuda a continuar, a pesar de la exigencia que esto, evidentemente, tiene».

María Paula y su marido no renuncian. «Tenemos esa necesidad de seguir haciendo el bien -expresan-. Cuanto más te das, hay alg o como que se multiplica dentro de ti y eres capaz de darte más. Es una labor que te va humanizando cada vez más y sientes que tienes que continuar».

D, el niño que llegó a su casa con poco más de dos años después de sufrir malos tratos, estuvo unos doce meses con María Paula, Martín y Sol antes de partir. «El cariño hizo que el vínculo se fortaleciera» , recordó el padre de acogida en el juicio. Y seguramente a D alguien le contará, cuando sea mayor, que una familia de argentinos en Madrid lo quiso como a un hijo.

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