José Ramiro Viso - Opinión
Marzo, un niño llorón, mofletudo y caprichoso
A Marzo todo le viene mal y anda por el patio del calendario, desabrido y malhumorado, como un churumbel sin control
Marzo arranca las hojas del calendario a soplidos y manotazos, como un niño llorón, mofletudo y caprichoso que anda por el año como Pedro por su casa. A Marzo todo le viene mal y anda por el patio del calendario, desabrido y malhumorado, como un churumbel sin control. Y, sin embargo, a pesar de ir a su aire, se jacta de parentesco cuando le conviene.
Marzo no se desprende tan fácilmente de los fríos de Enero, su abuelo, y lleva, como un amuleto, los mocos y los virus de Febrero, su padre. A Abril, su hijo, le ha dejado en herencia alergias e hipersensibilidades varias, y a Mayo, su nieto, la veleidad de su carácter, que si él sale ventoso , Mayo es florido y hermos o, pero también al revés, en un juego de complicidades y viceversas abuelo-nieto que repiten estación tras estación a la mala salud de los que lo sufren. Marzo es pariente no muy lejano de septiembre, de la familia de los equinoccios, pero la rama malcriada y canalla, consentida y cabrona, que lo mismo te da un aire que un desaire, te entra con un ramo de flores que te escupe una ventolera y te manda a pasear con viento fresco.
Ya los romanos le colocaron a Marzo un nombre que se les trae y que le hacía potencialmente sospechoso. Era el mes dedicado a Marte, el dios de la guerra. Y con ese nombre no podía salir de ninguna de las maneras un rorro reposado y fiable. No obstante, a Marzo, los romanos le tenían más cariño que nosotros. Nosotros, los cristianos, digo. Para los romanos, Marzo era el primer mes del año, como nuestro Enero actual, y estaba cuajado de fiestas y celebraciones. En los idus de Marzo, el día 15, se celebraba la fiesta de la Anna Perenna , una diosa del año, celebrada con entusiasmo por el pueblo con comidas en el campo. En el tardo Imperio, ese día 15 se empezó a dedicar al nacimiento del dios Atis con la fiesta del Canna Intrat (el junco entra) y empezaba como una semana santa de celebraciones que concluía el 22 con la fiesta de la muerte de Atis bajo un pino piñonero, la llamada Arbor intrat . Tras tres días de duelo, el 25 de Marzo, las festividades concluían con el renacimiento del dios Atis, el 25 de Marzo, fecha del equinoccio de primavera en el calendario juliano.
Todas estas festividades han quedado diluidas y desplazadas, dependiendo de la luna nueva, y son más de Abril que de Marzo para los cristianos. Y Marzo se ha quedado huérfano de fiestas y enrabietado. Para domeñar a este mes revoltoso e insurrecto, no les quedó otra a los cristianos que colocar al pobre San José como último remedio. A San José, ese padre advenedizo por designio divino, avezado y resultón después, que ha cumplido los encargos con precisión y esmero, se le ha confiado la misión de transmitir paz, sosiego y buena educación a este mes agitado y rebelde al que le persigue el mal fario desde que, en el año 44 antes de Cristo, tanta celebración romana quedó mancillada para siempre con el asesinato de Julio César, precisamente en los idus de Marzo. San José, dale un poco de tu calma y tu mesura a este mes. Ora pro nobis.