Manuel Llamas

Gracias, Toledo. Gracias, mi coronel, por dejarnos sentir parte de esta tierra

En este icónico año de la Guardia Civil toledana, la Providencia no ha querido perder ocasión para propiciar que noventa años después de que lo hiciese por última vez, volviésemos a procesionar, desfilando a pie firme en el Día del Corpus Christi por las calles de Toledo

La Guardia Civil desfilando en Toledo el pasado 20 de junio, día de la festividad del Corpus Christi H. Fraile

MANUEL LLAMAS FERNÁNDEZ

El periodo, la cifra, y en definitiva el año en el que estamos, para nosotros, los guardias civiles de esta tierra, se nos antoja casi «talismático»; 175 años; los últimos de nuestra más reciente historia. Esos son los que hemos cumplido al servicio de España y de sus gentes, y de Toledo y los toledanos, claro está. Este año, en el que se celebra esa efeméride, ha sido muy especial, en muchos sentidos; algunos, determinantes para nuestro futuro en esta tierra. Pero no quiero entretener al lector en cuestiones distintas, que no menores, sobre algunos aspectos de lo que ha sucedido en él, y de lo que hemos venido celebrando desde el inicio del presente año. Este asunto central no es otro que el broche de oro que ha supuesto a esta celebración nuestra reciente y especial participación en el Corpus Christi.

Un siglo y tres cuartos de vida al servicio de los toledanos, participando en la construcción de la sociedad a la que hemos venido sirviendo. Pero, a través de estas líneas, no pretendo hacer balance de ese periodo; ya lo hace, a diario, quien lo tiene que hacer: la propia sociedad española, colocándonos donde nos sitúa en las encuestas del CIS y, en la corta distancia, apreciamos que en el corazón de sus gentes.

La vocación más íntima de la Guardia Civil siempre ha sido, y será, estar presente en todos los ámbitos de la vida de España y los españoles. Acompañar y sentir la identidad de sus gentes siempre ha sido nuestro mayor anhelo. Nuestro compromiso es compartir sus momentos más significativos, desde la dureza de los más trágicos de su historia, como las inundaciones de Consuegra (1891), hasta sus tradiciones más identitarias como pueblo.

Por todo ello, en este icónico año de la Guardia Civil toledana, la Providencia no ha querido perder ocasión para propiciar que noventa años después de que lo hiciese por última vez, volviésemos a procesionar, desfilando a pie firme en el Día del Corpus Christi por las calles de Toledo, entre el fervor y el entusiasmo de sus habitantes, junto a la ya tradicional unidad de caballería del Cuerpo. No podíamos esperar, ni soñar siquiera, los guardias civiles mejor obsequio conmemorativo de su servicio a España.

Como ya conocemos por los medios de comunicación, este felicísimo suceso ha sido posible por la concurrencia de una circunstancia que ha impedido que los entrañables alumnos cadetes de la Academia de Infantería asistieran a la tradicional y solemne ceremonia religiosa de la que son partícipes y protagonistas esenciales.

Obligaciones insoslayables de su formación curricular imposibilitaban de todo punto su intervención en la solemne ceremonia, y así me lo informó con sentido pesar, durante una charla informal, su coronel director Francisco Javier Marcos. De ese sentimiento suyo, y de su innata generosidad de veterano soldado, surgió la idea seguida de respetuosa sugerencia de que este año la Guardia Civil, en el marco de su celebración fundacional, podría quizás suplir la obligada ausencia de sus alumnos en tan señalado día.

Con entusiasmo y alegría evidentes, los guardias civiles de Toledo acogimos la feliz oportunidad que se nos brindaba, aun siendo coyuntural, debido sólo a las inaplazables exigencias del servicio docente de los cadetes. Interpretamos todos los guardias civiles de Toledo que la ocasión surgida era como una señal de aquella Providencia, quizá un guiño de nuestra Virgen del Pilar y, en cualquier caso, el mejor premio imaginable a nuestros esfuerzos y desvelos por servir a los toledanos con nuestro trabajo diario durante 175 años; siempre inasequibles al desaliento, inquebrantables en nuestra lealtad y vocación de servicio. ¡Qué mejor oportunidad para representar y visualizar ese compromiso de la Guardia Civil con ellos!

A la generosidad y feliz idea del coronel director de la Academia de Infantería siguió la amable aquiescencia del arzobispo de la Diócesis toledana, Braulio Rodríguez, que nos mostró su apoyo incondicional a tal concurso. A este le siguió el de nuestra alcaldesa, Milagros Tolón, quien, una vez más, mostró su adhesión a nuestra iniciativas de celebración fundacional, apoyando la novedosa participación procesional.

Como apreciará el lector, cuanto ha sucedido alrededor de esta participación del Cuerpo en el Corpus de este año poco tiene que ver con el alineamiento de astros, o la sincronía de casualidades por tal o cual concurrencia o ausencia. Por todo ello, y resumiendo mucho, aquella sustitución se ha producido por algo que trasciende con mucho a los meros principios de colaboración, cooperación y coordinación institucional a los que nos emplaza la ley de procedimiento administrativo a las instituciones.

Los motivos últimos de este relevo son por algo mucho más prosaico, casi metafísico; algo que apela más al alma, corazón y sentimiento que nos une a los que militamos en nuestra vocación de servicio a España y sus instituciones; y por supuesto por mucho más que por mandato legal alguno. Pues todo ha sido propiciado más por el compañerismo y la camaradería a los que nos invitan las Reales Ordenanzas del Ejército de Tierra y la decimonónica Cartilla de Servicio del Cuerpo de la Guardia Civil, que por cualquier otro imperativo legal. El acervo profesional que ambas instituciones compartimos; los valores castrenses en los que crecimos y nos formamos sirvieron para que llegados momentos como éste, de manera natural, brotase y nos hermanase la necesidad de unirnos.

Por todo ello, sería injusto, y podría pasar por desagradecido por nuestra parte, dejar como explicación de lo sucedido que todo ha sido una mera confluencia de ciertas oportunidades y ausencias. No. Todo ha sido, principalmente, porque, como sucede en el combate, ante una sobrevenida pérdida del compañero se le releva y se intenta hacer honor a la ausencia en la consecución del mismo fin. En este caso, el lucimiento de la más importante expresión cultural, religiosa e identitaria de la ciudad, la región y probablemente de España.

Y así, hicimos cuanto estuvo en nuestra mano para que ese jueves, Día del Corpus Christi toledano, fuese uno de los tres del año que relucen más que el sol, aunando generosidad, ilusión, entusiasmo y trabajo para que una vez más se celebrara, como se celebró, con toda brillantez nuestra centenaria tradición cristiana. Y, del modo que dejo dicho, pudo la Guardia Civil adornar de forma tan brillante su 175 aniversario de servicio a España, única razón de ser de su existencia. Solo me resta desear y esperar que hayamos estado a la altura del reto.

Por ello, otra vez, gracias, mi coronel; gracias, Toledo.

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