José del Saz-Orozco
Honestidad total
«Me sorprenden, poema a poema, la hondura y sencillez de cada uno de los versos de La Inquietud»
Llega a mis manos y leo un libro emocionante: De la inquietud (y tres poemas invitados) , de Jesús Maroto, editado con mimo por Editorial Ledoria.
Desde que leo poesía tengo por costumbre iniciar la lectura al azar; cuando acaricio el libro entre mis manos, lo abro, nunca por el principio, y exprimo el primer poema que la suerte me depara. El prólogo, si el libro lo tiene, lo leo al final. Pretendo así no contaminarme por las opiniones de otros. Reafirmo así que, para mi forma de ver, la poesía no es el libro, sino el poema. No es la exposición, sino el cuadro. Comprendo y respeto que quien lea estas palabras pueda no estar de acuerdo con estos postulados iniciales, pero para mí las cosas son así.
Me sorprenden, poema a poema, la hondura y sencillez de cada uno de los versos de La Inquietud. Este es un libro sin cáscaras ni desperdicios. Poema a poema se nos llena de alfileres el corazón. Y es que considero a Jesús Maroto poeta mayor . Mayor por su amplia producción literaria, mayor por su concisión, mayor por su humanidad, por su estilo propio y personalísimo, por su humildad. No conozco poeta alguno que renuncie a la metáfora y otros tropos. ¡Maroto es capaz de construir su poético mundo sin ladrillos! Me encuentro así ante un hombre extraordinario, ante un filósofo de masas, ante un poeta que no deja de serlo ni cuando duerme. Y esto no es normal. Coincido plenamente con Santiago Sastre, autor del prólogo, cuando afirma que: este es un poemario excelente que arroja luz sobre ese tiempo terrible que hemos vivido .
Si nos hubieran dicho hace un año lo que iba a ocurrir entre mascarilla, PCRs y análisis serológicos, nadie lo hubiéramos creído, hubiésemos sido tachados de lunáticos, conspiranoicos o simplemente idiotas. Pero la realidad está ahí, aquí cerca, al lado. Y esa realidad es la que Jesús Maroto, con una sencillez admirable, con hondura infinita, con un dolor personalísimo, nos muestra. Y a ustedes les va a pasar lo mismo. Van a querer tener el libro bien cerca. Van a leerlo y releerlo. Van a querer llorar íntimamente, hacia dentro, dentro de la mascarilla.
Cabe decir, finalmente, que Maroto no se sitúa en sus torres de marfil, infantil vicio en el que se alzan los poetas encumbrados en sí, literarios y distantes, ornamentales, sino que Jesús es uno más entre nosotros, un hombre de a pie que sufre y lo comparte con todos nosotros.
¿Conocían ustedes poemas invitados?, yo, no. Otro hallazgo. Lean y relean este libro, es honestidad total, eso que hoy, siempre, tanta falta hace.