Jesús Romero

Es necesario reducir radicalmente el capitalismo destructivo y caprichoso

«Si queremos salvarnos como especie y la casa que habitamos, la Tierra»

POR JESÚS ROMERO

Hace tan sólo unas semanas a mediados de febrero, escribí un artículo publicado en ABC Toledo titulado ¿Cómo sacar a nuestra sociedad del letargo y la pasividad actual? Esta madrugada pude observar con gran asombro como el filósofo Coreano Byung-Chul Han, un destacado diseccionador de la sociedad de consumo, m e daba la solución a la pregunta que formulaba . Sin ser consciente en el artículo al que me refiero, mencionaba al «enemigo» o a uno de los potenciales enemigos, una pandemia y como responsable, un virus, en este caso el COVID-19. Relataba también otros potenciales enemigos como un conflicto nuclear, el cambio climático y sus radicales consecuencias, por no decir peligros existenciales como son la guerra de información cibernética (diría, desinformación) a menudo, un multiplicador de amenazas que socava la capacidad de respuesta de la sociedad.

Curiosa coincidencia, mi interés por despertar o hacer reaccionar a una sociedad aletargada y ya tenemos entre nosotros el responsable. El razonamiento de Han viene a decir que la sociedad se organiza inmunológicamente (defensa) creando barreras , muros, o vallas de todo tipo, pero con la globalización esta organización se debilita, y los peligros no acechan «directamente» desde la negatividad intrínseca del enemigo, sino «indirectamente» desde el exceso de positividad de estas sociedades. Me explico, sociedades cómodas y acomodadas que responden en esta situación de bienestar mediante una apatía por la realidad, y agrega Han, «la realidad sólo se experimenta (vive) gracias a la resistencia que ofrece».

Esta «sociedad positiva», más característica del mundo occidental, padece como comunidad e individualmente debido a que no quiere, ni sabe, lidiar con las contradicciones innatas a ésta (realidad); con sus conflictos, vicisitudes, y contratiempos. La sociedad positiva es el resultado de haber vivido durante mucho tiempo sin enemigo desde la Guerra Fría que celebramos en 1991, y dio paso al llamado «el periodo Plácido» (1989 cae el Muro de Berlín); es cierto que el terrorismo islámico de vez en cuando nos propina serios zarpazos, pero se trata de un problema multifocal, en principio no determinaría una hecatombe planetaria, eso espero, y a menudo se percibe lejano.

Ya comentábamos como con la llegada de Trump y otros nacionalismos populistas, según el «Reloj de la Apocalipsis» (referido en mi artículo ABC del 26 de feb) en el 2018 habíamos regresado a los peores escenarios del siglo pasado; en concreto desde 1953, marcado por inquietantes amenazas en el marco de la Guerra Fría . Esta situación había empeorado incluso según el Bulletin para el 2020, y miedo me da saber a cuantos segundos de la medianoche nos encontramos en estos días.

Esta sociedad positiva occidental (el término puede inducir a error al ser una característica más bien negativa o perjudicial), es la que se ve obligada a lidiar en estos meses y de forma abrupta con un verdadero y contundente enemigo . Por los motivos antes señalados su respuesta no es la mejor, cayendo en actitudes que traducen posturas egoístas, pánico, ansiedad o violencia… Dado este escenario, Europa y occidente en general está reaccionando peor a este minúsculo microorganismo fatal (mucho más peligroso que las bacterias a estos niveles planetarios) que las sociedades orientales. Este singular material genético (COVID-19), que carece de metabolismo propio, sólo se replica utilizando la maquinaria celular de organismos como nosotros, organismos superiores en este caso debilitados inmunológicamente por el pánico, la ansiedad, falta de esperanza, sedentarismo y la apatía. De esta suerte resultan mucho más vulnerables que otras sociedades menos optimistas (me dirijo a ustedes como médico), más resistentes y realistas: las sociedades orientales.

Y no nos olvidemos que posiblemente seamos la última generación que puede hacer algo sustancial. Al finalizar otra gran pandemia (gripe española), Rudolf Steiner (1918) dijo: «Para ser enteramente humanos es necesario que desarrollemos las capacidades espirituales» . Consejo absolutamente vigente en nuestros días.

Coincido con este pensador que «es necesario restringir radicalmente el capitalismo destructivo», y caprichoso, que produce generaciones «flojas» con escasa fortaleza moral . Despídanse de aprovechar alocadamente los fines de semana para viajar, en muchas ocasiones a bordo de aviones, prescindir de aquello superfluo si queremos salvarnos como sociedad , y la casa que habitamos (la Tierra).

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