Jesús Romero Guillén
Demasiadas casualidades
«El ser humano y su codicia e irresponsabilidad puede ser el responsable de la que sería la sexta extinción masiva»
Desde antiguo la humanidad ha buscado respuesta a las preguntas: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? y ¿A dónde vamos? , una aproximación a estas respuestas se encuentra en el estudio de los orígenes de universo, de la vida, de la prehistoria y de nuestros antepasados. Una vez aceptada la teoría de la selección natural de Darwin y por ende el hecho de que las especies no son inmutables, numerosos estudiosos han dedicado gran parte de su tiempo y fuerzas en encontrar el eslabón perdido a partir del cual nuestro linaje empieza a distanciarse de los simios.
Un hecho muy característico y distintivo de este periodo (PREHISTORIA) es el arte rupestre – aprox. 100.000-40.000 años, incluso antes-, y se deberá al simbolismo del homo SAPIENS; pero antes que el homo sapiens, el neandertal realiza las primeras pinturas rupestres. Neandertal también conocido como “el hombre de las cavernas”, frente al hombre de Cromañón (sapiens), del cual procede la humanidad. Estos homínidos fueron los protagonistas de la Prehistoria, llenando los trabajos y estudios, hasta que fueran destronados por sus antepasados africanos los AUSTRALOPITECUS.
Han hecho falta millones de años –aproximadamente 40.000 generaciones según Sagan-, y multitud de especiaciones, bifurcaciones, mestizajes y adaptaciones evolutivas para que estos primitivos homínidos africanos (australopitecinos) dieran lugar al homo sapiens, y curiosamente, el maltratado continente africano .
Gracias al reloj molecular, que permite medir el tiempo como una función de los cambios en ciertas moléculas biológicas, se calcula que la edad de divergencia del linaje humano y el de los chimpancés tuvo lugar hace unos 6 millones de años (MA, Ma). Es decir, en aquel tiempo vivió el antepasado común del que partieron las dos ramas evolutivas: por un lado, la de los chimpancés y bonobos; por el otro, la de los homínidos, de la que surgirá nuestra especie, y otros homínidos que se extinguieron ante la presencia del homo sapiens.
No cabe duda que e l origen general de los homínidos y en concreto del Homo sapiens se localiza en África, aunque estudios recientes (2017) han tirado por tierra que la cuna de la Humanidad fuera una región del Este de África (el valle del Rift en Etiopía). Según la historia tradicional escrita hacia los años 80, la datación de 2 yacimientos en Etiopía dieron una antigüedad para el primer sapiens entre 195.000 a 160.000 años, situando en esta región del planeta a nuestros primeros antepasados modernos (sapiens). Sin embargo, posteriores restos fósiles hallados en el norte de África (Jebel Irhoud en Marruecos, 315.000 a) y en el Sur, apuntan a un origen multirregional y anterior. Esta teoría es la más aceptada en la actualidad.
Demostrado –hoy por hoy- que África es la cuna del homo sapiens, surge la siguiente cuestión, al menos muy enigmática para mí. Me explico, según las últimas dataciones y estudios, de las dos grandes oleadas de homínidos admitidas (la primera hace aproximadamente 2 millones de años), hemos pasado a considerar tres oleadas fuera de África. Pues bien, no fue hasta la tercera oleada (se inició hace 100.000 años) protagonizada por primera vez por los sapiens africanos la que hizo posible la expansión del hombre moderno por todo el planeta. Los homínidos anteriores que partieron del continente africano no han llegado hasta nuestros días –solo compartimos determinados genes por hibridación-, se extinguieron, y su evolución natural tampoco culminó dando lugar a los homínidos modernos (sapiens).
Cabe preguntarse, ¿Qué debió suceder en África para que floreciera nuestra especie?, ¿Qué condiciones favorables se debieron dar en el continente africano?, ¿Por qué los homínidos europeos no evolucionaron a sapiens? En razón de qué ¿nuestra especie estaba llamada (predeterminada) a ser la única en alcanzar nuestros días, o que se impusiera a las demás? Demasiados interrogantes.
Pero eso no es todo, si retrocedemos mucho más, en concreto a la formación de nuestra galaxia y dentro de ésta, a la génesis del sistema solar, hace unos 4.500 Ma se empezaron a dar una serie de circunstancias que propiciaron que un astro del tamaño de Marte (Thea) impactara con el proyecto de planeta (protoTierra), y la materia que se desprendió al condensarse conformó un satélite (Luna), imprescindible para la estabilidad y vida en la Tierra.
La luna, un gran satélite que estabiliza nuestra oscilación axial, y su atracción contribuyó a frenar la velocidad de rotación de la Tierra, a lo que debemos una duración óptima de nuestros días, y la existencia del fenómeno de las mareas. Pero como ya he mencionado, determinó la inclinación fija de la Tierra (respecto del eje de rotación), por tanto, el enriquecedor fenómeno de las estaciones, capital para la biodiversidad.
A continuación enumeraré características de la Tierra y su entorno de vital importancia para que nos encontremos aquí y ahora: disponemos de una capa de ozono que neutraliza en gran parte la radiación dañina; un campo magnético (auroras polares y boreales) que repele las tormentas y radiación solar; una distancia óptima del Sol que se conoce como zona de habitabilidad o “ricitos de oro”, ni demasiado cerca ni demasiado lejos. Además, nuestra estrella es una estrella estable y longeva; también nos encontramos a la distancia óptima de los gigantes gaseosos (Júpiter, Saturno y Neptuno), si orbitásemos más cerca su tirón gravitacional podría modificar nuestra distancia al Sol. Pero además, Júpiter ejerce sobre la Tierra un efecto protector, me explico, por su potente magnetismo desvía la dirección de parte de los meteoritos y asteroides que procedentes del cinturón de asteroides, podrían impactar contra la Tierra, aunque anteriormente debido a su poderosa gravedad, Júpiter hizo que asteroides ricos en agua colisionasen con la joven Tierra; la Tierra ocupa un lugar ideal dentro de nuestra galaxia, lejos del agujero negro central hipermasivo (Sagitario A), y de los brazos exteriores extremadamente inestables; La Tierra se localiza lejos de cúmulos estelares, es decir cerca del Sol hay relativamente pocas estrellas que podrían dar lugar a tirones gravitatorios, explosiones de rayos gamma o la muerte súbita de las estrellas en forma de las abrasadoras y temibles supernovas; la Tierra recicla el carbono a diferencia de otros planetas, este ciclo es clave para que se dé la vida.
Pero mucho antes, en determinados momentos de la historia, se han producido extinciones a gran escala . Las dos más conocidas tuvieron lugar hace 225 Ma, al final del Pérmico debido a una extrema actividad volcánica (vulcanismo) ; y hace 65 Ma, al final del periodo Cretácico por el impacto de un asteroide en la península mexicana de Yucatan. La extinción de los dinosaurios y las extinciones anteriores fueron absolutamente imprescindibles para que surgieran formas de vida menores, la mayoría en los océanos primitivos, de las que por evolución surgieronprogresivamente formas superiores cada vez más complejas.
Los asteroides y meteoritos que bombardearon nuestro planeta y una intensa actividad volcánica determinaron diferentes periodos cataclísmicos (extinciones masivas seguidos de periodos de recuperación muy probablemente facilitados por el transporte en los meteoritos de agua y abundante materia orgánica –teoría de la panspermia-). Estas bolas de hielo –nieve galáctica- siguen golpeando la atmósfera terrestre millones de veces al año, y es posible que igual que en sus inicios, sigan contribuyendo a la vida. Una hipótesis bastante verosímil defiende que a periodos de contracción de vida (extinción/reducción), sigue otra crisis biótica de explosión; es la Hipótesis de Shiva, que toma su nombre del dios de la destrucción hindú.
Estas fases o etapas son consideradas como bombardeos periódicos de vida. Los cometas entonces no solo son emisarios de muerte, también pueden producir vida.
En estos días en los que un insignificante virus nos tiene en jaque, y parece empeñarse en ponernos en nuestro lugar, no olvidemos que el principal agente causante de una futura extinción masiva, es interno; el ser humano y su codicia e irresponsabilidad puede ser el responsable de la que sería la sexta extinción masiva.
Es por esto que se ha dado en llamar a la especie humana, homo extintor.
Llegado este momento, quiero finalizar concluyendo: “Demasiadas casualidades" para que nos encontremos aquí y ahora en este planeta, no me refiero a que no puedan existir otras formas de vida, pero seguramente no como la nuestra. Es difícil (imposible) que todo esto que he venido desglosando sea fruto del azar, creo que todo responde a un ser creador, que además ha demostrado ser un excelente matemático, físico y biológico.
Deseo finalizar este artículo con unas citas de dos eminentes figuras de la Ciencia, Que reflexionaron sobre las cuestiones que al principio he expresado: “Dios no juega a los dados” , manifestó Albert Einstein; y Louis Pasteur, físico y bacteriólogo francés “Un poco de Ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima”.
Mucha Ciencia nos reconcilia. El Universo no permite eventos aleatorios, no hay espacio para el azar.