Juan Sánchez Sánchez - OPINIÓN

El hombre que encontró un tesoro

En memoria de Gonzalo del Cerro

Gonzalo del Cerro

POR JUAN SÁNCHEZ SÁNCHEZ

En mis primeros años de historiador resaltaba siempre el valor de la Historia para recuperar la crónica de las «gentes sin historia». Frente a la historiografía preocupada por reyes y personajes «principales», fechas esenciales o el papel del sector dominante de la sociedad, a mí me interesaba la historia de la vida cotidiana, de la gente sencilla , de aquellos que tal vez no pasarían jamás a los libros de historia o simplemente a los medios de comunicación.

Y hoy, 23 de enero, festividad del patrón de Toledo, san Ildefonso, recuerdo estas ideas historiográficas porque h a fallecido uno de estos hombres: Gonzalo del Cerro . El templo parroquial de Santiago el Mayor o del Arrabal rebosaba de fieles, de amigos y familiares que dábamos el último adiós antes de que fuese enterrado en el cementerio municipal.

Gonzalo es uno de esos hombres anónimos, esencialmente bueno, que he tenido la dicha de conocer en mi vida . Un hombre de mi barrio, Antequeruela-Covachuelas, que se ha ido apagando por la enfermedad que le fue carcomiendo. La última vez que estuve con él en su casa recuerdo cómo tenía aún fuerzas para sonreír, reír y casi estallar a carcajadas cuando contábamos alguna historia común, aunque ya no fuera consciente de lo que acontecía a su alrededor. Pero tenía lucidez para percibir el cariño de su esposa, de sus hijos y nietos, de las gentes a las que quiso y que sabía le querían, de sus hermanos de caminar en la singladura de la fe…

Casado con Isabel, Gonzalo fue un representante de comercio: de dulces y mazapanes, de conservas …Los hijos tardaron en llegar pero luego el Señor les dio tres, todos varones: Gonzalo, Rubén y Rodrigo. Llevaba una vida como tantas personas, preocupadas por el día a día, el trabajo, los problemas cotidianos…Pero un día se encontró un tesoro, y desde entonces fue probablemente uno de los hombres más felices de la tierra . A través de la parroquia conoció un camino de conversión, de reiniciación en el bautismo , y entró en una comunidad neocatecumenal, una de las nuevas realidades de la Iglesia posconciliar. Se encontró cara a cara con Jesucrist o , que daba respuesta a sus afanes diarios y su vida se transformó: fue desde entonces siempre un hombre alegre y agradecido a Dios, amante de su familia, deseoso de servir a los demás…Cambió también su vida profesional, convirtiéndose en un propagador de noticias, en un repartidor de periódicos a domicilio…Primero fue el Ya y luego el ABC : desde la madrugada, Gonzalo recorría las calles de Toledo para llevar los ejemplares de los periódicos a los suscriptores, en moto o en coche, con frío o con calor…Gracias a él los abonados tenían en su hogar las noticias más recientes. Eran tiempos sin Internet, sin periódicos digitales…

Fue una paradoja de la historia: Gonzalo, un hombre al que había cambiado la vida conocer la historia más trascendental del mundo, se dedicaba ahora a sembrar esa misma historia a otras personas, y además se ocupaba profesionalmente de repartir noticias de todos los modelos a través de los periódicos impresos cada día. Fue evangelizado y se convirtió en un humilde evangelizador, predicando la Buena Noticia del Amor de Dio s a todas las personas, a todas las generaciones. Como los apóstoles de la Iglesia primitiva él no destacaba por titulaciones académicas o por la posición social: era un hombre afable que se encontró con el tesoro de la fe y desde entonces supo que podía ser inmensamente feliz gracias al Amor de Dios, que había conocido en la Iglesia.

De eso hará ya más de treinta años. Llevó una vida sencilla, con su esposa, sus hijos, los nietos que fueron llegando y unos hermanos de caminar en la Iglesia con los que vivió la carrera que todos los hombres hemos de transitar. Ha vivido de los frutos del bautismo, se sintió hijo predilecto de Dios , que sabía le amaba a pesar de sufrimientos, de la cruz, que todo cristiano debe llevar. Recorrió su camino, apoyado en Cristo, en los sacramentos, en la oración, en los demás miembros del pueblo de Dios…Y hoy ha llegado a las puertas de la Vida Eterna.

Para mí ha sido todo un privilegio conocer a Gonzalo, compartir historia con Gonzalo. Todos los cristianos, a pesar de nuestras precariedades y limitaciones, estamos llamados a la santidad. Hoy Gonzalo ha iniciado una nueva etapa en su vida: la de la eternidad. Y estoy convencido de que habrá sido bien recibido allá donde habitan Dios y todos los elegidos. En su nuevo hogar, tal vez se convierta en un mensajero de buenas noticias, oficio siempre necesario, incluso en los espacios celestiales.

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