Gregorio Rivera Arellano - Opinión
Ese Toledo Olvidado
«Me llaman la atención los pies descalzos de esos niños de comienzos del siglo anterior, sus rostros de hambre y ropas más que humildes humillantes que miran a la cámara sin ningún tipo de vergüenza»
Si en algo noto que ya no tengo abuelas es porque ya no hay nadie que me diga lo guapo e inteligente que soy. Tampoco escucho aquellas batallitas de guerra. Dejaron de escucharse, una y otra vez, como noticiario repetitivo de aquella hambre que pasaron mis mayores y que ellos rezaban para que eso no vuelva a pasar por las tierras cercanas que piso. Eran gente maravillosa, con carisma y luz propia, que todo sacrificio era poco si era para los suyos. Gente buena. Gente de Dios y de muchos valores.
Mirando el último volumen de Toledo Olvidad o he sentido el recuerdo de mis ancestros y sus mensajes parentales que me invitaban a vivir con respeto y cariño hacia una tierra que me ha visto crecer y que me gustaría, con mi trabajo y don, hacer como ellos, hacer de este suelo un lugar mejor para los demás. Tarea cruda y difícil en estos días. Mas cuando la tierra no se respeta y en el corazón humano escasean los valores. Es como olvidar otro Toledo; el Toledo de los toledanos, de las personas, de los humanos que con tanta especulación vamos arrinconando al abandono y el descuido.
Me llaman la atención los pies descalzos de esos niños de comienzos del siglo anterior, sus rostros de hambre y ropas más que humildes humillantes que miran a la cámara sin ningún tipo de vergüenza. Sobre todo, esa aguadora de Pedro Román que, a pesar de sus dificultades, del peso del cántaro y la actitud andante, no escatima el gesto para la eternidad. Cuántas miserias han pasado nuestros mayores para que ahora nosotros nos riamos de sus miserias.
Creo que nuestras vidas han mejorado mucho, gracias a Dios y al esfuerzo de mucha gente que han hecho de la palabra mejor un reto personal para sus familias. Hay hambre, pero no tanto. Hoy no hace falta que los niños con unas leznas y un trozo de neumático se hagan unas albarcas para poder hacer cualquier trabajo porque para jugar era mejor tener el pie descalzo. Cuántas historias encierra una vida, aunque sea guardado en una carpeta para que no se pierdan. No tenemos que olvidar el Toledo olvidado. Hay que recordarlo. Hay que mirarlo. Hay que valorarlo para que aquellos tiempos difíciles y duros no vuelvan. Se lo pido a Dios. Se lo pido a mis abuelos. Se lo pido a todo el mundo. Quiero vivir mejor.
Fray Gregorio Rivera Arellano es sacerdote franciscano