El Garcilaso y otros salones de recreo entre 1867 y 1902
El popular salón de la calle de Rojas ha sido durante años para los toledanos un referente de diversión con su particular historia, todavía viva en 2020
El espectáculo teatral tuvo un evidente auge en la Europa del siglo XIX al tiempo que la burguesía era la pujante fuerza social que ahora gestionaba los poderes y la economía. Entre sus reformas y el fomento de valores hacia la ciudadanía incluyó el cultivo del ocio en soberbios teatros –los nuevos templos laicos- para ver y ser vistos, donde deleitarse con comedias, dramas, conciertos, danza, ópera o zarzuela.
En Toledo , la vieja Casa de Comedias (s. XVII) de la plaza Mayor era el único escenario existente en el que, además, hasta bien avanzado el XIX, aún regía la vieja obligación de separar los espectadores por sexos. En 1865, siendo alcalde Díaz de Labandero, se acordó derribarla para levantar en su lugar un nuevo coliseo. Aunque se pensó impulsar alguna alternativa, lo cierto es que no hubo nada hasta la apertura del Teatro de Rojas, en 1878. Fueron los aficionados quienes buscaron soluciones a través de la creación de sociedades –de irregular brío y vida- para reunirse en cualquier salón alquilado donde acoplaban un exiguo escenario ante un escueto aforo. En ocasiones, el nombre de aquellas agrupaciones acabaría por trasladarse al del propio local que las gacetas de prensa solían citar como verdaderos teatros.
En 1866, el periódico El Tajo refería que «personas principales» ideaban crear un Liceo con una sección dramática para dar «distracción y recreo« y pasar «las noches de invierno agradablemente entretenidos». El lugar sería la histórica Casa de Mesa –en la calle de Esteban Illán-, sede de la Sociedad Económica de Amigos del País. Allí, entre 1867 y 1868, hubo veladas de dos agrupaciones: La Esmeralda y El Pensamiento . Esta última llegó a ofrecer alguna en el palacio de Fuensalida, entonces una gran casa de vecinos. En 1866, en el mudéjar Taller del Moro (s. XIV), nacía el Jardín Eliseo para dar bailes en las tardes dominicales, celebrándose, el 16 de febrero 1867, un concierto de la joven pianista Eloísa D’Herbil con la contralto «Sra. Leonardi y el barítono Mr. Arturo».
No lejos de allí, en la calle de Santo Tomé, también surgiría, en 1867, otro local de diversión cuya vida ha llegado hasta hoy con diferentes nombres. El lugar concreto era la antigua capilla del Colegio de San Bernardino, ligado a la Universidad toledana, fundado por el canónigo Bernardino de Zapata y Herrera, en 1569. Allí El Greco dejó un lienzo con el santo titular (1603) –hoy depositado en su museo- y la portada (1607) aún visible en la calle. La abolición colegial llegó en 1845 seguida de la subasta del inmueble que, en 1857, ya lo poblaba una numerosa vecindad. Diez años después, la diáfana capilla era un espacio propicio para trocarse en salón de recreo ante la falta de un teatro en Toledo. Bastó practicar un acceso en un muro medianero con la calle de Rojas para evitar que el público accediera desde Santo Tomé a través del patio vecinal.
Allí nació, en 1867, el llamado Teatro de San Bernardino que, en el mes de julio, la sociedad La Perla Toledana ponía en escena la obra de Zorrilla, El Zapatero y el Rey . En otoño acudió el actor y empresario José Repullés que, al marcharse, suplieron los aficionados de La Esmeralda . En enero de 1868, El Tajo informaba que aquel grupo, ahora llamado Garcilaso , se hacía cargo del salón al que transfirieron su nombre para reformarle y organizar reuniones familiares como las que ya ofrecía a sus socios el Centro de Artistas e Industriales abierto en la calle de la Sillería, en 1866. Parece que la actividad del Garcilaso pasó por ciertos vacíos, pues, en algunas señalas fechas, los alumnos del Colegio de Infantería hicieron sus veladas en el Hospital de Santiago de los Caballeros, alojamiento que, en 1846, había cedido la Beneficencia al Ramo de Guerra.
En septiembre de 1880, El Nuevo Ateneo noticiaba la apertura de la temporada teatral del ahora llamado Salón Moreto (antes Garcilaso). Lo hacía una nueva empresa ofertando «funciones por horas», lo que permitía poder elegirá la «más a propósito para las familias» y abonos a precios económicos. El público acudió a ver obras cómicas, dramas, bailes o las singulares habilidades del «mani-flautista Alves da Silva». En abril de 1881, llegaron al Moreto la afamada ilusionista Benita Anguinet, y Mr. Sacareau con unas mágicas transparencias o «cuadros disolventes». En mayo se anunciaba un abono de veinte sesiones de zarzuela por parte de la compañía del «Sr. Boggiero». En septiembre del mismo año, era otra empresa la que se hacía con el local, afrontado ciertas reformas, «que bien las necesita», según exponía El Nuevo Ateneo , al tiempo que aludía a la difícil competencia de dos teatros en Toledo, pues el Rojas ya estaba disponible desde 1878. En 1882, L a Ilusión organizó bailes de máscaras como también siguieron en el Moreto las reuniones de peñas, homenajes y funciones a cargo de Los amigos de confianza, aficionados militares dirigidos por Francisco López de Avellaneda .
En noviembre de 1882, un periódico madrileño anunciaba la «subasta voluntaria» de la casa de San Bernardino , en el número 6 de la calle de Santo Tomé de Toledo «compuesta de piso bajo, principal y segundo, espaciosas habitaciones en todos ellos y un gran salón destinado a teatro en el precio de 16.500 pesetas». Sin embargo, aunque aquello se llevase a efecto, la realidad es que subsistió la jovial vida del Moreto. En diciembre de 1882, allí recaló La Estrella , entidad dirigida por Ignacio Portales, formada por socios de la «honrada clase de artesanos». A comienzos de 1883 dieron alegres bailes de carnaval en los que, según una gaceta, reinaba «el mayor orden y compostura». La Estrella mantuvo su actividad varios años más repartida por otros locales.
El nombre de Salón Moreto parece que alcanzó hasta 1902. En ese momento se volvió a recuperar el de Garcilaso , quizá tras el no lejano homenaje que aconteció, el 17 agosto de 1900, para trasladar los restos del poeta toledano –devueltos por el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid-, en una procesión cívica desde el Ayuntamiento hasta la capilla de San Pedro Mártir y la dedicación de la calle de las Cadenas, acuerdo éste que sería modificado en 1916. Lo cierto es que, con el nuevo siglo XX, el popular salón de la calle de Rojas seguiría siendo para los toledanos un referente de diversión con su particular historia -todavía viva en 2020- y que continuaremos en otro momento.
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