VIVIR TOLEDO

El Garcilaso. Teatro, baile, varietés y rock

Después de una larga historia, el local, que nació en el siglo XIX, en 1991 se adecuaría el local como «café-concierto» y en 2012 llegó el cambio que afectó al título comercial, llamando ahora «Los Clásicos»

Acceso habilitado en la calle del Aljibillo, en 1970, al abrirse como Boite Garcilaso. En 2012 se renovó el local bajo el nuevo nombre de Los Clásicos. FOTO RAFAEL DEL CERRO

Por RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

En el anterior artículo recordamos algunos salones de recreo que afloraron en Toledo una vez que la ciudad se quedó sin su vieja Casa de Comedias en 1866. De todos ellos nos fijamos en el habilitado, en 1867, en lo que fue la capilla del Colegio de San Bernardino, en el inicio de la calle de Santo Tomé, para ofrecer veladas teatrales. Hasta 1880 se conoció como Teatro Garcilaso para luego ser El Moreto. En 1902 se volvería a recuperar el precitado nombre que, en esencia, ha pervivido hasta hoy.

En el primer tercio del siglo XX, el Garcilaso albergaría cada vez menos representaciones en favor de insólitas varietés y frecuentes bailes. Recordemos que, desde el XIX, las funciones de Carnaval se vivían en el coliseo de la plaza Mayor, en el Casino, en cafés y en las sedes de sociedades como La Estrella, El Romea o El Echegaray , además de poder bailar con música organillera en la Plaza de Toros y en ciertas ventas extramuros como la de Aires , la de Madrid , la del Cristo de la Vega

El Garcilaso se afirmaría como un demandado lugar para las veladas alentadas por fortuitos «empresarios», sociedades y familias que alquilaban el local por un periodo concreto o en determinadas fechas para su disfrute privado. Según fuese la iniciativa, el público abonaba la entrada o bien accedía con una invitación personal a los llamados «bailes de confianza». Las gacetas recogen animadas tardes, noches y madrugadas que solían rematarse en las buñolerías. El fondo musical podía provenir de un «piano-cilindro» -como acaeció en 1902-, gramófonos u orquestinas, entre ellas, Venecia , una popular jazz-band toledana. En 1903, según el semanario La Opinión , la empresa arrendataria adecuó para los bailes de temporada «el espacioso y elegante» salón Garcilaso, sin desmerecer de los abiertos en Madrid «para esta clase de espectáculos». El Recreo, Terpsícore, Morfeo Ideal, La Góndola Azul, El Faro de Londres o El Vaivén eran algunas de las sociedades que allí organizaban sus fiestas con ropero, abundante confeti, buffet, ambigú y ocasionales sorteos de regalos para el público femenino.

En otro registro citemos el fugaz uso del Garcilaso para acoger nuevas modas. En 1905, allí funcionó un gimnasio que, llegado el otoño, El Heraldo Toledano ya publicitaba su traspaso. Seguidamente, La Campana Gorda reseñó la apertura de un «skooting» -también de vida efímera- para practicar el «elegante y saludable sport de la patinación». Más amplia (dos meses) sería la irrupción del cinematógrafo, a finales de 1907, anunciándose durante aquel periodo como Salón Olimpia . Aunque ya se había visto este espectáculo por primera vez en el Teatro Rojas, en 1897, y luego en las endebles barracas dispuestas en Zocododver y el Miradero, puede decirse que el Garcilaso fue realmente la primera sala cerrada en un edificio que el cine tuvo en Toledo.

El 12 de octubre de 1907, según informó El Heraldo Toledano , tras haberse dispuesto un «buen escenario para varietés», El Olimpia abrió sus puertas con proyecciones y números a cargo de Los Pipos -«excéntricos musicales»-, el transformista Mr. Foliers y la bailarina La Españolita . En octubre, la prensa detalló las danzas de Conchita Ledesma y las de Las Morenitas Bailarinas , más las canciones de Niña Celeste , la tiple Esther Navarret e o de la cupletista la Bella Camelina , aparte de la compañía de César Muro . En noviembre, el Olimpia continuaba con su frívola oferta como el dúo compuesto por Laura Osete y José María García que interpretaban los juguetes cómicos Casta y Pura y Mi prima Paulina . Los transgresores contenidos de estos y otros números inflamaban los editoriales del semanario carlista El Porvenir . Consideraba que eran espectáculos vergonzosos y lúbricos como otros que se daban en Madrid. El Olimpia era «un salón manchado donde todo lo que entra sale cubierto de basura», apuntando como ejemplo la muy repetida representación de El Ratón . También El Castellano se sumó a los ataques, llegando la prohibición gubernativa de ciertas actuaciones contratadas que condujeron al cierre del Olimpia a comienzos de diciembre.

Tras este período, el Garcilaso volvió a las veladas de aficionados, bailes o las fiestas que ciertas familias brindaban a sus invitados tras el banquete de boda en hoteles de postín o del lunch ofrecido en la cercana Confitería de Martínez, en Santo Tomé. Hasta los años treinta, la veterana sala también acogería variopintas reuniones internas de sociedades, o bien abiertas al público, como las convocadas por la Agrupación Socialista, los vendedores de leche, el Partido Liberal, la cooperativa de obreros de la Fábrica de Armas, Socorros Mutuos La Protectora , la Juventud Maurista, la cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza de San Justo, el Club-Deportivo Obrero o mítines del Partido Radical Socialista y de Acción Popular. Este último aconteció el 23 de enero de 1936, al tiempo que Gil Robles era aclamado en el acto central del Teatro de Rojas.

En 1936 llegó el final del Garcilaso y el del Carnaval en 1937. En la posguerra sería obligado el permiso gubernativo para los bailes que hubiese en los domicilios en torno a los convites de bautizos o bodas. Las anteriores diversiones públicas pasaban ahora por un estricto control de la Comisaría unido a las orientaciones circuladas desde el ámbito eclesiástico. Con los años, durante la Feria, en el paseo de Merchán, se permitirían los bailes promovidos por el Sindicato del Espectáculo, el Casino o la sociedad Arte . Parcialmente, en el Teatro de Rojas y en algún afamado restaurante se recuperaron los bailes de fin año, siempre bajo el perfil de «reuniones familiares».

Aquel retraído paisaje comenzó a cambiar, a partir de 1969, con la apertura de una discoteca bajo el Cine Alcázar y el renacer, en la travesía del Aljibillo, de la ahora publicitada Boite de Garcilaso. El público accedió a un local con relampagueantes luces para bailar ritmos pop sobre la pista dispuesta en la planta inferior a la que rodeaban dos niveles superiores. En 1991 se adecuaría el local como «café-concierto» y así poder acoger actuaciones de todo tipo conforme a las demandas del momento y las normas vigentes. En 2012 llegó el cambio que afectó al título comercial del local, llamando ahora Los Clásicos , nombre que parece aglutinar a la vez los flotantes recuerdos del Moreto y el Garcilaso en aquella sala con más de siglo y medio de historia.

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