Fernando Lallana

Héroes del bien común

«Esta gratuidad trasciende lo público y nace del ámbito más preciado y sagrado del ser humano»

POR FERNANDO LALLANA

Si algo permanece en la retina en esta época de pandemia es la praxis de quienes, derrochando altruismo a raudales, sacan lo mejor de sí mismos . Médicos, farmacéuticos, cuerpos de seguridad, periodistas, profesores, sacerdotes, taxistas, empleados de bancos y supermercados, se juegan la vida -sacrificándola incluso- por los demás. Mientras escribo estas líneas me asalta la noticia del fallecimiento de Joaquín Díaz Domínguez, Jefe de Cirugía del Hospital de La Paz en Madrid. Sus compañeros confirman entre sollozos que era un enorme profesional. Pero, sobre todo, un hombre bueno. Al mismo tiempo, Josh Sims escribe para la BBC en un artículo titulado «Will coronavirus change how we define heroes?» lo siguiente: «Un resultado positivo de la pandemia sería una apreciación potencialmente transformadora de lo verdaderamente heroico (…) Heroísmo es lo máximo de la naturaleza humana».

Cuando la curva malévola se aplane definitivamente, se atisban debates espinosos . Espero que sean afrontados aparcando las trincheras político-ideológicas que todo lo embarran. Una de las refriegas que se avecinan tiene que ver con el binomio público-privado. Nunca he entendido su antagonismo. Su armonización es indispensable para conjugar prosperidad y justicia en la misma ecuación. Se necesitan mutuamente bajo el principio elemental de subsidiariedad. Sería insensato no aspirar a servicios públicos robustos, pero su dimensionamiento y fortaleza descansan, en gran medida, en la competencia y eficaz desempeño de los agentes privados. Entre otras razones porque la res publica es financiada por empresas y sus profesionales.

Algunos confunden lo público con el bien común . Es verdad que muchos colectivos que se están dejando la piel pertenecen administrativamente a la esfera pública. De ahí que algunos saquen pecho arrogándose el mérito contraponiéndolo a la siempre egoísta contribución del sector privado. Como si la extensión del sector público hasta el infinito fuera la única garantía de una gestión eficaz de la catástrofe. Hay que decir que la enorme grandeza de estos servidores públicos no está en el estricto cumplimiento de sus obligaciones como empleados de la Administración. Su heroicidad radica en ir mucho más allá, en un compromiso y desprendimiento sin límites. Esta gratuidad trasciende lo público y nace del ámbito más preciado y sagrado del ser humano: la libertad individual para contribuir al bien (común). Por ello la autoridad política no puede ningunear ni suplantar la autonomía de la sociedad civil, sino ayudarla a su propio desempeño.

El óptimo diseño de lo público es más necesario que nunca. Pero considerando que los superhéroes aplaudidos desde el balcón se erigen sobre los cimientos de la conciencia personal, soberana, libre e inalienable. La proeza de morir por otro no puede ser contado en el haber de lo estrictamente público. No desmerezcamos la autonomía de la libertad, la bondad y la generosidad como opciones personales emancipadas de todo encasillamiento institucional. El mandato de lo público nunca va a superar al impulso moral que brota de la autonomía del individuo. Deducir que José Díaz Jiménez se ha inmolado en una especie de ofrenda al Montezuma estatal sería empequeñecer su sagrada hazaña. Algo me dice que ha donado la vida consciente y voluntariamente, no en calidad de funcionario público, sino en razón de un desbordante amor al prójimo. Que excede, de lejos, del imperativo derivado de su relación contractual con el Estado.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación