Amador Palacios
El fenómeno Benidorm
«Allí no faltan castellano-manchegos»
El pasado Día de la Región lo he disfrutado en Benidorm . Castellano-manchegos en Benidorm no faltan. Cierto que me crucé, dicen que como casi siempre, con alguno del vecindario. Tampoco es raro que manchegos posean un «pisejo» en Alicante , ora en la capital ora en alguno de sus pueblos. Yo, por única vez, había estado en Benidorm hace más de 40 años, cuando aún no existían esos rascacielos que se pueden divisar, como relumbrante skyline, nítidamente desde la bella Altea. Cuando fui tomé «champán a gogó» (atroz vino espumoso) en la discoteca Penelope , una firma que aún persiste.

Así que cuando mi mujer especuló acerca de un sitio posible adonde ir en ese puente de final de mayo, no dudé en proponer con énfasis: «¡Benidorm!». Pues quería de una vez conocer los rascacielos y la actual estructuración de la ciudad para tanto pernoctador. A la llegada, el viernes, nos recibió un Benidorm relativamente tranquilo, ya que mayo no es julio ni agosto ni ese día era fiesta en la comunidad levantina a la que acabábamos de arribar. Supongo que por su inmensa oferta, l os precios por alojarse en Benidorm son módicos , siendo bueno el servicio brindado por los muchos hoteles; el confort de las camas, la amplitud de los cuartos, la calidad de los productos en los bufés del comedor (salvo el café, burdo aguachirle). Desde nuestra terraza en un octavo piso gozábamos de una excelente y desahogada vista; abajo, a la izquierda, una piscina siempre repleta de esos guiris tan ávidos de nuestro patrio sol.

La extensión urbana de Benidorm es ciertamente artificiosa. Solamente en el centro del conjunto urbano se dispone de un evidente espacio. La rada en la que la villa se abriga va cerrándose pronto por pequeños acantilados. Entre paredes rocosas y la orilla del mar se iza la escueta y larga fila de edificios sólo asomados al paseo marítimo. No hay potentada ostentación en Benidorm; no hay villas, sólo pisos en altos falansterios. La zona de la playa de Levante está tomada por los ingleses . En uno de sus bares, el Daytona, sentí entre media docena de receptores de televisión el partido de la final europea de fútbol entre dos equipos ingleses , al lado de mis buenas pintas de cerveza negra, naturalmente retrasmitido por una cadena inglesa, no española. Un buen número de chicas y chicos británicos celebran despedidas de soltero en Benidorm, teniendo a mano todo el día los cubos llenos con las botellas de cerveza. Pero en verdad Benidorm es un paraíso para las personas mayores . Tiene buen tiempo, muy buenas playas de arena fina y buenos precios todo el año . La ciudad ofrece asequible ocio constreñido con gracia en los «infinitos» bajos. Sus bonitas terrazas, colocados los veladores en atractivos porches, son todas accesibles a las sillas de ruedas, andadores y demás artilugios. El útil vehículo de moda para los ancianos es el scooter eléctrico que les lleva a todas partes. En este sentido, el diseño de la ciudad es impecable. Son décadas de éxito proporcionando un rentable y acertado fluir turístico. Benidorm absorbe bien el paso de sus multitudes . Hay para elegir, siempre queda una mesa desde donde tan ricamente consumir.
En los 60, cuando Benidorm pudo exhibir los primeros bikinis, el obispo de Alicante protestó ante el Generalísimo . Franco no tuvo más remedio, pensando en las suculentas divisas, que mirar para otra parte.