VIVIR TOLEDO
Un faquir toledano: Faustino Chacón, 'El Hombre incombustible'
Las andanzas de un insólito e ignífugo personaje iniciadas en Oropesa, hacia 1790, que luego mostró en varias ciudades españolas y extranjeras
Felipe Sierra, un empleado del ayuntamiento de Toledo que, entre 1801 y 1844, anotó lo acontecido en la ciudad, escribió el 1 de mayo de 1806: «En el Coliseo se principiaron a ejecutar las pruebas del incombustible Faustino Chacón, natural de Toledo y parroquiano de San Isidoro, ciertamente que causaron admiración a todos y también las ejecutó en casas particulares». Desconocemos los detalles de la función en la vetusta y pequeña Casa de Comedias de la plaza Mayor -que en 1866 se derribaría para dar paso al flamante Teatro de Rojas- a fin de ver los extraños poderes de un paisano que era capaz de resistir la aplicación del fuego sobre su cuerpo. Lástima que tampoco el cronista nos detalle en qué salones particulares actuó, si acaso fue en los de Beyzama, Falceto, Meneses o Aguilar entre otros de los apellidos que entonces copaban la gestión y el comercio de la ciudad. Añadamos que de aquel mismo año de 1806 existe un folleto de quince páginas y cuatro grabados que se editó en Madrid, Málaga y Barcelona. El Archivo Municipal de Toledo conserva los impresos por el madrileño taller de Repullés y el malagueño Martínez. El texto repasa la trayectoria vital de Chacón y sus pruebas ante el público de la Corte tras de regresar de París donde su rara virtud había «ocupado la imaginación de los sabios más celebres de Francia».
El fondo del referido impreso no deja de ser un medio de propaganda para ver un hombre que se decía inmune al fuego. Se reseña que Faustino era hijo de Antonio Chacón y de María Avellaneda, nacido en Toledo en 1779 o 1780 y bautizado en la parroquia de San Isidoro. Recordemos que esta colación se suprimió en 1841 y los últimos restos del templo, cercano a la Puerta Nueva, se derribaron en 1865. La familia marchó a Talavera donde el padre vendía quincalla en la calle de la Enramada. Allí se crio hasta que la pobreza movió al pequeño, con diez años, marchar a Oropesa a buscar trabajo. Al cabo de dos años, cautivo de una «necesidad extrema», recordó que, según su madre, siendo niño, había caído en un fogón saliendo indemne lo que le empujó entonces a probar su fortaleza en una lumbre y en un horno de pan.
Noticias de su periplo
Tras verificar que no sufría quemaduras, decidió mostrar en público tal rareza para así ganarse la vida. Lo hizo en tierras extremeñas y andaluzas, evocándose que, con motivo de un bombardeo en Cádiz, sacó de entre las llamas a varias personas del interior de una confitería. Aquellas noticias avivaron el interés de un tal Robinson, un profesor inglés de idiomas en París, que le convenció para ir a Francia y divulgar la excepcionalidad de aquel hombre de «escasas luces y ningún principio». Fue presentado en un anfiteatro de la Escuela de Medicina. Allí recibió aplicaciones de calor extremo, varios ácidos sobre su cuerpo y se introdujo en un horno de vidrio, a 78 grados de temperatura, sin recibir daño alguno como confirmaron varios sabios y médicos que examinaron su sangre, orina y excrementos para tratar de descifrar la incombustibilidad de Chacón. Posteriormente volvió a España y, antes de acudir a otras ciudades, recaló de nuevo en Madrid, en la Fonda del Ángel. Allí personas de «mayor esfera» vieron cómo se acercaba velas, hierros candentes, ascuas, aceite hirviendo y ácidos en varias partes de su cuerpo mientras sonreía o hacía explicaciones naturales y jocosas. Se añadía que tenía una hermana melliza carente de tales facultades, lo que sorprendía también a quienes investigaban aspectos físicos, la alimentación u otros detalles de la vida de aquel joven. Alguna opinión llegó a apuntar que su habilidad, natural o aprendida, podía provenir de su cuna toledana, de ciertas fórmulas de los antiguos alquimistas de la ciudad.
Digamos que el contenido del folleto editado en 1806 ya circuló, en julio de 1803, en El Mercurio de España , periódico madrileño que relató la actuación de Faustino Chacón en la casa de Francisco Antonio de Zea, un ilustre botánico y activo político en las colonias españolas, según refiere el experto en la historia del ilusionismo Ramón Mayrata (2013). Es decir, antes de que el profesor Robinson viajase con el toledano a París –presentado allí como Senor Lionetto -, mostraron con prisas aquel prodigio a doctas personas de la Corte que no pudieron verificar calmadamente si aquello era un raro fenómeno o una falacia.
Los secretos de Chacón
En enero de 1805, Minerva, otra cabecera madrileña, en una sección sobre Física, repasaba diversos ejemplos de «hombres incombustibles», citando entre ellos el caso de Faustino. También se aludía a un impreso titulado Arte de hacerse incombustible que explicaba el manejo del fuego a lo largo de la historia, basado en «la astucia y el engaño» para no quemarse como sabían hacerlo antiguos saludadores en los Juicios de Dios. Así, el artículo concluía que lo de Chacón era pura «maña y artificio». La venta de aquella publicación que rescataba viejos trucos la anunció el Diario de Madrid , el 19 de mayo de 1806, en la librería de Cerro de la calle de Alcalá, cuando ya, de vuelta a España, Faustino proseguía con públicos alardes y su historia se difundía en los citados impresos conservados en el Archivo Municipal de Toledo: Breve discurso sobre las operaciones del hombre incombustible.
Sin embargo, Faustino, bajo el nombre de Lionetto, aún triunfaría en Nápoles en 1809 y otras ciudades extranjeras asombrando al público con unos supuestos poderes ideados sobre antiguas técnicas para no quemarse. En 1828, el Correo Literario y Mercantil aún recordaba las artes de Chacón y el referido Arte de hacerse incombustible , rebatiendo su creída fortaleza ignífuga, puesto que, según indica Ramón Mayrata, un criado de nuestro faquir, llegó a revelar en Madrid los secretos de los números que hacía su amo. No tenemos más noticias sobre la evolución del resistente toledano a quien, el mítico mago y escapista Harry Houdini (1874-1926) evocaría, en 1924, en su libro Miracle mongers and their methods. Señaló al «incombustible spaniard, señor Lionetto» como uno de los grandes farsantes de los habidos en varios países que, con viejos trucos, lograron engañar o, al menos, hacer dudar a los estudiosos que le conocieron.
Con el paso del tiempo, de Faustino Chacón permaneció el recuerdo de unas portentosas dotes que asombraron al público y a los sabios de su época. Al final, su personalidad sería abrasada por el fuego racional de las ciencias físicas junto con la revisión de antiguas y olvidadas recetas propias del faquirismo escénico.
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