Luis Peñalver
El estoque damasquinado de Frascuelo
![Frascuelo fue el mayor estoqueador de la historia de la tauromaquia](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2015/12/06/salvador-sanchez--620x349.jpg)
La emoción me embarga al tomar en mi mano el soberbio estoque de Salvador Sánchez Frascuelo, que después de 130 años ha vuelto a Toledo . Sobre todo cuando leemos, en la biografía que en 1934 Hernández Girbal dedica al matador de Churriana, que el mayor estoqueador de la historia de la tauromaquia no lo mantuvo en una vitrina sino que lo enterró en el morillo de los duros toros de Colmenar o los poderosos morlacos de Veragua y Miura , toros fieros de aquellos tiempos heroicos que llevaban a tomar hasta veinte varas. «Este fue el famoso estoque número 6 que Salvador usó desde entonces con mucha preferencia». Añade su biógrafo que «era un arma terrible, de tal peso, que los toreros de hoy, acostumbrados a la ridícula de mentira, necesitarían de las dos manos para manejarla. Sólo su puño de acero era capaz de aguantarlo, porque siempre deseó la verdad en todo, sin recurrir a tranquillos y marrullerías. Por este pundonor y esta honradez le cogieron los toros».
![El estoque de Frascuelo](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2015/12/06/estoque--510x286.jpg)
Sufrió en efecto más de 30 cogidas, 15 de ellas graves y dos gravísimas. Estando aún convaleciente de una grave cornada que le propinó en Granada un toro de Adalid, en el mes de julio de 1885 el pundonoroso torero hizo el paseíllo en la plaza de Valencia. Entre la afición que lo aclamaba se encontraba su amigo íntimo y acérrimo frascuelista Vicente Andrés y Tarín , un famoso médico valenciano que se hizo rico arreglando la dentadura a la gente pudiente y que seguía las actuaciones del torero por todas las plazas de España. Quiso este doctor testimoniar al matador su agradecimiento y admiración con un valioso obsequio, un lujoso estoque forjado y templado, según nos cuenta su biógrafo, por un herrero de Alboraya al que llamaban el tío Toni. La hoja fuerte y flexible estaba rematada por un puño damasquinado en Toledo , realizado con toda seguridad, por la factura y por los motivos que exhibe, en el mejor taller que había en la ciudad del Tajo, el de Mariano Álvarez, el gran maestro de los damasquinadores toledanos al que ya le dedicamos en este diario un artículo. La empuñadura, el pomo, el arquillo y los gavilanes están primorosamente damasquinados en oro y plata, al igual que la vaina. En la cruz podemos leer escrita en hilo de oro la dedicatoria: «A Frascuelo, su amigo, Vicente Andrés.1885».
De modo que esta maravillosa espada había sido damasquinada en Toledo, la ciudad a la que Salvador se trasladó desde la vega granadina con su familia en 1852, cuando apenas contaba diez años. Y fue en Toledo, la vieja ciudad morisca en la que su padre encontró trabajo como administrador de Consumos, donde el muchacho presenció su primera corrida de toros y en la quizás empezó a soñar con el destino lleno de triunfos que le reservaba el futuro. Era víspera del Corpus y el niño, junto con su hermano mayor Frasco, logró colarse en la plaza para ver torear nada menos que a Francisco Arjona Guillén Curro Cúchares y a José Redondo El Chiclanero . Lo que no sabía el joven Salvador era que con el correr de los años él iba a convertirse en el torero más popular y aclamadode esta estirpe de héroes románticos.
La suerte del estoque
Y ahora imaginémonos a Frascuelo con este soberbio estoque citando a matar en corto y más ceñido que ningún otro maestro, con el brazo y la espada a la altura del pecho formando una sola línea. Sobrio y eficaz con la muleta, el de Churriana fue insuperable con el estoque; como escribe un crítico de la época, «al formar la puntería para dar la estocada ponía un gesto tan duro, arrugado el entrecejo, que bien se conocía su decisión para matar o morir con honra». Recordaba Azorín que «como se tiraba Frascuelo no se tira hoy nadie». Y escribía Gregorio Corrochano que fue el matador que más emoción dio a la suerte suprema: pisando al toro su terreno, «arrancaba obligando mucho al toro, y el encuentro de aquellos dos esfuerzos era brutal. Muchas veces salían rodando cada uno por un lado; el toro, muerto; el torero, triunfante. Todo esto ejecutado con una perfección de la arrancada, dando el paso hacia delante».
Desconocemos cuál fue la suerte del estoque tras la muerte del matador, acaecida en 1898. Sabemos que perteneció a K-Hito, seudónimo del escritor, historietista y cronista taurino Ricardo García López, de quien pasó al torero y pintor Miguel de la Torre. Hoy este tesoro, único por su valor histórico, testimonio vivo de la historia del toreo, pero también por su preciosa labor de damasquinado, ha regresado a Toledo.
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