Universidad

La Escuela de Arquitectura de Toledo, diez años de vida y talento

En esta década se han formado 114 arquitectos en un centro en el que estudian 300 alumnos en la actualidad

Taller de construcción en Metal, año 2017
Valle Sánchez

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Sillas de múltiples diseños y colores y un gran barco de madera nos reciben en la entrada de la Escuela de Arquitectura de Toledo , en uno de los edificios del campus de la Fábrica de Armas. Bastan unos segundos para darse cuenta de que no es un centro universitario al uso; se respira creatividad y talento en el ambiente, entre las risas y las voces de los 300 alumnos, unos 50 por curso, que estudian para convertirse en arquitectos del siglo XXI. Ellos, junto al cuadro de profesores, son la fuerza humana que empuja esta Escuela de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) que fundó hace diez años Manuel de las Casas en Toledo y que ha formado ya a 114 arquitectos.

El día de la visita de ABC se celebra una conferencia sobre el arquitecto Rafael Moneo y también está por el centro Peter Wilson, un arquitecto de origen australiano, que se tituló en Londres y que desarrolla su labor en Münster, en Alemania. Curiosamente fue una conferencia suya con la que se inauguró la Escuela hace ya una década. «La escuela se enriquece con la visita de profesionales y docentes de otros lugares como una actividad diaria, como mínimo tenemos dos o tres conferencias o sesiones críticas a la semana», explica la subdirectora de la Escuela, Dolores Sánchez Moya, que resalta también el espíritu de familia con el que conviven profesores y alumnos que les lleva a viajar todos juntos, los cinco cursos, una vez al año por el mundo para descubrir arquitecturas y paisajes. Este año toca Praga, antes de Semana Santa.

La Escuela de Arquitectura de Toledo tiene más aspectos que la hacen diferente al resto: el primero es su esencia de grado habilitante, con 330 crédito, que habilitan para ejercer la profesión de acuerdo a la legislación vigente, con las mismas competencias de un master y, el segundo, es su vinculación con el patrimonio de la cuidad en la que trabajan, en donde han desarrollado varios proyectos: el último, la senda ecológica de la Vega Baja un proyecto realizado por varios profesores en colaboración con la R eal Fundación Toledo y el Ayuntamiento y que ha sido estudiado y analizado in situ por los alumnos. O el proyecto de recuperación del callejón de Menores, que se presentó en la Bienal de Venecia, sin autor, como trabajo colectivo de la Escuela, siguiendo el espíritu de familia del que habla la subdirectora.

También se trabaja fuera de la ciudad y ,en estos momentos, los estudiantes de tercero se están realizando un proyecto de investigación Quero, según cuenta Sánchez Moya , «realizando un análisis gráfico del lugar para reclamar la arquitectura popular y los valores del paisaje urbano de los pueblos de la región, y proponer pequeñas intervenciones que sean útiles a estos lugares» y «acabamos de trabajar en Quintanar con unas piezas de arquitecturas moderna muy importantes del arquitecto Rafael Aburto ».

Volviendo a las primeras impresiones de la entrada a la Escuela, con el barco y las sillas, la subdirectora revela su secreto: «Desde el comienzo de la escuela se imparte en segundo curso la construcción con madera que siempre ha dirigido el arquitecto Javier Vellés y recientemente se han incorporado los profesores Emilia Benito y Luis Martínez . El barco fue construido por los estudiantes en la carpintería, que de esta forma aprenden las cualidades del material y sus uniones de forma práctica además de teórica». Afirma que «la construcción de un barco y la razón de ser del empleo de cada tipo de madera en cada uno de sus elementos no está tan alejada de la arquitectura porque construir algo con las propias manos es una enseñanza inolvidable». De las sillas afirma que han sido los alumnos en segundo curso, una etapa en la que el estudiante se enfrenta con varias cuestiones que estarán presentes en su profesión: «el empleo del material adecuado y su manejo, el dibujo para que otros profesionales puedan construir lo que los planos expresan, la relación con los artesanos y el valor de su trabajo: el herrero, el carpintero...» ahora, «los estudiantes los dibujan, analizan su razón de ser, sus proporciones y adaptan el proyecto a las posibilidades materiales que tienen a su alcance y los artesanos con los que van a trabajar». «Pensamos que es un ejercicio de un gran valor didáctico», asegura Sánchez Moya.

Por último, respecto de las actividades de la escuela en la ciudad y la región, además de los proyectos de investigación, de experiencias como Menores , de las exposiciones que se han venido celebrando, explica que la escuela también organiza desde el primer año un encuentro de arquitectura (MAET) donde la crítica tiene un papel relevante, abierto a la ciudad, en el que los estudiantes asisten a jornadas de exposición de proyectos por parte de sus autores y debates con críticos y otros profesionales que los cuestionan. También desde el primer año se celebra MUTE, un festival internacional de música contemporánea donde nos visitan grandes compositores e intérpretes de nuestro tiempo.

Nuevo edificio

Y para celebrar este décimo aniversario, la Escuela de Arquitectura ha recibido hace unos días una buena noticia . El rector, Miguel Ángel Collado, anunció que se va a construir en el campus de la Fábrica de Armas, a pocos metros de donde trabajan en la actualidad, un nuevo edificio para albergar su sede definitiva. Se van a intervenir en una superficie de 3.700 metros cuadrados en el taller de Espoletas en la Fábrica de Armas, que va a mantener la arquitectura original y su valor histórico y patrimonial. Según el rector, el centro estará operativo en un plazo de dos años y para ello este proyecto se sacará en breve a licitación por 3,6 millones de euros.

El taller de Espoletas es una de las naves que aún queda por rehabilitar en el campus, que albergó uno de los últimos talleres que se construyeron en el recinto de la Fábrica, en el siglo XX. La subdirectora de la Escuela explica que el edificio -que fue durante muchos años utilizado como cocheras- tiene una sala hipóstila, un gran espacio que la estructura se organiza por pilares, «lo que la convierte en una nave muy versátil porque se puede ocupar el espacio de muchas maneras».

Cuando la Escuela se fundó el edificio ya estaba señalado como futura sede. Ahora se encuentra en un estado avanzado de ruina por la paulatina desaparición de las cubiertas y los problemas de cimentación que ha provocado la proximidad al río, aunque hace diez años, se realizaban muchas actividades, como conferencias y talleres de los alumnos. Sánchez Moya , que además de subdirectora es profesora de Proyectos y Composición del Jardín y el Paisaje, explica que el edificio tiene mucho que ver con la enseñanza que imparten porque «no tiene compartimentos estancos». «En las enseñanzas de la escuela hay mucha transversalidad, colaboramos los profesores de diferentes materias en ejercicios comunes. Tenemos asignaturas características propias de nuestra escuela que son los Talleres de proyectos de arquitectura y urbanismo, son asignaturas de muchos créditos en las que confluyen varias materias. Por ejemplo, en el taller de quinto se imparten construcción, instalaciones, composición del jardín y del paisaje, estructuras en coordinación con el proyecto de arquitectura, son materias que en otras escuelas se imparten por separado».

Por eso, este taller es perfecto para albergar la sede de la Escuela de Arquitectura. Amplio y diáfano, para continuar trabajando igual, con la misma ilusión que en estos diez años.

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