A cuerpo gentil
El nuevo libro de poemas de Santiago Sastre
De nuevo, aparece Santiago Sastre en la plaza pública con un libro de poemas debajo del brazo, titulado A cuerpo gentil , título del poema básico del libro. Y así es como sale al encuentro de los lectores, y locuaz y ocurrente sin límites, y divertido e ingenioso y con una no pequeña ración de optimismo y de vitalidad y destellos de humor, y a cara descubierta y sin ropaje alguno que cubra la sinceridad de sus pensamientos. En efecto: el jugueteo lingüístico procedente de la ruptura de las frases hechas y de asociaciones insólitas y de situaciones ordinarias surgidas del diario vivir («Elogio al mal tiempo»); la paradoja genial y ocurrente: «El mal tiempo hace que me abrigue/ pero a la vez me desnuda,/ me deja más a solas con lo que soy/. Doblo mis ganas de salir/ y las guardo junto a las camisetas» ; lo anecdótico y lo cotidiano hilvanado entre los pucheros teresianos… Todo ello recorre las páginas del libro. Y entre todo, se desliza otra no menor ración de filosofía reglada y no exenta de seriedad reflexiva («No permitas que la vida pase en vano») y en la que el amor es el elemento esencial para «vivir/ a tumba abierta«, pero desprovista de cualquier síntoma de solemnidad; no obstante, es necesaria para vivir conforme con uno mismo. Así pues, entre ese jugueteo y optimismo vital, aparece lo serio y reflexivo con el apoyo, muchas veces, de poetas y filósofos españoles –muchos de ellos nombrados y aludidos entre versos o variando el título de algunos de sus poemas: «El don de la sobriedad», y extranjeros, de los que también violenta el título de alguno de sus libros: «Elogio de la amistad»… También gusta Sastre de jugar con los pronombres personales a modo de Pedro Salinas, al que dedica un poema muy logrado. Ingeniosidad, ocurrencias insólitas muy logradas: Canto a «la sombra/ que siempre viene a mi lado».
Entre esa ración de filosofía extraída de la cotidiana experiencia de vivir y de la autorreflexión o diálogo consigo mismo, como dicen Unamuno y Antonio Machado, están la invitación a ser agradecidos, a luchar contra la soledad de la mano de Lope de Vega en «De mis soledades vengo»; a no cansarse «de ser bueno»; también, contra el afán de posesión … Pero en estas reflexiones, el amor se alza con la voz cantante de diversas maneras, una de ellas sabiendo que el amor es dolor, pues duele lo que se ama («Por eso Salinas decía que el dolor/ es la última forma de amar»), de modo que después de ver «cómo arde/ esa Roma que has construido/…/ Te preguntarán cuántas veces/ de verdad y por amor/ has muerto antes de tiempo./ Es la única manera de no tener miedo/ a traspasar la fina tela de la mortalidad». También la amistad goza de protagonismo en el poemario: « La amistad es más sana que el deporte./ Con los amigos se vive más y mejor./ Ellos añaden una nueva sal/ a la vida».
El diálogo intimista o reflexivo o conversacional con un tú próximo e individualizado es la forma de expresión elegida por el yo poético, y se aviene muy bien con el tono y el carácter narrativo del poemario. A veces, ese «mudo oyente» se muestra muy concreto al referirse a un tú femenino consabido, sobre todo cuando se refiere a Gabriela, su hija, en «El beso de buenas noches», muy entrañable, que aún gusta dormir entre juguetes y ositos de peluche. En algunas ocasiones, pocas, el receptor es genérico; en cualquier caso, se trata de «mudos dialogantes» próximos, por lo que surge una poesía intimista y, a veces, demasiado coloquial –numerosas frases hechas, perífrasis evitables, nexos subordinantes evitables también y lenguaje más espontáneo que seleccionado, etc.-, tanto que excede en su prosaísmo por exclusivo deseo del autor al no decidirse a estrujar la forma de expresión: con ello eliminaría lo rebosante prosaico y sería más lírica y más poética, sin dejar de ser y de estar entre esos «pucheros» teresianos antes aludidos. Como recursos literarios, acude con frecuencia Sastre a la yuxtaposición numerativa, a la anáfora y a la personificación («La viveza del abedul»); lo demás, lenguaje próximo, frases hechas, muchas rotas para lograr efectividad, algún ejemplo de fonetismo expresivo y ejemplos de apareamientos. Todo en consonancia con el tono y el carácter conversacional elegido.
Es, además, este nuevo poemario de Santiago Sastre, expresado en versos libres, cargados de ritmo y de musicalidad, una muestra más de su continuada generosidad, pues numerosos son los poemas dedicados a compañeros, amigos y poetas, entre los que subrayo el dedicado a Luis Riaño, donde manifiesta su agradecimiento a los maestros: «Benditos sean los maestros,/ con su mansedumbre, / con su tiza gastada,/ con su ternura para sacar/ lo mejor de los niños…» . También tributa homenajes a otros poetas (a Rafael Morales, a Luis Rosales, a Kavafis, etc.). Se encuentra también algún ejemplo de haikús, sintético y puntual.
Todo lo distribuye en cuatro partes de distinta extensión, de las que la última consta sólo de un poema: «Quédate en casa». Y todo ello se encuentra precedido de un prólogo e ilustrado con dibupoemas del propio autor.