Antonio Illán Illán - Opinión

2020, el Corpus no Corpus de Toledo

«Este año por obra y gracia del coronavirus la más hermosa obra de orfebre que haya en la tierra no va a brillar por las calles, solo algunos invitados tendrán el privilegio de admirar su presencia en directo»

Por Antonio ILLÁN ILLÁN

El Corpus Christi de Toledo en el tiempo de la pandemia no es la fiesta del barroquismo colorista, en la que se entremezcla el espíritu y las sensaciones, la fe y la fantasía, la tradición y la cotidianeidad. La fiesta de la Iglesia no va a trascender al pueblo. Ese día festivo oficial en toda la Comunidad Autónoma, pero va a ser un día vacío. No habrá ese esplendor de la ciudad que entra por los ojos. El colorido multiforme y heteróclito se enseñorea de las calles y plazas, especialmente en aquellos lugares en los que los toldos marcan el recorrido de la procesión con la magnífica custodia de Arfe será la nada o acaso un recuerdo. 

Este año por obra y gracia del coronavirus la más hermosa obra de orfebre que haya en la tierra no va a brillar por las calles, solo algunos invitados tendrán el privilegio de admirar su presencia en directo. La custodia de Arfe es el centro de la procesión pero no habrá procesión. La procesión es una representación en sí misma, casi un auto sacramental, el centro de la fe y la justificación objetiva de la fiesta para el universo de los creyentes, pero este jueves que brilla más que el sol relucirá solo la sombra de la ausencia. Dios transustanciado no va a pasear por las calles toledanas acompañado por los representantes de la iglesia y de los poderes terrenales. La laicidad no la ha traído el hombre sino el covid19.

No quedan noticias, ni alguna remembranza y ninguna pervivencia de aquel danzar y aquella música de aspecto festivo y alegórico de antaño, como podemos apreciar en el texto antiguo que dice: «Todos así clérigos como seglares, canten de gozo y regocijo cantares de loor. Todos den a Dios himnos de alegría. ¡Cante la Fe, la Esperanza salte de placer y la Caridad se regocije!, ¡alégrese la Devoción!, ¡tenga júbilos el coro!, ¡la Pureza se huelgue!, ¡acuda cada cual con pronta voluntad y ánimo alborozado poniendo en ejecución sus buenos deseos y solemnizando la gran festividad que hoy se instituye!».

Este Corpus Christ i, en el que lo religioso es la esencia y lo festivo-popular la circunstancia, se ha desvanecido en una celebración para invitados. Es lo que hay. Es bonito de ver y es muy propio para sentir. La procesión, el eje sobre el que todo gira, no pisará la calle. No habrá hermandades, ni cofradías, ni clero, ni autoridades, ni militares, ni Dios, nada, la calle vacía.

Al Corpus Christi de Toledo , fiesta grande de la ciudad, hay que venir alguna vez en la vida. La experiencia de este año, el no Corpus, va ser única. Hay que sentir el Toledo de las siete de la mañana sin las hierbas aromáticas por el suelo, sin toldos, sin adornos, sin las sillas desvencijadas de algunos lugares, sin gente. Este paseo va a ser pura meditación y un profundizar en la procesión interior que cada uno albergamos en nuestro corazón.

Este año el Corpus toledano, la religión en la calle, la procesión con la presencia humanizadora del Dios-hecho-hombre en el pan consagrado no están presentes. La importancia de la vida ha roto la tradición. No pasa nada. El mundo está bien hecho. Esto es la Fiesta de la no Fiesta. Queda la creencia o la no creencia y la libertad de cada ciudadano para vivirla de acuerdo a su albedrío.

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