Enrique Sánchez Lubián

Contubernio antifraquista en el Palacio de Munárriz

Noviembre de 1965, discreta reunión en Toledo

Asistentes a la reunión de la Comisión Española del Congreso por la Libertad de la Cultura celebrada en la casa toledana del arquitecto Chueca Goitia, quien aparece sentado, en el centro, acariciando a su perro

Por ENRIQUE SÁNCHEZ LUBIÁN

En la colación de la antigua parroquia toledana de San Lorenzo , a escasos metros del Colegio de Infantes, actual sede del Museo de Tapices de la Catedral Primada, se encuentra el Palacio de Munárriz, antigua casona construida en 1536 que perteneció originariamente a Rodrigo Niño de Guevara y en cuya dirección de obras intervino Alonso de Covarrubias. Sus estancias fueron habitadas por el canónigo Andrés Munárriz , quien mandó colocar la «Campana Gorda» de la Catedral Primada. De entre sus elementos artísticos destacaba una bella portada renacentista, a modo de arco triunfal, que hoy se encuentra a la entrada del Cigarral del Ángel . Arruinado durante los primeros años del siglo XX, en la década de los cincuenta el caserón fue adquirido por el prestigioso arquitecto Fernando Chueca Goitia , quien lo recuperó y lo convirtió en lugar de residencia para sus estancias en actual capital regional. Su recuerdo hoy, en las páginas de este suplemento cultural, no responde a un interés por los valores patrimoniales o artísticos de tan histórico inmueble, sino por el aniversario de una destacada reunión de intelectuales y profesionales antifranquistas que discretamente se juntaron allí en noviembre de 1965. Eran los miembros de la Comisión Española por la Libertad de la Cultura y se cumplen cincuenta años de aquello.

Durante el encuentro toledano se debatió sobre las relaciones entre Cataluña y Castilla. En la imagen, en primer término a la derecha, José Luis López Aranguren junto a Martí Zaro

El Congreso por la Libertad de la Cultura fue una institución impulsada por Estados Unidos que inició sus actividades en Berlín en el año 1950, fijando su sede en París y manteniendo delegaciones en una treintena de países. La finalidad teórica del Congreso era contribuir a la defensa del derecho a la crítica y el pensamiento libre, aunque su vocación más real era potenciar la imagen de los Estados Unidos y fundamentar en Europa posiciones anticomunistas en plena guerra fría. Para el desarrollo de sus actividades contó con numerosas personalidades de todo el mundo bajo la dirección del compositor Nicolás Nabokov , primo del reconocido escritor ruso de idéntico apellido, destacando en el ámbito hispanoamericano personas tan singulares como Juan Ramón Jiménez, Américo Castro, Vicente Aleixandre, Jorge Luis Borges, Ramón J. Sender, Camilo José Cela, Jorge Guillén, Francisco Ayala o Pedro Laín Entralgo . Como órgano de expresión, en 1953 salió el primer número de su revista trimestral Cuadernos , cuyas páginas quedaban abiertas a «los intelectuales de todas las tendencias democráticas». Junto al respaldo económico a publicaciones diversas, el Congreso financió la realización de estudios, ensayos, asistencia a congresos o seminarios e incluso ayudas a conocidos antifranquistas liberales de la época. En el marco de esas actividades se encuadró el encuentro auspiciado por el arquitecto Chueca Goitia en Toledo con la finalidad de debatir sobre los problemas derivados de la convivencia de comunidades diferentes en España.

Durante tres días, al amparo de los históricos muros del Palacio Munarriz, figuras como Ernest Lluch, José Luis López-Aranguren, Enrique Tierno Galván, Joan Reventós, Dionisio Ridruejo, José Antonio Maravall, Domingo García-Sabell, Rafael Lapesa o José María Castellet, intercambiaron ideas y reflexiones. Casi todos ellos tuvieron años después un destacado protagonismo en el tránsito de la dictadura franquista a la democracia. De entre las ponencias debatidas en aquel fin de semana otoñal, causó gran interés la presentada por el joven economista Ernest LLuch sobre la balanza comercial y fiscal de Cataluña respecto al resto de España. También destacó una intervención del filólogo catalanista Antonio Badía, quien aportó datos sobre la pérdida de importancia de catalán frente al castellano en la ciudad de Barcelona.

Un año antes, el grupo se había reunido en casa del financiero y mecenas Félix Millet , iniciando unos coloquios Cataluña-Castilla con el propósito de reflexionar sobre la convivencia entre regiones españolas diferenciadas.

La credibilidad y prestigio del grupo quedó seriamente dañada unos meses después de la reunión toledana, al publicarse en The New York Times una serie de artículos donde se destapaba que la CIA había destinado millones de dólares para infiltrarse en el Congreso y financiar sus actividades. Estas revelaciones causaron un hondo pesar en sus miembros, quienes durante el transcurso de una asamblea general celebrada en París, en mayo de 1967, condenaron haber sido engañados por la agencia norteamericana y el mal que la misma podía haber originado a su causa, considerando que tal acción podía «corromper las fuentes mismas de la libertad intelectual». Algunos de sus miembros, como el escritor Antonio Buero Vallejo , abandonaron el grupo, que poco a poco fue perdiendo presencia y derivando sus actividades hacia la reconversión en empresa editorial.

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