Constantino Molina: «En mi libro está mi padre, pero también Paco Umbral, El Qujote o José Bono»
El poeta de Pozo Lorente se pasa al relato, una especie de diario donde habla de su pueblo...y del mundo
Trabaja hace tres años en el Museo Thyssen, en Madrid, aunque él es de Pozo Lorente (Albacete) . «Todas las tardes de mi vida atrapado en el museo; yo digo que soy tendero del Thyssen, personal de tienda un poco más centrado en el libro, pero cobro postales, imanes y cosillas de esas; al menos estoy rodeado de arte, lo que tiene su encanto», dice con su característica ironía este poeta albaceteño de 36 años que ha ganado los premios más prestigiosos a nivel nacional, desde el Adonáis, con ‘Las ramas del azar’ , hasta el Premio Nacional de Poesía Joven en 2016 , cuando trabajaba en un supermercado. «A la semana de ganarlo, me echaron a la calle», cuenta. Luego se fue a vivir a Madrid, y encontró piso.
Ahora tiene casi terminado un nuevo poemario que le gustaría publicar en 2022, pero lo último es que acaba de publicarse su primer libro en prosa, ‘El canto de la perdiz roja en interior’ (editorial Sr.Scott), un texto-diario donde se mezclan vivencias de la infancia, reflexiones vitales, descripciones de su pueblo y recuerdos recientes, como la muerte de su padre en la Nochebuena de 2018, algo que le marcó y que está muy presente en el relato , pero sin estarlo muy explícitamente, aunque ejerce de mar de fondo constante en las 142 páginas.
«El cuerpo me pedía prosa y se dio la circunstancia vital de que me tuve que ir al pueblo por la enfermedad de mi padre. Escribí este libro de una forma casi terapéutica y tiene un hilo narrativo en el que se mezclan el presente y la memoria». Su padre murió de un cáncer fulminante, del que nadie sabía hasta que enseñó la cara, y el poeta reflexiona sobre la presencia desconocida de la enfermedad, de esa «perla» dentro del cuerpo de su progenitor que «nadie veía aunque brillaba más que el reactor de mil centrales nucleares juntas».
Continúa el relato de Constantino Molina en Pozo Lorente, y aparecen sus gentes, el bar —centro neurálgico de la vida social del pueblo—; los animales como personas, compartiendo la vida de los humanos. «Describe bien tu pueblo y habrás descrito el mundo» (León Tolstói) es la cita con la que se inicia esta historia.
Y los paisajes, las viñas de su padre, ese arte de la poda en la que «hay que tener en cuenta muchas cosas, una visión tridimensional; afecta mucho la forma en que esté cada uno ese día, y eso, de alguna manera, se tralada después al vino».
Los animales con los que Molina se cruza en sus paseos diarios, también nocturnos, como esa ojeva solitaria varada siempre en el mismo sitio , o esos perros conocidos por su nombre por todos los vecinos, son personajes más del relato. «La convivencia con los animales en el pueblo es muy llamativa porque la verdadera ecología está muy presente, como también está la muerte. En esa convivencia con los animales se ve muy clara esa parte de crudeza que no deja de ser muy hermosa, la verdad», señala.
El bar y la despoblación
El bar es fundamental también en el relato , «no solo en mi pueblo sino en todos los pueblos de España; un pueblo puede no tener ayuntamiento o tienda o colegio o centro médico, pero si no tiene bar está muerto, va a pique». Pozo Lorente, con unos 370 habitantes en la actualidad (llegó a tener 1.500 en la década de los 60), no se salva de la despoblación. «Yo la percibo cada vez que vuelvo a mi pueblo ; un año ha cerrado el colegio, y otro dos de las tres tiendas que había. Uno puede ser autosuficiente aquí si no es muy exigente y tiene un alma franciscana y eremita. Si no te pide el cuerpo mucha marcha, se puede subsistir, puedes comprar ropa en el mercado , pero a veces llega el paquetito de Amazon a alguna puerta. Claro, el mundo del capitalismo llega a todos lados y uno puede comprar desde Pozo Lorente cualquier cosa».
El poeta tiene «a ratos» el alma franciscana , las aves, las estrellas, las noches frías del invierno, los lúganos, y «el canto de la perdiz roja en interior» (su familia convivía con las jaulas de perdices que traía su padre), pero otras se aleja del pueblo «para apreciarlo más cuando vuelvo de la ciudad». El encanto del contraste.
Con otros autores que se han pasado de la poesía a la prosa, como Manuel Vilas , que funde vidas privadas con la actualidad política o la Monarquía, el poeta de Pozo Lorente dice no identificarse. «Lo de Vilas me lo han dicho por la presencia del padre, pero en mi libro está presente Paco Umbral, El Quijote , la ironía, el humor, el disparate, que viene de ambos; Julio Camba , con cierta sárita más desapegada, más cruda; Michel Houellebecq o Iñaki Uriarte . Esa sería como la ‘playlist’ del libro».
En cuanto a la política, por las páginas de ‘El canto de la perdiz roja en interior’ se pasea José Bono . «Cuando yo era un niño, Bono era el Rey del mundo. El verdadero Rey nos daba igual, para nosotros era Bono, y eso no ha vuelto a existir en Castilla-La Mancha. Luego desapareció y nos dejó una región un poco huérfana sin esa estrella mediática. Bono es único e inimitable, era el mesías de Castilla-La Mancha . Y ahora Page trata de beber de él, es una influencia más clara que la mía con Vilas (sonríe), que para mí no es una referencia literaria. Yo lo que robo es de más atrás. Los malos escritores imitan, los buenos robamos, como decía Picasso».
Lo cierto es que la muerte del padre de Constantino Molina, esa presencia que está en el libro, pero invisible en cierto modo — «el dolor, en realidad, te deja mudo» , subraya—, ha propiciado que los lectores de su poesía tengan la oportunidad de conocerle como narrador. Se trata de un libro ameno, divertido y triste, tierno y a veces cruel.
Cuando se le pregunta para cuándo esa novela, responde: «a ver si me la piden de la editorial Planeta y cuando apalabre con ellos el premio, ya veremos». Pero sobre todo: «me encantaría que la leyera Bono».
Noticias relacionadas