Carlos Rodrigo
Humor prohibido
«La autocensura es una de las grandes pandemias de este tiempo»
El otro día nos preguntábamos unos amigos, menos de seis por supuesto, por el monotema o mono tema este de la pandemia , sobre qué quedará de la vaina cuando acabe esta mandanga, o dicho más poéticamente, qué perdurará con vigor de eterno privilegio cuando ya nada importe.
Los aportes fueron variados y muy fundamentados hasta el delirio, algunos más o menos optimistas o catastrofistas según estados de ánimos y caracteres; por todos cito:
-El ir ya siempre con mascarilla.
-La supervivencia del pequeño comercio como resto arqueológico.
- El teletrabajo , el telesesteo y la muerte de AVE de lunes a viernes.
-Una oportunidad de oro para eso que llaman la España despoblada , por aquello de que con el teletrabajo uno ya no tiene excusa para no volver al pueblo…
-La vuelta a los espectáculos culturales callejeros y no masificados.
-El que ya nunca más se salude con dos besos.
-El que ya nunca más volvamos a un concierto de Metallica .
-La imposibilidad de ligar en un bar, como si antes lo lográramos, la robotización definitiva de las citas.
- El cierre de los teatros y su reconversión en casa de apuestas, con todas las precauciones, salvo para el bolsillo, y con aforo limitado, eso sí.
-La segunda juventud de las ciclostatyc y de las sansilvestres virtuales desde el salón de casa.
En fin, un sano ejercicio de futuribles y búsqueda de nichos de mercados toledanos o bolovianos, según se mire… todo correcto, hasta que toma la palabra el filósofo de turno que se ha trasegado dos copas mientras mira de reojo masterchefcelebrity:
Yo no sé lo que traerá el cese del coronavirus, pero lo que parece que ha venido para quedarse es el miedo y autocensura ; y si no dime por qué este hombre está pidiendo perdón por algo por lo que no tiene que pedir perdón, o lo que es peor por lo que no siente que tenga que pedir perdón.
En la tele asomaba un humorista contrito, Florentino Fernández, disculpándose por haber hecho una parodia de un compañero que no se había sentido ofendido, pero que supuestamente sí había ofendido a un colectivo que en teoría representaba a ese concursante por su condición sexual; como si alguien pudiera representar a alguien sin su consentimiento. Un lío vamos. El caso es que el sainete acabó con la censura y borrado profiláctico para los restos de las imágenes de la parodia. Una parodia, por otra parte, blanca e inofensiva a más no poder . Una chorrada sin mayor maldad para entendernos.
Me da pena que no se pueda bromear de todo ; en un programa de televisión si un gag es malo no perdura, y si en programa tan amable algo perdura es porque es gracioso y a la gente no le molesta. Y en todo caso, como decía el de Los Ilegales: si no le gusta mi careto cambie de canal. Porque a dios gracias no se puede gustar a todo el mundo, y si te da esa sensación o incluso si tienes esa pretensión, malo mula.
No es sano que el humor venga impuesto, y menos aún por quien no tiene sentido del humor o no sabe reírse de uno mismo. No dejar que te parodien no tiende puentes, los quema, el que no sabe reírse de uno mismo es imposible que aprenda a reírse con los demás y de los demás. Debemos aprender a tantear los límites y a construirlos de aire para que cada vez sean más difusos y desaparezcan. Porque si no nos encontraremos que los mismos que se rasgan las vestiduras por según que muros, son los mismos a los que no les duelen prendas para construir otros; ser homosexual puede ser tan gracioso como no serlo, o tan agradecido o desagradecido como ser blanco, negro o mulato.
No creemos una generación de frustrados que no se atrevan a bromear o a decir lo que piensan porque si no vamos a acabar suspendiendo una obra de teatro porque un gilipollas, desde aquí pido perdón al colectivo de gilipollas del que tantas veces he tomado y tomaré parte en un futuro, diga que alguien es racista porque llame a otro gitano o moro cuando se lo ha estado llamando toda la vida, y no por eso han dejado de ser de la misma pandilla y llevar saliendo juntos desde los seis años.
En una época de distancia social y emocional estamos separando lo que nos une , la tolerancia, el sabernos diferentes y rematadamente imperfectos. Si uno tiene pluma tiene pluma y no pasa nada, si uno es sieso es sieso y punto.
Se puede aparentar ser educado, políticamente correcto, amabilísimo y desprender cretinismo, clasismo y arrogancia por todos los poros. Y también te pueden llamar tonto, maricón, calvo y gordo (en mi caso entre tres y cuatro de estos apelativos con bastante asiduidad), y saber que te lo están llamando con todo el cariño y el respeto del mundo, no todo el rato obviamente, gente que hasta en un momento dado daría un brazo por ti.
La autocensura es una de las grandes pandemias de este tiempo. El no atreverse, el no decir, la piel fina como arma arrojadiza , llevan al no hacer y a tener miedo; y e sa inquisición que empieza por nosotros mismos es un lujo que cultural, humana y vitalmente no nos podemos permitir con la que está cayendo, con la que estamos callando.
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