Antonio Illán Illán - Crítica

'La viuda valenciana' en el Teatro de Rojas

Un Lope en los tiempos del 'no es no'

Por ANTONIO ILLÁN ILLÁN

La viuda valenciana , la comedia en verso que escribiera un Lope maduro y que se publicase en 1620 con dedicatoria a su amor Marta de Nevares, bien peinada por Borja Rodríguez, mantiene en parte el carácter bufonesco que la confirió el autor, así como los tipos lopescos: el galán, la dama, el gracioso o los graciosos, con su peculiar donaire y variados matices, el verso muy bien tratado y, sobre todo, el motivo del erotismo y sensualidad de la caprichosa viuda, tallado con salientes caracteres y observado con alegre indulgencia, que es lo que asigna a la obra valores de innegable interés psicológico. La versión que lleva a escena la propuesta de MIC Producciones acerca a nuestro tiempo aquella visión adelantada del Monstruo de la naturaleza o Fénix de los ingenios y bien pudiera servir para justificar la posición de la mujer en el movimiento me too o en el más español «no es no». La transgresión y la modernidad son una verdadera atracción significativa de la puesta en escena.

Tanto en la obra de Lope como en la propuesta de Borja Rodríguez el protagonismo total lo tiene la viuda Leonarda y ella es quien marca los caminos de la acción que, tras un inicial encierro con visos de un cierto misticismo, se enamora súbitamente del joven Camilo, mas para no incurrir en contradicción con su programa de vida y para evitar el qué dirán, se propone darse un capricho de sultana y hace llevar al joven a su casa con los ojos vendados. Allí termina por pasar lo inevitable y, tras lo inevitable, Camilo también se enamora de ella mediante todos los sentidos menos el de la vista. Otros sucesos que se van intercalando con los pretendientes rechazados, que buscan no solo lo más sabroso de la mujer, sino también sus abultadas rentas, Camilo se rebela contra tan severa ley y al final todo se arregla. Lope lo solucionaría con la normalidad del matrimonio; en esta modernización sí terminan en pareja pero el concepto del matrimonio al menos no se teatraliza. Por supuesto el amor en esta obra, siendo el asunto sobre el que gira la trama, está desprovisto de la solemnidad que encontramos en otras obras lopescas. Es evidente que en esta comedia de cierto enredo se muestra el natural humano y hasta optimista del poeta y nos presenta un mundo que parece no conocer más dolor que el que ofrecen los obstáculos precisos para provocar el gozo de vencerlos y hacer más deleitoso el inevitable final feliz.

Evidentemente el puesto preponderante lo ocupa la mujer en el original y en la versión podemos decir que se actualiza y es ella la que impone el devenir de los acontecimientos. Está bien eso de hacer un Lope siglo XXI, desde luego es una buena fórmula para atrapar al público actual.

La dramaturgia propuesta por el director está trabajada hasta el minimalismo, tanto desde la dicción muy clara y acertada del verso, como los estudiados movimientos y las coreografías, lo preciso del gesto y el buen diseño caracteriológico de los personajes. Ha sido capaz de agilizar la obra y conseguir un ritmo mantenido que se expande en algunas escenas, como la de los dos pretendientes borrachos o las varias que muestran la relación sensual de Leandra ( Amalia Hornero ) y Camilo ( Alfredo Noval ), que son un dechado de expresión corporal.

La interpretación ha sido muy buena en general, consiguiendo momentos de excelencia en diversas escenas muy significativas. Sobresaliente sin duda está Amalia Hornero, no solo porque su personaje tiene todo el protagonismo, sino porque ella con su buen hacer, su buen decir, su sensualidad y su empatía sobredota aún de más protagonismo a Leandra. Muy llamativo ha resultado el dibujo que ha realizado Rafa Núñez de su personaje Urbán. Destacables han estado los dos pretendientes que pugnan por el amor de la viuda, con un trayecto que va de la simple comicidad a la farsa, cayendo quizá a veces en un innecesario histrionismo, por ejemplo, cuando cantan o cuando realizan el hiperrealista número de los beodos.

La escenografía, funcional e informalista, introduce elementos que crean sorpresa y que se integran bien en la época en la que se orienta el montaje (años cincuenta del siglo XX): la bicicleta, la moto o las pistolas. Lo mismo ocurre con el vestuario.

El montaje de La viuda valenciana , que se puede incluir en el arte nuevo de modernizar un Lope, resulta entretenido y atractivo, a veces divertido, y siempre con ese punto que te hace relacionar el contenido del teatro clásico español con la realidad que vivimos, en especial en el tema de la mujer.

El público del Teatro de Rojas aplaudió un trabajo actoral que consideró excelente.

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