Antonio Illán Illán - Crítica
El ruido con ritmo es otra cosa
Con Trash!, de Yllana y Töthem, echa el telón la temporada del Rojas
Para hablar con sabiduría de Trash! , debiera traer la opinión del gran «percuta» Dany Garay, que un día me dijo que «el ruido con ritmo es otra cosa». Y ciertamente es hasta ¡música!, entre otras muchas, como se demuestra en esta creación espectacular de Yllana y Töthem con la que se ha clausurado la temporada en el Teatro de Rojas de Toledo.
Es un espectáculo que no da tregua, que transmite vitalidad con la poderosa energía de las coreográficas percusiones con instrumentos inverosímiles extraídos de muy diversos elementos y objetos de desecho reciclados Los operarios/artistas saben sacar partido sonoro a botellas de plástico, bidones de todo tipo, el cubo de fregar y la misma fregona, el casco de operario, bombonas de butano, paraguas, pelotas, cajas de herramientas, bocinas, bolsas de basura… o el propio cuerpo de los actores.
El espectáculo, sonoro y visual y solo con algunos remedos de lenguaje da, sin embargo, a entender un contenido que en nada es ajeno a la realidad en la que vivimos: la excesiva sociedad consumista y derrochadora. Y todo esto lo resuelven con humor y con un desempeño artístico imaginativo y epatante que integra al público, con protagonismo total, en el desarrollo de la función.
En Trash! vamos a encontrar, además del ruido con ritmo que es música, baile, canción en directo, humor gestual y acrobacia en una propuesta multidisciplinar que a menudo se acerca a lo circense. Y la guinda del pastel es, como suele ser habitual en la trayectoria de más de treinta años de Yllana, la risa y la sonrisa que no se basa en el chiste fácil o la expresión bajuna, sino que es esa risa que nace del contento, de la alegría, del desparpajo, una risa blanca, a menudo hasta naif, sanadora, acogedora, aglutinadora, onmipresente.
La imaginación creativa de este espectáculo, que es capaz de hacer música con objetos que nunca tuvieron como objetivo las armonías del sonido, la podríamos contextualizar en el concepto del pensamiento divergente o lateral, que se caracteriza por la capacidad de generar múltiples e ingeniosas soluciones a un mismo problema. Podríamos poner el acento en la curiosidad y en el inconformismo con lo aparente o lo establecido. Sabemos que este tipo de pensamiento es muy común en los niños, ahí donde la alegría, la imaginación y la frescura ofrecen más libertad a sus razonamientos. Innovación, creatividad y nuevos objetivos escénicos es algo que apreciamos en Trash! Por eso este espectáculo trasciende, porque muestra un camino a quienes hemos gozado/sufrido una educación tradicional enmarcada en los excesos de la convergencia.
Ojalá hubiera más trabajos, esencialmente en el sistema educativo, como el que llevan a cabo estos adelantados de Yllana y Töthem , que nos muestran personas capaces de dar múltiples respuestas e ingeniosas ideas porque disponen de un alto potencial en eso que Edward de Bono llamó en su momento «pensamiento lateral».
Pero volvamos a la realidad escénica que tanto ha entusiasmado a los toledanos. Trash! es un espectáculo original y participativo para todos los públicos. Supone la utilización lúdica y creativa de materiales y objetos desechados por considerarlos inútiles. Cuatro hombres orquesta componen un grupo, o actúan solos a veces, y también interactúan con el público. El resultado es que nos sumergen en una experiencia rítmica y sonora muy festiva y gozosa, no exenta de sentido del humor. Y los asistentes se contagian enseguida del movimiento corporal de los actores/músicos y se termina integrando de forma espontánea en el espectáculo escénico.
Una voz femenina en off nos va introduciendo en el mundo sonoro caracterizado por elementos percutidos y también por sonidos silbantes que asemejan una flauta. Se suceden una serie de skechts con motivos musicales y ritmo trepidante que van in crescendo y que acaban siendo vertiginosos.
Los cuatro actores asumen roles diferentes en el grupo, lo cual da una riqueza de matices muy apreciable y una percepción prismática del conjunto. Uno parece el jefe achulado y mandón, pero con talante y gracia; otro es el gracioso con picardía; un tercero es el que parece «patoso» que no lo es tanto; y el cuarto es el «figura» simpático que vendría a ser como el galán en una comedia.
Magnífica la creatividad y la dirección de un espectáculo con infinidad de detalles que no se pueden dejar al albur de la improvisación o de la introducción de una morcilla. Y maravilloso el desempeño interpretativo de estos cuatro genios, que han sabido aunar el ruido (música), el ritmo, el movimiento, el gesto y la coordinación exacta y la complicidad permanente con los espectadores.
Si ya de por sí la actuación es de vértigo y de interés sin decadencia alguna, cuando introducen el número en el que invitan a dos personas al escenario añade más cercanía y un toque de comicidad por contraste entre lo que propone la compañía y lo que se atreven a hacer los ajenos a ella, con los que el público se siente identificado. Todo acaba bien, por supuesto.
Excelente obra para poner el broche a una temporada que ha tenido variedad y una notable calidad en general y dejar a los asistentes con el mejor sabor de boca para volver de nuevo al teatro cuando pase el verano. ¡Qué apropiada hubiera sido esta obra para ofrecerla al público juvenil en la campaña escolar!