Antonio Illán Illán - Críticia
Peribáñez de Lope/Vasco en el teatro de Rojas
Un clásico muy moderno
El Peribáñez de Yolanda Pallín/Eduardo Vasco es una muestra más de las maneras teatrales de calidad a que nos tiene acostumbrados la compañía Noviembre: textos clásicos accesibles al público de hoy sin perder las virtudes del original; respeto por la esencia de los contenidos aunque con un peinado inteligente de las obras; interpretación medida y equilibrada; dicción perfecta del verso con una claridad inusitada y manteniendo una entonación que prioriza el ritmo sintáctico; música en directo; escenografías funcionales; y vestuario con diseño de modisto relevante.
Esta propuesta de Noviembre cumple los objetivos de realizar un trabajo en el que el espectador pueda, mientras disfruta del espectáculo, plantearse algunas cuestiones sobre su presente contemplando una historia del pasado.
El Peribáñez , junto a Fuenteovejuna y El mejor alcalde el rey , son las tres obras de Lope de Vega del ciclo de historia y leyenda española, unidas por el tema del conflicto entre un noble y un vasallo. En las tres el Fénix de los ingenios se coloca del lado de los vasallos; aunque bien es verdad que en el último momento de la obra, el rey, supremo señor en la época antigua, reconoce la razón del campesino, que sabe ver, por encima de sus obligaciones, una justicia superior que lo defiende. No hay drama social en el Peribáñez, como en las otras dos obras, sino simplemente la venganza de un honor ultrajado. La fuerza del Peribañez , que podría calificarse de «democrática», y queda bien resaltada en la versión de Yolanda Pallín , radica en que el ofensor es un noble, el comendador, y el ofendido un vasallo. Pero no hay una rebeldía social, Peribáñez nunca duda de la dependencia mutua que los une –«Soy vasallo, es mi señor,/vivo en su amparo y defensa;/si en quitarme el honor piensa,/quitarele yo la vida»-. Aquí el comendador, perdido por su pasión amorosa hacia Casilda, la esposa de Peribáñez, se convierte en un ser un tanto odioso que no retrocede ante ningún medio para satisfacer su deseo (algo que no logra por la fortaleza y los arrestos de Casilda); sin embargo, la venganza se produce y es mortalmente herido por Peribáñez, el marido, y la propia Casilda, pero como es un noble caballero no duda en perdonar pues reconoce que «me han muerto con razón». No queda claro este final del comendador arrepentido en la propuesta de Pallín/Vasco; también han peinado la presencia de la monarquía y su justicia casi divina. Pero eso no importa; el texto teatral cuenta una historia accesible para la gente sencilla, con el fin de entretenerla, enriquecer su espíritu y, en ocasiones, producir una reflexión. Eso es, ni más ni menos, lo mismo que pretendía Lope. En el fondo nos quedamos con un eje básico: el contraste entre el amor inquebrantable y sin fisuras de los villanos con la locura obsesiva del poderoso, el comendador, por seducir a Casilda. El amor puro y fiel frente a la concupiscencia y el abuso del poder opresor. Y el honor, siempre el honor, que se venga con la muerte, el tema clave de toda la producción teatral del siglo XVII. Un subtema también ideológicamente destacable es el desprecio del poderoso por el villano, teniéndolo por rústico e ignorante, y la dignidad, astucia e intuición que demuestra el labrador Peribáñez al actuar con prontitud, atajando la situación y evitando que se consumara el abuso de Casilda por parte del comendador.
La obra está llena de aciertos de gran belleza, que Eduardo Vasco enfatiza más con la abundancia de canciones que dan idea del folclore popular; no solo con la copla puesta en labios de la esposa y luego cantada por los labradores: «Más quiero yo a Peribáñez/con su capa la pardilla/que no a vos, Comendador,/con la vuesa guarnecida». Por señalar algunos momentos ahí está la descripción del ambiente al iniciarse la obra; la alegría y optimismo de la fiesta; el risueño idilio amoroso que une a los dos protagonistas roto por la noticia del accidente del comendador; la respuesta de Casilda a don Fadrique y, por encima de todo, la impresión siempre dominante de estar ante un mundo real, vivo, lleno de luz, de movimiento y de emociones. Si el Peribáñez , ya de por sí, es una obra fresca, donosa y gentil, una especie de égloga castellana, hija del campo y no de los libros, en la propuesta de Noviembre ese realismo emocional que dignifica a las personas fuera de todo efectismo es más que evidente. Habría mucho que decir sobre estos héroes campesinos lopescos, pero eso es algo ajeno a la dramaturgia que hemos disfrutado. Lope es un castizo que apuesta por los valores de uso (tradicionales) frente a los valores de cambio, ahí está la transformación del campesino puro en héroe dramático; en Peribáñez percibimos la imagen del campesino feliz, edificante y con honor tan propio del modelo de sociedad clasista que propicia la ideología lopesca.
Buen trabajo el que realiza Yolanda Pallín con esta obra de madurez de Lope, compleja en su desarrollo y trama, que resulta sencilla y clara en la versión propuesta y, a la vez, bella, dinámica y amena en el montaje dramatúrgico de Eduardo Vasco. Es cierto que han suavizado el drama cruento original y nos ahorran las muertes en escena de Inés y Luján; y también es reseñable en la puesta en escena que se potencie lo folclórico, musical y coral sin echar mano a los ritmos de época. Si en el teatro de Eduardo Vasco siempre tiene protagonismo la música, también aquí encontramos que la percusión con instrumentos rústicos y pastoriles está muy trabajada y cuidada y lleva el ritmo trepidante de algunas escenas. La reconstrucción folclórica y elaboración propia de Eduardo Vasco son marca de la casa; las piezas corales populares interpretadas son elementos clave para marcar el ritmo de la representación y para subrayar mensajes determinantes («no hay sangre sin honor»).
Del conjunto escenográfico funcional cabe señalar tanto el telón pintado del fondo con una luz ambarina como la sabia y bien graduada iluminación que requería cada escena. Y más llamativos, por su vistosidad, son los figurines de Lorenzo Caprile , un dechado de discreción, colorido y elegancia con especial Lorenzo Caprile incidencia en el preciosista traje de la boda.
Eduardo Vasco , director pendiente siempre del detalle, del matiz, del equilibrio, de la distribución espacial, del protagonismo escénico sin barroquismos, logra un excelente trabajo con un elenco de actores y actrices que hacen parecer vida real y natural lo que es ficción pura y dan sentido moderno a una historia de asunto clásico. Cada uno pinta con pincel a su personaje, nada de brocha gorda, y siempre con una gran claridad en la dicción del texto, un gesto expresivo y unos movimientos perfectamente estudiados y una integración colectiva de la música y la danza. Todos rayan a gran altura, si bien hay que significar el aplomo, el carácter y la determinación de Elena Rayos encarnado una Casilda memorable; la valentía vitalista de Rafael Ortiz dando vida a un Peribáñez que tiene que cambiar de registro muchas veces, pues trocan la emociones, los sentires y las circunstancias y siempre se ajusta al papel sin alharacas; y Alberto Gómez Taboada representa un Comendador con los arbitrios propios del poderoso con la conciencia de clase que le hace creerse con derecho a mirar por encima del hombro a los demás, y siempre actúa sin excesos.
Esta compañía y estos creadores nos han vuelto ofrecer en bandeja de plata a un Lope del Siglo de Oro para espectadores del siglo XXI. Un menú en el que da gusto resaltar la belleza de lo sencillo con una gran sabiduría dramática que se pone al alcance de todos los paladares y públicos para su goce y disfrute.
Lope de Vega y nuestro teatro clásico siguen vivos en los montajes de Vasco y Pallín. El público del Teatro de Rojas , que ya está perdiendo el miedo al Covid y está empezando a llenar los aforos, aplaudió calurosamente un espectáculo de los que merece la pena verse.