Antonio Illán Illán
Malvivir en el Teatro-auditorio 'El Greco': una forma amena de disfrutar
Un espectáculo que refleja el vivir y el sentir de una época (siglo XVII) que nos presenta el otro lado de la cara opulenta y gloriosa
Título: Malvivir . Compañía: Ay Teatro . Dramaturgia y adaptación: Álvaro Tato . Dirección: Yayo Cáceres . Intérpretes: Bruno Tambascio , Aitana Sánchez Gijón y Marta Poveda . Música original: Yayo Cáceres . Escenografía: Mónica Boromello . Diseño de vestuario: Tatiana de Sarabia . Diseño de iluminación: Miguel A Camacho . Dirección de producción: Emilia Yagüe . Escenario: Teatro-auditorio El Greco .
Que Álvaro Tato conoce al dedillo la literatura del Siglo de Oro y especialmente su teatro es algo evidente. Que el género picaresco es una fuente en la que beber para producir un espectáculo refrescante en nuestro siglo XXI es una verdad constatable. Que los imaginativos creadores saben recorrer con humor el contexto histórico de una España desgarrada y una sociedad desigual nos queda muy claro en el montaje de Ay teatro. Que Malvivir es un producto teatral que enseña, emociona, entretiene, hace reflexionar a la vez que hace reír y termina fascinando lo han podido apreciar quienes han visto la obra. Y que una soberbia interpretación realza todo lo demás ha quedado de manifiesto en el escenario del Auditorio 'El Greco'.
Malvivi r es un espectáculo que refleja el vivir y el sentir de una época (siglo XVII) que nos presenta el otro lado de la cara opulenta y gloriosa. Ahí está la España bipolar del esplendor y la hambruna, del ensueño y el engaño, de la fe y la brujería, de la ilusión y la muerte. Y están también los personajes que pueblan ese tragicómico siglo XVII en los diferentes estratos sociales. Y como toda buena historia que se precie, también hay una jugosa historia de amor y desamor, la que protagonizan Elena y Montúfar. Y, por supuesto, está la picaresca, como texto y como contexto, con esa protagonista, Elena de Paz, que cuenta su vida secreta de mujer libre, rebelde, ladrona, ingeniosa, embustera y fugitiva que desafía todas las convenciones de su tiempo y paga el precio de su libertad. Y afinando el contenido genérico de la novela del Siglo de Oro, se ha echado mano de las obras más específicas de la literatura picaresca femenina, como es el caso de La hija de Celestina de Salas Barbadillo, La niña de los embustes de Castillo Solórzano, La pícara Justina López de Úbeda y unas letrillas y un romance de Quevedo.
A lo imaginativo del texto y al buen lenguaje compositivo de Álvaro Tato, se une el ingenio de la máquina teatral que es Yayo Cáceres , un funcional conjunto de elementos escenográficos y, sobre todo, la monumental interpretación de Marta Poveda y Aitana Sánchez Gijón , que dan un curso completo de qué hacer con el gesto, con el movimiento, con los diferentes registros emocionales y con la cambiante caracterización para interpretar hasta quince personajes muy diversos.
El duelo interpretativo de las dos actrices termina por adueñarse por completo de la magia del espectáculo. Es un trabajo feroz, una labor titánica, puesto que se desdoblan permanentemente en los diferentes personajes que encarnan, si bien los dos principales son la pícara Elena y su compadre Montúfar. La gracia y la ambivalencia reside en que unas veces es Marta la que hace de Elena y otras veces ese papel lo realiza Aitana; lo mismo ocurre con el de Montúfar. La interpretación que el montaje exige a estas dos actrices es extenuante y, en ocasiones, casi circense, ya que evolucionan continuamente a través de los elementos escenográficos móviles que simulan objetos muy dispares (cadalso o potro de tortura, útero materno, ciudades diversas, tálamo o carruaje).
Eso que nunca se ve, pero siempre tiene presencia, la dirección, me parece otro elemento destacable del espectáculo. Yayo Cáceres se encuentra impecable sumando recursos dramáticos, teatrales y efectistas y equilibrando el genio escénico de dos actrices con saber, experiencia, profesionalidad y duende.
El texto de Álvaro Tato está muy adecuado al contexto picaresco femenino, pues en su juego se trata de cómo una mujer se las apaña para sobrevivir ¡libre! en un pobre mundo lleno de asechanzas y peligros. Había que echarle picardía y redaños para salir triunfante (o solo sobreviviente) en la España Imperial si se carecía de fortuna o influencias. (La reflexión me lleva a pensar que, en el fondo, Tato nos viene a decir que la España de entonces y la de ahora tampoco son tan dispares).
Resulta estructuralmente significativo en el desarrollo de la obra la presencia de la música y las canciones que nos lleva a unir las escenas que se representan o a ilustrar y subrayar los mensajes clave; la forma musical empleada nos remite a nuestro presente. Desde luego la música y los efectos sonoros que se producen, gracias al compositor, Cáceres, y al arreglista e intérprete, Bruno Tambascio , son un acierto y enriquecen la escena. Acaso el músico-actor debiera poner más garra y gracia a tenor de lo que requiere la representación tal y como se plantea. O acaso ese tranquilo relax sea una exigencia de la dirección, que puede servir como contrapunto a la actividad desaforada de las actrices que no tienen descanso ni dan tregua al público.
En suma, Malvivir es una forma de disfrutar como espectador. Y aunque está muy sutil y bellamente resuelta la obra y se inserta en el contexto de las producciones del teatro (no institucional) actual, donde se tiende a hacer mucho con poco, creemos que trabajos como este requieren la presencia de más actores para desarrollar la multiplicidad y variedad de personajes que desfilan durante la representación. Son tiempos difíciles para la cultura en general y para el teatro en particular, que obligan a los actores y actrices a sumir enormes retos interpretativos, como es el caso de Malvivir , (o como lo es también por citar otra que hemos visto recientemente, El Gólem); y asimismo exige a directores y productores derrochar imaginación para poner sus productos en pie. Si no se puede evitar el estajanovismo a día de hoy, por el desempeño de su función, yo propongo ya mismo a Marta Poveda y Aitana Sánchez Gijón para una próxima medalla al mérito en el trabajo.
Ni que decir tiene que el público del Auditorio El Greco premió puesto en pie con un prolongado aplauso la excelente labor realizada en esta propuesta teatral.