Antonio Illán Illán - Crítica

Los desastres de la guerra en clave de sarcasmo

«Un espectáculo producido con bastantes más medios de los que acostumbramos a ver, a la vez que una apuesta valiente, libre, comprometida y teatral, que ofrece un abanico de temas reales, expresionistas y provocativos, pero poco aptos para alentar optimismo y entusiasmo»

Antonio ILLÁN ILLÁN

El teatro es una tribuna libre donde los personajes, metáfora o trasunto de las personas, ponen en evidencia morales viejas o equivocadas y explican lo que hay en el fondo de las historias que nos cuentan. Las tablas, en aras a la libertad de creación y de expresión, lo soportan todo. Que luego sea del gusto del público o se confronten opiniones sobre el producto ya es otro cantar.

RIF (de piojos y gas mostaza) , el texto de Laila Ripoll y Mariano Llorente , puesto en escena por la compañía Micomicón Teatro nos cuenta el momento de la España colonizadora de Marruecos y lo centra en los hechos históricos que confluyen en el llamado desastre de Annual. La verdad de la mala gestión de todo tipo que llevó a tantas muertes en aquella guerra del Rif (1909-1927) es de sobra conocida. Y el texto de Ripoll y Llorente ofrece las pinceladas más gruesas de lo que pasó, tanto en el campo de batalla, como en la urbe, Melilla, y hasta en la política española. Por supuesto no se salva ninguno, ni el rey Alfonso XIII, ni los políticos, ni el ejército, ni los corruptos de toda índole. Bien es cierto que la historia real requiere más hilos para profundizar en la realidad y que no parezca contada de una manera asaz sectaria.

El espectáculo se presenta al modo de una comedia amarga y sarcástica que pretende convertir en humorada las miserias y desgracias de la guerra, a la vez que sirve para denunciar el Estado corrupto en todos sus estamentos y dejar claro que quienes se llevan siempre la peor parte es el pueblo llano más desfavorecido, los que no podían pagar para evitar la leva. El asunto central es la Guerra del Rif, aunque el tema de lo absurdo de esa guerra y de todas las guerras trasciende ese momento histórico y bien podemos aplicarlo a la situación que ahora vivimos en nuestro mundo.

La sucesión de cuadros nos presenta varios universos bien delimitados. Por un lado están los militares y estrategas de los llamados africanistas, que organizan la guerra para beneficiarse de ella. Por otro lado están los de a pie, la soldadesca mal pertrechada, mal entrenada, generalmente compuesta por jóvenes pobres e ignorantes que son enviados a morir sin entender el porqué, puesto que el enemigo, es igual de pobre e ignorante. Un tercer concepto que se percibe es el del racismo y la desconsideración del otro. Y no debemos dejar al margen otros asuntos, en esta opción de los autores por el sarcasmo para abordar los temas dramáticos como el colonialismo y la explotación esclavista, la humillación de los superiores a los subordinados, el abuso de poder, el lucrativo negocio de la guerra y el racismo hacia el musulmán o el moro (se iguala a los moros con los animales, eso sí, con un humor excesivamente sarcástico, cuando no sangrante). En este sentido, algunas letras de canciones e imágenes estoy seguro de que hieren la sensibilidad de más de un espectador por su excesiva crueldad o grosería.

En RIF (de piojos y gas mostaza) encontramos ecos del esperpento valleinclanesco y también de ¡Ay, Carmela! De esta última en especial la concepción de los números musicales cómicos intercalados entre escenas trágicas.

Es la representación de varias escenas crueles (y ya sabemos que en las guerras toda crueldad y ensañamiento parece poco), lo que hace que al espectador se le hiele la sonrisa y se le convierta en mueca. En algún caso, los números musicales que persiguen el sentido cómico resultan algo zafios y groseros. No parece necesario llenar durante un rato la escena de cojones, de puterío o de ¡arte! Compuesto a base de «residuos sólidos urbanos». Aún así, la obra de unas dos horas de duración se sigue con cierta amenidad que no es entretenimiento, especialmente por lo que aportan las proyecciones de imágenes cinematográficas, verdaderos documentos de época, y, cómo no, por los números musicales.

Lo más destacable, sin duda, del espectáculo es la sobresaliente interpretación coral del elenco, actores y actrices estupendos, que tiene que desdoblarse en múltiples personajes, excepto Mateo Rubistein , muy ajustado en su papel de Antonio, el ingenuo soldado que no entiende qué hace él ahí y que en un giro del destino pagará muy caro las consecuencias.

Interesante es la concepción dramatúrgica y la dirección de Laila Ripoll para lograr un cierto equilibrio ante la disparidad ética de los personajes que se representan.

La escenografía de Antonio Martí Burgos , muy trabajada, consigue crear el ambiente adecuado para escenas muy diversas (desde el frente de la guerra al café cantante). La iluminación también es capital para la creación de situaciones muy heterogéneas.

En suma, RIF (de piojos y gas mostaza) es un espectáculo producido con bastantes más medios de los que acostumbramos a ver, a la vez que una apuesta valiente, libre, comprometida y teatral, que ofrece un abanico de temas reales, expresionistas y provocativos, pero poco aptos para alentar optimismo y entusiasmo. Con todo, el público del Rojas se manifestó con algo más de frialdad en el aplauso de lo que suele ser habitual.

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