Ana Ángel Esteban - Opinión

La terrible influencia en la personalidad de los hijos del maltrato de sus madres

La psicóloga y sexóloga Ana María Ángel Esteban, colaboradora de ABC habla sobre la salud mental de los hijos de mujeres víctimas de maltrato físico o psicológico

ANA ÁNGEL ESTEBAN

No existe ninguna edad en la que ningún hijo de una persona maltratada física y/o psicológicamente, sea menos susceptible de sufrir las secuelas emocionales de esas vivencias , además de irse forjando una personalidad susceptible, también por esta razón, de ser maltratado por posibles parejas en un futuro o de ser maltratador. Nadie es inmune, sobre todo tu hijo, al impacto de ver un día tras otro cómo la persona que más le importa, TÚ, es anulada, humillada, y todo lo demás que sufres cada día.

Sobre lo que refería antes de la personalidad de los hijos de mujeres maltratadas, y más en concreto de las hijas, por paralelismo en sexo con sus madres, por ser su principal referencia en comportamineto como mujer y por tanto desarrollando ciertos roles y sensibilidades, estas niñas, chicas, van «acostumbrándose», no en el sentido de no sentir nada ante tal aberración vivencial, sino en el sentido de normalizar el maltrato y llegar a tolerarlo y consentirlo sin ni siquiera plantearse que esto no debe ser así ni poder hacer algo porque están aprendiendo la indefensión, porque sus madres ahí siguen y ahi aguantan y se callan, y así con sus conductas estan mandando mensajes de tolerancia equivocada a sus hijos. La otra posibilidad de personalidad, en gestación, es la de repetir las conductas del que maltrata, también porque se normalizan, se acostumbran a pegar, humillar… como forma de resolver, de castigar, como forma de interacción con el otro. Una hija de madre maltratada puede llegar a creer «sentir una liberación» psicológica al maltratar a su futura pareja como respuesta compensatoria y de castigo, por lo que no pudo hacer por su madre. Otras se convierten en tiranas o tiranos conductuales, porque no olvidemos que parte de la personalidad se hereda, además de ser aprendida en otro gran porcentaje. Se hereda y se aprende también ser buena o mala persona, maltratador o protector...

Los hijos de mujeres maltratadas según la edad, y suele ser sobre los ocho o nueve años por edad madurativa, en muchos casos pueden intentar adoptar conductas de responsabilizarse del bienestar de su madre, de cualquier forma que se les ocurra sin, obviamente, ningún resultado satisfactorio y ahí puede comenzar además un trastorno obsesivo compulsivo de buscar, repetir, buscar, comprobar, buscar, evitar... y frecuentes momentos de intensa ansiedad.

Una situación especial de esto último que comento, es cuando la madre ya ha salido de la convivencia con su maltratador, y están incluso en un nuevo domicilio del que supuestamente nadie sabe que están, se «sienten seguras», empiezan a establecer comportamientos aparentemente de normalidad aunque, por supuesto, marcados por anticipaciones de miedo en prácticamente todos los momentos, aún sin existir ya el sujeto que maltrata. La confianza empieza a establecerse por verbalizaciones de la madre hacia sus hijos, confianza en el contexto y confianza en la madre, porque aunque es la sufridora absoluta de esta situación, a la vez es la referente en todo para sus hijos. Según la vean a ella así se sentirán y harán ellos. En muchas ocasiones alguno o alguna de las hijas, preadolescente o adolescente, establecerá ahora con más intensidad el rol de cuidadora de la madre, tanto a nivel psicológico como físico y sin olvidar que esta chica ya arrastra sus angustias y posiblemente algún trastorno que ya se ha manifestado como un TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo ), trastorno de la alimentación (también son frecuentes) y ansiedad anticiàtoria, como digo, aprendida. Si ya existía patología psicológica previa, se verá agudizada por el efecto sumatorio de la ansiedad que sienten en la responsabilidad del cuidado y protección de la madre. Ejercen de madres aconsejando, comprobando... y lo peor que les podría pasar a estas niñas ante esta situación de percepción subjetiva de control (de la que además se sienten orgullosas y salvadoras), es que la madre les fallase, con comportamientos parecidos a tener contacto de algún tipo con su maltratador, mintiendoles a sus propias hijas y justificando esos nuevos contactos. Que aparezca el maltratador por consentimiento de la madre sería terrible y les crearía una confusión y desconfianza difícil de racionalizar. Así, el nuevo escenario alentador y de liberación para ellas se viene abajo y de nuevo reaparece el miedo y la inseguridad multiplicada por mil y, por supuesto, la desconfianza, repito sobre todo en la madre… se sienten solas, perdidas, vacías y en muchas ocasiones esto es motivo de algunos de los suicidios que vemos en niños/chicos hijos de madres maltratadas.

El miedo por ellos mismos, el miedo hacia un nuevo sufrimiento de la madre, la inestabilidad más absoluta, la indefensión que ya ven sin solución posible, la desconfinza en todo el mundo, el dolor de sentir que ese «personaje» es más importante que sus propios hijos, que no sirve ni importa nada de lo que están haciendo... Desgarrador escuchar y ver cómo una niña de 9, 10 ó 12 añitos llora por no poder hacer nada por su madre. Sentimiento indescriptible que sólo cuando tienes enfrente en la consulta a uno de estos niños puedes entender, que con todas las ganas del mundo, quieres llevartela a tu casa para sacarla de esa situación de dependencia emocional de la madre y autoestima cero (este es otro tema, la dificultad en el desapego con el maltratador). El dolor y la angustia de estos niños, sin contar con todas los futuros problemas psicológicos, deberían ser una semillita de luz para todas estas mujeres (a las que pongo nombres y apellidos y todo mi cariño y ayuda incondicional, por supuesto) y, eso, debería ser la semillita como digo, del planteamiento de salir de ese martirio con creces para los que no han elegido estar ahí, tus hijos, y que están sufriendo tanto como tú pero además sin armas. Sufren tu maltrato y a la vez el suyo.

Llevarles al psicólogo por supuesto, sí, pero esa no es la solución sin cambios por tu parte que den confianza a tu hija. Y tú, sí puedes y sí quieres salir de ahí. Y ellos también.

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