Andrés Martínez - OPINIÓN
No te hagas mayor en nuestro país
«Estamos viviendo situaciones que, no son propias de una sociedad que presume de ser “avanzada”. Malos tratos a nuestros ancianos, dejadez en sus cuidados, abandono de funciones en la gestión de nuestras residencias, por parte de empresas que solo ven el lucro y el negocio en este tipo de recursos, carentes de toda vocación en una labor que exige compromisos éticos y morales»
Llevo unos días dándole vueltas a una conversación que mantuve hace unos años, con una antigua amiga israelí. Me sorprendió totalmente, cuando al hablar de las residencias de nuestros mayores, comentó, «es curioso, en España hacéis residencias para morir, mientras que en mí país, las hacemos para vivir». Te parecerá una afirmación cruda y, lamentablemente, cargada de actualidad. Sin embargo, estamos hablando de una conversación de más de diez años atrás. Es curioso ver, como nos sorprende al día de hoy, todo lo que está ocurriendo en nuestras residencias , cuando imagino que, al igual que mi querida amiga israelí, muchos otros con capacidad de decisión, se daban cuenta de que el modelo de atención a nuestros mayores, adolecía de criterios básicos en relación al apoyo individual y garantías de calidad de vida.
Creo que tenemos confianza, después de varios momentos de reflexión juntos. Te diré, que no me apetece ser políticamente correcto a la hora de tratar este asunto. Creo que, lo que está ocurriendo en este momento, en relación a la patética situación vivida por nuestros mayores en muchas de las residencias que tienen el compromiso y la responsabilidad de atenderles, me indigna y avergüenza, al ver que formo parte de una sociedad carente de valores hacía nuestros mayores. Estamos viviendo situaciones que, no son propias de una sociedad que presume de ser «avanzada». Malos tratos a nuestros ancianos, dejadez en sus cuidados, abandono de funciones en la gestión de nuestras residencias, por parte de empresas que solo ven el lucro y el negocio en este tipo de recursos, carentes de toda vocación en una labor que exige compromisos éticos y morales. Afortunadamente, esto no ocurre en todas nuestras residencias y, algunas de ellas, han sido fiel reflejo de lo que queremos ofrecer a las personas de edad avanzada, estando a la altura de las circunstancias y siendo fiel reflejo de los valores que, aún a día de hoy, entendemos que rigen nuestro comportamiento como sociedad.
Todo esto, no es fruto de la casualidad, sino de la causalidad. Todo lo que vemos en estos momentos, eso que tanto nos alarma, tiene un origen. No podemos realizar una atribución externa, buscando culpables y satanizando a los gestores y profesionales de estos recursos. Estos son, sin lugar a dudas, también reflejo de nuestra sociedad. Una sociedad, donde «vejez» es sinónimo de «inutilidad», «ausencia de belleza», «carga», «producto terminado», «carente de pasión», «no aprendizaje», «no sexualidad», u otros conceptos o ideas con una connotación absolutamente negativa, que marcan un estereotipo sesgado a la hora de interpretar la realidad de una persona anciana, en un país como el nuestro.
Querido amigo o amiga, ahora toca mirarnos en el espejo, cada uno de nosotros, y preguntarnos, ¿qué es la vejez para mí? Sin lugar a dudas, la respuesta marcara nuestra forma de actuar con nuestros mayores. No solo en el espacio de residencias o recursos de atención y apoyo, sino en el día a día. En el seno de un hogar, en el parque, cuando vamos a la compra, en cualquier situación cotidiana. Ahora más que nunca, debemos reflexionar sobre esto, sin miedos a poder reprocharnos, con el objetivo de enfocar y recuperar esa visión positiva que sin duda se merecen. NO podemos permitirnos el lujo de perder o no aprovechar, todo el valor que nos ofrece una generación que se ha curtido en el esfuerzo, en el compromiso con sus iguales, en la dedicación plena y protección de aquellos que hemos tenido la suerte de vivir bajo su halo. Todos estos hombres y mujeres, han predicado con el ejemplo de sus actos, más que con palabras vagas o discursos vacíos, siendo tremendamente responsables y solidarios a la hora de transmitirnos sus duras experiencias, sin querer amedrentarnos o influirnos en nuestra forma de entender nuestra realidad. De forma discreta, casi silenciosa, han construido la sociedad de valores en la que vivimos hoy.
Siento un profundo pesar, cuando me miro en ese espejo y me hago esa pregunta. Al responderme, tengo que ser sincero y decirme, «los he abandonado», «no les he cuidado, en mí día a día». En multitud de ocasiones, sin apenas darme cuenta, se han activado en mí, todos estos conceptos sesgados y estereotipados que comentábamos hace un momento.
Cuando no me paré a escuchar a esa persona mayor que quería hablarme en el banco del parque, contándome un acontecimiento de su vida, o una de sus reflexiones, o bien, cuando no me ofrecí para ayudarle para poder conectar por videollamada con su familia. Acciones cotidianas, que dicen mucho de nosotros, hablan por nosotros y nos retratan, dejando ver como entendemos a nuestros mayores. No caemos en la cuenta, que, en esa conversación del parque, la mayor fuente de información se pone a nuestra disposición para contarnos, a través de la experiencia de vida, acontecimientos que solo ella o él, han vivido en primera persona. No reflexionamos y pasamos por alto, este tipo de matices, siendo fundamentales para poder defender y reafirmarnos en los valores de los que presumimos como sociedad.
Me avergüenza ver cada día este tipo de noticias en algunas de nuestras residencias, pero, no puedo verme ajeno a esa realidad y hacer una atribución externa. Todos somos culpables de alguna forma, de todo esto . Aquellos que toman decisiones sobre quienes o como se deben gestionar estos recursos, deben hacer un profundo análisis y actuar de una vez por todas, hay mucho que cambiar y no es para mañana. Nuestros mayores se merecen mucho más, como decía mi amiga israelí, «se merecen recursos para vivir».
Terminaré con una anécdota. Sabes que me gusta contarte experiencias que me han hecho ver y comprender el mundo que me rodea. Hace ya varios años, era voluntario en Médicos del Mundo. Me dieron la oportunidad, como psicólogo, de realizar distintas charlas de sensibilización, dirigidas a mujeres inmigrantes, en distintos municipios de la provincia de Toledo. Recordaré siempre, aquella charla en Illescas, donde abordamos las actitudes positivas que debemos tener con nuestros mayores, a la hora de llevar a cabo acciones de cuidado en el hogar. En esta dinámica, recalcábamos el rol activo de nuestros mayores, enfatizábamos el respeto a su intimidad, el valor de la experiencia, en definitiva, defendíamos todos los aspectos positivos que hemos comentado en líneas anteriores, presuponiendo que era necesario educar a las asistentes en todo esto. Cuando terminé de hablar, una de ellas se dirigió a mí y comentó, «Andrés, te agradecemos todo lo que nos has contado, pero, no hacía falta. En nuestro país, el abuelo es la persona a la que se le pide consejo, su opinión es importante en la familia, todos queremos disfrutar de su presencia y estamos a su disposición devolviéndole de alguna forma, todo aquello que ha hecho por nosotros. Sigue siendo una persona útil».
Sin duda, quien aprendió en aquella charla fui yo y, desde entonces, esas palabras redundan en mi cabeza como un dogma. Por favor, no olvidemos a nuestros mayores. Demostremos con nuestros actos cotidianos que, siguen siendo parte fundamental de nuestra sociedad. Solo de esta forma, evitaremos que ocurran y se repitan estas malas prácticas en el trato de una generación, que bien merece un reconocimiento diario.
Andrés Martínez, es presidente del grupo de entidades sociales CECAP