ENTREVISTA
Jesús Villegas Cano: «El discurso postmoderno de lenguaje vacuo es muy peligroso»
El profesor de Literatura y escritor de Manzanares, autor de 'Bocalinda', nos lleva en su ópera prima al final del franquismo y a la Transición para investigar un asesinato
Corre el año 1975, cuando un miembro del Partido Comunista (PC) desaparece misteriosamente en Madrid. Cuarenta y tres años después, en 2018, aparece asesinado en una playa de la República Dominicana. Su antigua novia, Carmen, una abogada de éxito recién jubilada, lee la noticia en prensa y comienza a investigar lo que ha ocurrido junto con Manuel Toriceo, un antiguo torturador de la Brigada Político Social , y un profesor universitario exmiembro del PC. Este es el argumento de ‘ Bocalinda ’ (Ediciones Puertollano, 2021), la primera novela de Jesús Villegas Cano (Manzanares, 1977), que está teniendo muy buenas críticas.
‘Bocalinda’ es un símbolo. Y no solo por el apodo del protagonista de su novela, sino por la época que representa y que usted tan bien conoce por su tesis doctoral, como es el tardofranquismo y la Transición. ¿Qué tuvo o tiene ese tiempo que tanto le atrajo y que aún hoy atrae a tanta gente?
Creo que era una época en la que la ilusión política, la iniciativa, la acción o incluso la aventura todavía eran posibles. La juventud todavía podía jugar un papel muy activo en asuntos trascendentes de la vida pública. Se me figura como un mundo recién estrenado donde la novedad en todo se sentía de un modo muy intenso: en la política, en la literatura, en las costumbres y la forma de vida… una especie de despertar a un mundo nuevo. Muy muy ilusionante y estimulante.
Dista mucho esa época de lo que encontramos años después o en la actualidad, para bien y para mal. Algo que se ve durante una conversación entre Nolan Keating y Salvador, en la que el primero le dice al segundo: «¿Qué es la política en la actualidad? Es la pelea por el relato. Más bien, por imponer el relato. La realidad no importa. Solo el discurso es importante. Detrás de las palabras no hay nada. Eso me parece fascinante». ¿Está de acuerdo con Nolan? ¿No sé si en lo de fascinante o en que todo es palabrería e impacto mediático?
Creo que algo de eso hay, aunque no conviene generalizar. Pero no estoy de acuerdo con Nolan en que sea algo fascinante. Creo que es más bien un problema. Creo que la política, y no solo la política, se debe basar en contenidos y realidades y la retórica, aunque a veces sea inevitable, hay que dejarla para el ámbito de la literatura… A veces da la sensación de que se hacen discursos pensados sólo para el titular de prensa o el twit. Las palabras de Nolan hacen referencia más bien al discurso postmoderno de un lenguaje cada vez más vacuo, gaseoso, hueco… Me parece muy peligroso. Me da un poco de miedo.
Aunque el personaje de Bocalinda es ficticio, como todos creo, supongo que se habrá encontrado durante los años de estudio para su tesis con muchos ‘Bocalindas’, ‘Cármenes’, ‘Rufos’, ‘Manueles Toriceos’ y demás. ¿Me equivoco?
No se equivoca. Aunque mi tesis era, sobre todo, una investigación sobre el discurso narrativo y las novelas de esa época, en todo el contexto que lo rodeaba aparecían estos tipos humanos con los que se convivía: estudiantes comprometidos, policías corruptos (incluso torturadores), la mayoría no, profesores universitarios ambiguos o aventureros de la política, por supuesto. También gente con pretensiones que luego vieron sus expectativas defraudadas.
Aun así, en los agradecimientos finales, habla de una Carmen que le contó cosas de su juventud y del Madrid de los años en los que transcurre la novela. ¿Quién es?
La novela es 99,9 % ficción pero en toda ficción hay algo de realidad y no me refiero solo a que una buena obra literaria debe destilar un cierto espíritu de la realidad, deben hablar de la realidad aunque sea con «mentiras». Me refiero a que las novelas suelen nacer de una persona, una anécdota, un hecho histórico, algo, que verdaderamente ha pasado. En mi caso, Carmen es una persona real que conoció a alguien a quien apodaban Bocalinda y que pertenecía al Partido Comunista y, al parecer, tenía ese espíritu revolucionario que mi personaje tiene. A partir de ahí, todo es ficticio.
Su historia no es una novela negra al uso, sino más bien un thriller político mezclado con la vida de los personajes y su contexto histórico y social. Todo comienza con un asesinato y va desarrollándose una investigación sobre esa muerte hasta el final. ¿Cree que este género literario es una buena herramienta para mostrar las vergüenzas de la sociedad?
Absolutamente. De hecho, creo que esa es la buena novela negra. En ello el modelo es Vázquez Montalbán, que en su serie de Carvalho pasa revista a la evolución de la sociedad española desde la Transición precisamente hasta el cambio de siglo. La novela negra es un molde que aporta peripecia, emoción, intriga hasta el final pero, en mi opinión, debe hablar de otras cosas. Yo he procurado que la complejidad de la trama permita también hablar sobre los personajes, su psicología, sus motivaciones, su evolución y sobre qué piensan y sienten en relación con el momento histórico que les ha tocado vivir. También del desencanto y de la transformación de una clase social que empezó en la izquierda y luego derivó a otras posiciones más escépticas.
Madrid, Nicaragua y República Dominicana son los principales escenarios de su novela. ¿Por qué?
Por necesidades de la narración. El personaje principal debía emprender un camino coherente con su manera de ser y con lo que él buscaba en la vida. Debía estar en esos escenarios de la historia donde pudiera jugar un papel. Aparte de eso, me gusta mucho la novela iberoamericana y me parece apasionante el devenir político y social del final del siglo XX en aquellos países.
En su novela el pasado, ya sea político, profesional o personal, es como una losa sobre las cabezas de la mayor parte de los personajes. ¿De qué modo se puede luchar contra ello?
Bueno, cada uno debe apañárselas como pueda en la vida y llevar «su mochila». Todo el mundo tenemos nuestras «mochilas». Hay que resignarse. No se puede luchar contra ello. Eso desde el punto de vista emocional o personal. Desde el punto de vista social, lo que sí me parece muy injusto y me parece una materia narrativa interesante para explorar, es que se pueda utilizar el pasado de alguien para hacerle daño o simplemente manipularlo o desacreditarlo. Creo que existe el derecho a la rectificación o a ser perdonado.
'Bocalinda' es su 'ópera prima' literaria. ¿Está contento con el resultado? ¿Habrá una nueva novela?
Estoy contento desde el punto de vista de que la obra está recibiendo muy buenas críticas y eso es halagador. También me emociona que esté teniendo un buen recorrido comercial. Intuyo que he hecho un trabajo digno y me asusta poder continuar haciéndolo en el futuro. Me gustaría que hubiese una nueva novela y otra y otra más. Ideas no me faltan pero, honradamente, en la vida no se sabe nunca lo que nos espera, ¿no cree?
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