La historia del paciente cero de coronavirus en Castilla-La Mancha

Cipriano Pardo, de 62 años y vecino de Marchamalo, fue el primer positivo a finales de febrero. Tras un mes en el hospital, murió el 28 de marzo

Cipriano Pardo ingresó en el hospital de Guadalajara el 27 de febrero ABC
Juan Antonio Pérez

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El 18 de febrero Cipriano Pardo Parreño, de 62 años y vecino de Marchamalo, acudió con su mujer al hospital de Guadalajara para hacerse una prueba de la rodilla. Nada grave. El día 27, nueve después, Cipriano volvió al hospital para ser ingresado. Se encontraba realmente mal, la fiebre era alta y a veces como que no podía respirar; empezaba a toser y se ahogaba . La típica neumonía, pensaron los médicos.

El día 28 empeoró, fue trasladado a la UCI e intubado. Entonces, sobre todo para descartar, le hicieron la prueba del coronavirus. Hubo sorpresa: Cipriano dio positivo, el primer caso confirmado en Castilla-La Mancha. El hospital llamó para informar a la familia en torno a la una y media o dos de la madrugada (ya era 29 de febrero). El 1 de marzo, domingo, el Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam) lo hizo público .

Enseguida los casos se multiplicaron. En Castilla-La Mancha, en España y en el mundo. La pandemia se convirtió en certeza. A los pocos días un niño de once años y una niña de cuatro , nietos de Cipriano, también dieron positivo. Del resto de la familia no es posible asegurarlo porque a nadie más se le hizo la prueba, pese a que algunos presentaban síntomas compatibles con el dichoso Covid-19.

Mientras en Marchamalo, un pueblo de algo más de 7.000 habitantes, las noticias corrieron como la pólvora. Las verdaderas y las fake news. Empezaron las especulaciones. Y las malas lenguas. Y que si la mujer o la nuera de Cipriano habían viajado a no sé dónde y, claro, por eso toda la familia se había contagiado.

La psicosis fue tal que el alcalde, Rafael Esteban, escribió en las redes sociales: «El entorno de las personas que han dado positivo se ve afectado por el rechazo, las acusaciones, la pérdida económica en negocios, las miradas en el trabajo e incluso las recomendaciones de no acudir al mismo». Y pidió sosiego: «Son vecinos nuestros. Son amigos muchos, compañeros. No se merecen que se les trate como ha ocurrido en los últimos días (...) No se les puede estigmatizar por algo de lo que no tienen la culpa ».

Cipriano, en una imagen facilitada por la familia ABC

Cipriano falleció el 28 de marzo tras pelear durante justo un mes contra el coronavirus. Murió, como tantas decenas de miles de personas anónimas, sin que su familia estuviera presente. Y a su entierro solo fueron tres, el máximo permitido por el Gobierno. «Lo peor ha sido eso: no haber estado con él», dice a ABC su hija Milagros, que llegó a España procedente de la República Dominicana hace 26 años.

Milagros reconstruye para este periódico las últimas semanas de vida de Cipriano, oficialmente el paciente cero de coronavirus en la comunidad autónoma. Un hombre que se pasó la vida en el pueblo forjando hierro y que llevaba tiempo retirado, con una invalidez en un brazo. «Mi padre iba al colegio a recoger a los niños, luego comía y se iba a echar las cartas al hogar del jubilado», asegura. Por tanto, se descarta al cien por cien que se contagiara en un viaje. Y añade que «lo más probable» es que fuera en la citada visita al hospital de Guadalajara para la prueba de rodilla.

También se supone que Cipriano no tenía problemas respiratorios, aunque no era una persona totalmente sana. «No podía comer mucha sal, estaba obeso, salía a andar y llevaba 15 años sin fumar», resume su hija, preguntándose si eso influyó en que el virus fuera letal. Y puestos a especular, añade: ¿qué habría pasado con su padre si los contagiados no hubiesen sido miles y los hospitales no se hubieran desbordado? No hay respuestas. Tampoco se adivina cómo será el futuro. Milagros quiere ser positiva: «Sigo viendo mucha irresponsabilidad, pero si todos hacemos las cosas bien creo que se podría llevar mejor. Yo me impongo las medidas para llevarlo lo mejor que pueda. A veces tengo miedo y otras veces no». 

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