CASTILLA-LA MANCHA

«Las farmacias en poblaciones de menos de 1.000 habitantes están abocadas a desaparecer»

Según denuncia el sector, muchas ya han cerrado durante el coronavirus por la carga de trabajo y la escasez de recursos económicos

Selina Rebollo, la titular de la farmacia en el pequeño pueblo alcarreño de Ledanca, con un centenar de habitantes ABC
Mariano Cebrián

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Selina Rebollo es una superviviente. No sólo en sentido figurado, sino en la realidad, ya que esta farmacéutica de un pequeño pueblo de Guadalajara ha tenido que estar en la primera línea de fuego durante la pandemia del coronavirus. Al frente de su farmacia en Ledanca —localidad alcarreña que cuenta tan solo con un centenar de habitantes—, ha tenido que estar al pie de cañón para abastecer de medicamentos a la numerosa población envejecida de los municipios vecinos, que tan mal lo ha pasado y lo siguen pasando en estos momentos difíciles.

De hecho, la farmacia de Ledanca es una de las pocas que ha sobrevivido en la comarca de La Alcarria, ya que muchas de ellas han tenido que cerrar sus puertas al no poder hacer frente a la gran carga de trabajo y a la escasez económica de los tiempos del coronavirus. Una situación sobre la que ha alertado esta semana la Sociedad Española de Farmacia Rural (Sefar) y la Federación de Empresarios Farmacéuticos de Castilla-La Mancha (Fefcam), que presentaron el miércoles pasado un decálogo en el que piden una serie de medidas para evitar su cierre porque, a su juicio, «las farmacias rurales ubicadas en poblaciones de menos de 1.000 habitantes están abocadas a desaparecer si las autoridades no atienden las demandas del sector».

Una situación que ya padecían antes del Covid, pero que ahora ha empeorado, según cuenta a ABC Selina Rebollo, que explica que el cierre de centros de salud en muchas de estas comarcas como La Alcarria y la falta de asistencia sanitaria durante un tiempo obligó a farmacéuticos de zonas rurales como ella a tener que asumir también esa labor sin ninguna ayuda. «Tuvimos épocas de mucho trabajo al principio de la pandemia y en verano, y ni siquiera he podido coger vacaciones», afirma la boticaria de Ledanca, que se queja de que no pueden contratar más personal porque disponen de pocos recursos económicos.

Aun así, no ha dejado de atender a todo aquel que pasa por su negocio, incluso a muchos desplazados de Madrid que tienen en el pueblo su segunda residencia. Tampoco ha dejado de abastecer de medicamentos a los vecinos mayores de los pequeñas localidades de los alrededores , ya que la farmacia más cercana está en Trijueque —a unos 15 kilómetros por carretera secundaria—, pero los municipios más grandes y con centro de salud están más alejados —Brihuega y Guadalajara a unos 40 kilómetros—.

Sobrecarga de trabajo

Selina abre su botica a primera hora de la mañana y cumple con las ocho horas de su jornada laboral al pie del cañón y por las tardes coge su coche para llenar los botiquines que dispensan las medicinas en esos pequeños pueblos próximos. «A mí no me va mal del todo —reconoce— porque no hemos parado de trabajar, pero los negocios no dan abasto y no podemos llegar a todos los sitios por la sobrecarga de trabajo».

Afortunadamente, la titular de la farmacia de Ledanca no ha caído enferma durante este tiempo y ha podido esquivar los embistes de la Covid-19, a pesar de que el virus ha hecho estragos también en una comarca tan envejecida como La Alcarria . «Tomamos muchas medidas de seguridad porque visitamos a muchos ancianos que no pueden salir de sus casas y estamos muy expuestos al coronavirus. Pero, por suerte, no nos hemos contagiado, ya que si fuera así, tendría que cerrar», asegura.

Selina Rebollo atiende a una clienta en su farmacia de Ledanca ABC

Entre las visitas que la boticaria hace está la del monasterio benedictino de Valfermoso de las Monjas, el más antiguo de la provincia de Guadalajara aún en funcionamiento. Ubicado en una pedanía a unos 15 kilómetros de Ledanca, hasta allí llega con su vehículo dos días a la semana la farmacéutica con su botiquín para abastecer de medicamentos a las hermanas de la congregación, que no paran de rezar por la salud de todo el mundo y, especialmente, por la de Selina Rebollo, su ángel de la guarda.

El caso de la farmacia de Ledanca es uno de los muchos que pone como ejemplo tanto Sefar como Fefcam, organizaciones que pretenden llamar la atención sobre la «precaria situación» que están padeciendo estos establecimientos en su « Decálogo de reivindicaciones de la farmacia rural en la Covid-19 », que es como se llama el documento que presentaron esta semana.

Según informan, con la pandemia y las medidas de restricción dictadas para frenar los contagios la carga de trabajo en las farmacias rurales se ha multiplicado, sin tener la capacidad económica para contratar nuevo personal. «En la mayor parte de estas oficinas de farmacia solo trabaja el titular quien, si se contagia del virus, se ve obligado a cerrar, con las consecuencias que ello supone para su economía y para la prestación farmacéutica en estas poblaciones», afirma Jaime Espolita , presidente de Sefar.

Adelanto de medicamentos

Además, tal y como denuncian, en muchas zonas rurales los farmacéuticos están adelantando la medicación a sus pacientes, ante la saturación de los centros de salud, ampliando los horarios de apertura y han visto triplicarse los servicios de atención domiciliaria. «Un modelo como el nuestro, creado para conseguir el acceso universal al medicamento y lograr la capilaridad que hoy existe —añade Espolita—, no puede permitirse que desaparezcan estas oficinas de farmacia, que prestan un servicio esencial en muchos pueblos de España».

Por otra parte, Mariano González , presidente de Fefcam, explica que «la red de farmacias de Castilla-La Mancha es muy extensa y hay farmacias en núcleos muy pequeños proporcionando un servicio sanitario básico allí donde no hay médico, enfermero y a veces, ni siquiera, alcalde ni policía».

Por todo ello, Sefar y Fefcam han redactado el «Decálogo de reivindicaciones de la farmacia rural en la Covid-19», en el que se incluyen demandas como el establecimiento de un fondo de compensación que asegure la viabilidad económica de las farmacias rurales que prestan un servicio esencial o la legalización de los servicios de atención domiciliaria, además de desgravaciones fiscales para combustibles y vehículos de los titulares de oficina de farmacia, así como la necesidad de mejorar las telecomunicaciones, indispensables en la coyuntura actual para prestar servicio a los pacientes.

«Nuestro modelo, —concluye el presidente de Fefcam — en el que la titularidad está unida a la propiedad, garantiza que la decisión profesional prevalecerá sobre la empresarial. Aprovechar a los farmacéuticos, que tienen el conocimiento, la experiencia y tienen un trato muy cercano con los vecinos de estos pueblos, es responsabilidad de todos».

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