Elvira Carrasco expone en Cuenca sus rostros pictóricos

En Cuenca el arte trasciende los límites de su legendaria ciudad alta o casco viejo, con esa excelsa concentración de arte contemporáneo (Museo de Arte Abstracto, Fundación Antonio Pérez, Espacio Torner). De siempre, la ciudad «baja» ha tratado de lanzar propuestas de diálogo hacia estos focos mayores. Desde hace unos años, uno de los enclaves que ofrecen innovación y nuevas propuestas, con una vocación clara de atraer a públicos amplios, es la Galería Xamoralarte , en plena República Argentina, una calle emblemática que esperemos salga pronto de la situación de abandono y caos en que se encuentra.

Ahora mismo, la exposición en curso aúna ecos warholianos y reminiscencias tribales en el límite de lo etnográfico. La artista, mujer joven, de ojos muy expresivos, se maquilla ritualmente, recreando desde lo contemporáneo el primitivismo ancestral. Luego fotografía en primerísimo primer plano ese rostro . El resultado es una exposición fresca y luminosa, diferente, que además nos propone interrogantes de calado como hasta qué punto nuestra evolución como especie, salvo en lo aparencial, ha cambiado desde los tiempos prehistóricos. ¿Acaso no se tatúan lo visible y lo invisible los jóvenes de los países industrializados? ¿Acaso no nos faltan más que las pinturas de guerra cuando cada mañana salimos a la caza del día al volante de nuestros coches, para internarnos en la jungla del asfalto?

Y, además, otra grata sorpresa, resulta que Elvira es hija del gran pintor de La Manchuela, Ulpiano Carrasco . Si Antonio López pinta membrillos con primor, nadie ha pintado mejor las amapolas (ababoles las llaman en aquella comarca) que Ulpiano. Como se reconoce en España y en medio mundo. Conocí a Ulpiano a mediados de los 90, recién regresado de su peregrinación al Museo Van Gogh de Amsterdam. Ahora lo evoco a través del arte de Elvira, su hija, que explora evidentemente su propio territorio pero también con originalidad y toque. Propuesta muy recomendable.