Ciudad Real

El parador de Manzanares, entre Ruidera y Daimiel, cumple 90 años

El hotel pasó de ser un albergue a contar hoy con cuatro estrellas y ser referente por su privilegiada ubicación

El parador de Manzanares (Ciudad Real) ha cumplido 90 años Parador
Francisca Ramírez

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Si nos alojamos en el Parador de Manzanares, (Ciudad Real) , ubicado entre los parques nacionales de Daimiel y Ruidera , el visitante no solo dormirá en una original finca manchega, sino que tendrá ante sí una irresistible oferta naturalista, que se une a su irrestible y estratégica localización. Este austero establecimiento acaba de cumplir 90 años , desde su apertura allá por 1931 un recorrido que le ha permitido ser considerado un remanso de paz para los visitantes.

El parador de Manzanares tiene también una posición estratégica que permite visitar algunos de los pueblos castellanos con más encanto que hay en Castilla-La Mancha como Almagro, Valdepeñas o El Toboso , que son un reclamo turístico para la zona.

Los jardines son los grandes protagonistas de este hotel, que está rodeado de árboles, arbustos y plantas, que no sólo pintan de verde todo su entorno sino que además son el complemento perfecto para su magnífica piscina.

El Parador de Manzanares se ha ampliado y mejorado. Hoy es un hotel que acaba de obtener su cuarta estrella y se ha convertido en parada obligada para el descanso del viaje o punto de partida para visitar el Parque Nacional de Cabañeros, las Lagunas de Ruidera y las Tablas de Daimiel. Sus clientes valoran la tranquilidad, el trato familiar y cercano de su equipo, y su gastronomía local, así como los protocolos de seguridad anti Covid puestos en marcha desde el año pasado.

El albergue de Manzanares

La historia del parador recoge que fue en 1928 cuando dos jóvenes arquitectos, Carlos Arniches y Martín Domínguez, presentaron su idea de «albergue-refugio automovilista» al concurso convocado por el Patronato Nacional de Turismo y lo ganaron.

El edificio era un modelo estandarizado, que conjugaba la vanguardia europea con la tradición vernácula, de construcción rápida y económica, pensado para dar servicio a los automovilistas en ruta de aquella época. Su ubicación debía ser visible y reconocible en los dos sentidos de la circulación, cerca de la carretera. Albergues de 8 habitaciones (12 plazas), con surtidor de gasolina, lavadero y otros servicios para que los primeros automovilistas hicieran un alto en el camino.

Los avatares históricos los dotaron durante la guerra de otros usos como hospitales de sangre y cuarteles ocasionales, como el caso de Manzanares.

Los albergues de carretera pronto sucumbieron a su propio éxito al quedarse rápidamente pequeños en relación con su demanda. El desarrollo del trazado de la red de carreteras, la evolución del turismo y el avance tecnológico del automóvil determinaron la reorganización de la estructura inicial de la red de albergues y la reconfiguración arquitectónica de sus edificios.

En los años cuarenta los arquitectos de la Dirección General de Turismo, Manuel Sainz de Vicuña y José María Muguruza Otaño, se encargaron de diseñar la ampliación de todos ellos de forma estandarizada aumentando el número y tamaño de las habitaciones, dotándolas de baños independientes, zonas de aparcamiento y ampliación del comedor.

Esta sería la primera ampliación del albergue de Manzanares, donde se reutilizaron las zonas de servicio, que se desplazaron a un anexo; posteriormente, dos ampliaciones sucesivas con pabellones mantuvieron el concepto original de arquitectura moderna, denominándose desde entonces «parador» en los años 60.

A partir de la última década del siglo XX, las reformas enmascararon la modernidad arquitectónica con el estilo regional de la casa manchega dotándole de un porche y las solanas de madera de las habitaciones tan identificativas del Parador de Manzanares. Aun así, el primitivo albergue se conserva en la trasera del parador , como recuerdo del pretérito tiempo en que el turismo era exclusivo de una élite social que descubría la libertad del viaje en automóvil.

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