Castilla-La Mancha
Cuando Telefónica iba por cables
Hemos hablado con tres de los protagonistas: María Asunción Rey, Caridad Guillén y Juan Arroyo, que contribuyeron al desarrollo de esta empresa
El teléfono ha estado presente en nuestra vida desde siempre, pero poco conocemos de su desarrollo hasta convertirse en una herramienta tan necesaria y presente en nuestro día a día. La compañía Telefónica, a punto de cumplir 100 años , ha reunido a varios de los protagonistas de esta historia, que rememoran sus vivencias marcadas por haber contribuido a la comunicación entre las personas. Desde las conocidas «chicas del cable», las estaciones de radio —alejadas de las grandes ciudades—, hasta llegar al 5G. Son valiosos testimonios, de unas personas que presumen de haber contribuido al desarrollo de este país y, de paso, a que su empresa sea un referente.
Difícil no imaginar cómo puede ser María Asunción Rey Berrio (Mariasu para los amigos) , de 68 años, sin hijos, y que se casó con Agustín, un vecino de su pueblo natal, Villaluenga de la Sagra, y a quien había echado el ojo. Y casualidades de la vida, lo volvió a ver en Madrid. Así que los dos decidieron que sí tenían que vivir una aventura lejos de su localidad, mejor juntos. Y ahí siguen. Viviendo en Madrid, aunque el corazón —dice— lo tienen en Villaluenga de la Sagra (Toledo), donde reside parte de su familia.
Con voz suave y entre risas, Mariasu recuerda que entró a la empresa con tan solo 18 años y se convirtió en una de las primeras operadoras de Telefónica . «Fue una época muy bonita, el trabajo me gustaba mucho, a pesar de que eran muchas horas», afirma. «Ofrecíamos servicio a seis pueblos de la provincia de Toledo y a la empresa Aslan, que tenía más servicio que muchas de las localidades que teníamos encomendadas».
Una central muy familiar
Además, debían atender las cuatro líneas con Toledo, las otras cuatro con Madrid». Y enumera: «teníamos línea con Olías del Rey, Recas, Yuncos, Illescas. Para los vecinos éramos las chicas del cable y había que atender cada una, cuadro y medio», remarca para recordar que la central estaba ubicada en una vivienda familiar. «No tengo ni idea cómo llegó allí o porque Telefónica apostó por ese lugar», dice.
Tenían tres turnos de siete horas cada uno, hasta la medianoche. Las que hicieran este último tenían que volver por la mañana. «Era muy sacrificado porque teníamos que trabajar en Navidad y en todas las fiestas. Siempre había que estar allí», reitera.
Y así fueron pasando los años hasta que llegó la automatización del teléfono y se tuvo que cerrar la central de Villaluenga. «Lo puedes creer —dice entre risas— que cuando cerró la gente nos paraba por la calle para preguntarnos. ¿Oye cuál es el número de teléfono de mi hermana, mi tía, mi hermano...». Y claro, es que nosotras nos sabíamos el número. Si la luz se encendía en el número 2, pues tal... en el tres, el pedíatra y así todo el día».
Mariasu no para de reír. Recuerda que, por ejemplo, cuando se moría alguna persona de un pueblo, la gente llamaba a las telefonistas de la clavija para preguntarles quién se había muerto. «Éramos las más enteradas del pueblo y nadie sabía que a veces buscábamos esos números en la guía telefónica». Y así hasta llegar a Madrid, el 19 de septiembre de 1984, a la oficina de Ríos Rosas. Luego a la de Corazón de María, para terminar en los despachos de General Perón, donde se jubiló. Hoy tras este diálogo, ella repite que volvería a ser telefonista. «Me encantaría, aunque la vida debe seguir avanzando», concluye.
«Fuí telefonista y eso lo llevo en mi corazón»
Por su parte, al hablar con Caridad (Cari) Guillén Moya, de 71 años , viuda, madre de tres hijos y con cuatro nietos, es toda una fiesta y no paras de reír. Reside en la Ronda de Buenavista (Toledo) , pero para llegar hasta aquí ha tenido que recorrer un largo camino. Comenzó en Telefónica, cuando apenas tenía 18 años , abandonando Ciudad Real para dirigirse a Barcelona.
«Yo he sido telefonista de las clavijas en mis comienzos y eso lo llevo siempre en mi corazón. Cuando marché, las vecinas de mi madre hacían fila para darle el pésame porque, como no tenía hermanos, era como si me hubiera muerto», responde con voz nostálgica a través del teléfono. «No conseguí que mis amigas me siguieran...», lamenta.
Afirma que su trabajo era muy bonito y que lo mejor era el contacto con el público. Fue tan feliz en la Ciudad Condal que cuando se quemó la central de la plaza de Cataluña, a los 3.000 trabajadores que estaban allí les tuvieron que reubicar. Así que aprovechó y volvió a Ciudad Real, donde trabajó 12 años, en los que pasó a ser comercial.
La Google de la época
En este álbum abierto de recuerdos, Cari habla de esa transformación que tuvo la empresa. Por ejemplo, el Gobernador Civil tenía enlace directo con las «chicas del cable» y si encendía el botón rojo, había que atenderlo.. Y así a todos los usuarios de este servicio que permitía que los ciudadanos hablaran entre sí.
Cari cuenta que ella atendía los servicios de información, un área que ahora, con los buscadores de internet, parece impensable. Eran el «Google» de la época , pero en lugar de utilizar internet, buscaban la información que les pedían en el «Espasa». El amor que siente Caridad por su empresa es «muy grande», que conserva aún su correo corporativo.
Y cómo llegó a Toledo?. Todo se debió a que su puesto de Zamora fue impugnado y decidió venirse a esta ciudad. Le gusta escribir sus vivencias en las redes sociales, actividad que compagina con el voluntariado para los mayores de Telefónica. Y así está, hecha una fiesta con mucho optimismo.