Antonio Illán Illán
Veinte años con responsabilidades educativas en Castilla-La Mancha
En noviembre de 1999 se traspasaron a la región los servicios, los equipamientos y el personal con los que poder ejercer las competencias en Educación
En el mes de noviembre de este 2019 se han cumplido veinte años del acuerdo por el que se traspasaban a Castilla-La Mancha los servicios, los equipamientos y el personal con los que poder ejercer las competencias en Educación que nuestro Estatuto contemplaba. Este es un aniversario que se debiera celebrar, es mucho más que un recuerdo bonito o administrativo. El tesoro que la educación encierra estuvo desde entonces en nuestras manos.
También se celebran o se recuerdan en noviembre los treinta años de la caída del muro de Berlín . Cayó el mismo día en el que se firmó este acuerdo de las transferencias educativas. Para la cultura y el progreso de nuestra comunidad fue y es mucho más importante la educación, porque sin educación no seremos capaces nunca de derribar los muros ni de impedir que otros se alcen.
No es cuestión de nostalgia este recuerdo, sino de especial satisfacción por haber levantado un proyecto educativo basado en la participación, que promovió (por primera y única vez en España: no se había hecho antes ni se hizo nunca después) aquel Libro Blanco de la Educación . Fuimos un par de decenas de miles los que, pensando, debatiendo y proponiendo, hicimos escuela entonces, teniendo como norte que la educación es la base (y la mejor herramienta) de la igualdad.
Se tuvieron claras muchas cosas en aquel año 1999 y en los que le siguieron, siempre con el alumnado en el centro del pensamiento. Todos eran, o fuimos, muy conscientes de que frente a los numerosos desafíos del porvenir, la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad en general, y en nuestro caso, nuestra Comunidad, puedan progresar hacia ideales de paz, libertad y justicia social. Y se tuvo en cuenta que la función esencial de la educación es servir para el desarrollo continuo de la persona y de las sociedades, no como un remedio milagroso, sino como una vía, ciertamente entre otras pero más que otras, al servicio de un progreso humano más armonioso, más genuino, para hacer retroceder la pobreza, la exclusión, las incomprensiones o todo tipo de opresiones. Entendimos la educación como la base de la igualdad.
Es de justicia recordar y reconocer, tras veinte años, que para que miles de profesores y la comunidad educativa toda se entusiasmaran, participasen y actuasen, hubo a la cabeza del proyecto gente con saber, con preparación, con ideas y con objetivos claros. La suma de nombres sería grande y represento solo alguno de un gran colectivo amplísimo: José Valverde, Pedro Pablo Novillo y Fernando Arreaza. También a Emiliano Madrid y su denodado esfuerzo para sacar el Libro Blanco. No debiera habitar tanto olvido y se debiera reconocer y celebrar que en esos tiempos de acción y pasión se dio mucho más valor a los hechos y al trabajo que a las fotos y la retórica. Se hicieron muchas cosas porque hubo saber, voluntad, ideología, trabajo y valores. Ahí quedaron, por ejemplo, una red de centros ampliada y renovada, la gratuidad de los libros de texto, un ejemplar Plan de Lectura o la mejor Ley de Educación que jamás haya habido en Castilla-La Mancha y tantas y tantas otras cosas más.
Y sí, la educación encierra un tesoro. Con aquel inicio de responsabilidades en 1999 se plantaron muchos árboles educativos que se convirtieron en un verdadero bosque; luego vino la sequía y muchos perdieron hojas, ramas, tronco y raíces. Recordar hoy aquel tiempo es reconocer la ingente labor que se llevó a cabo e imprecar a los dioses y que rieguen aquel bosque para que el tesoro de la educación se convierta en el pulmón y el corazón de la vida.