La transformación del Palacio Real, una residencia oficial en constante movimiento

En cuestión de cuatro horas, puede experimentar una metamorfosis que permite que se cumpla su doble función, exigida por ley: la cultural, científica y educativa, y la de representación de la jefatura del Estado

Foto: Ángel de Antonio / Vídeo: Nerea Balinot

Angie Calero y Nerea Balinot

Eran las cinco de la tarde en el Palacio Real de Madrid cuando esta semana –tras el almuerzo ofrecido el lunes por los Reyes en honor al Presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado – la residencia oficial de Don Felipe y Doña Letizia comenzó de nuevo su transformación. Hacía media hora que el guión de color carmesí de Felipe VI había dejado de ondear junto a la bandera de España, lo que indicaba que el jefe del Estado ya no se encontraba en el Palacio de Oriente. Los Reyes se despidieron de sus 96 invitados y abandonaron la residencia. Tras ellos se retiraron los más de veinte alabarderos que forman la guardia próxima del Rey.

Con la salida del último guardia real comenzó otro tipo de marcha en Palacio. La escalinata y los salones que albergaron el acto se llenaron de trabajadores de Patrimonio Nacional. Un total de 35 personas que en cuestión de cuatro horas volvieron a preparar el lugar para que, a las diez de la mañana del día siguiente, pudiera desempeñar otra de sus actividades principales, la turística.

Retirada de la guardia real del Palacio Real Ángel de Antonio

«Este palacio es un palacio vivo , que está en constante movimiento», afirma a ABC Fermín Arévalo , jefe adjunto de actos oficiales de Patrimonio Nacional. Arévalo lleva 24 años encargándose de la puesta a punto de los actos oficiales. «Toda una vida», apunta. Con este cicerone de honor –quien, como los demás, participó en el «intenso» trabajo que se realizó para la boda de los Reyes Don Felipe y Doña Letizia– ABC fue testigo de la metamorfosis del Palacio Real. «La ley de Patrimonio Nacional lo que dice es que todos los reales sitios son de titularidad estatal, pero que están afectados al uso y servicio de la representación de la jefatura del Estado», explica Arévalo. Pero esta ley – la 23/1982, del 16 de junio, reguladora del Patrimonio Nacional – también establece que «en la medida que sea compatible con esa representación institucional, lo que tenemos que hacer es dedicarnos a lo cultural , científico y docente». Y aquí es donde entran las visitas turísticas .

Una carrera contrarreloj

«Tenemos que poner los palacios en orden para estas dos funciones», dice Arévalo. Para ello, si el almuerzo fue el lunes, el día antes –el domingo a las diez de la mañana– comenzó el montaje del acto. El ritmo «es incesante»: «No podemos parar. Hay que guardar, recoger y volver a tener todo en orden para el siguiente acto institucional que tengamos».

El equipo de cerrajeros retira las varillas que fijan la alfombra a la escalera de piedra Ángel de Antonio

Como si fuera magia, desaparecieron las varillas que fijaban en la escalinata algunos de los 150 metros de alfombra desplegados, que se descosió también de los salones. Se recogió la plata y la mesa imperial de más de 84 metros de largo del comedor de gala. Los focos de la saleta de Gasparini con sus respectivas tarimas –donde los Reyes saludaron a los invitados y a la que tiene acceso la prensa– y el café de la sala Gasparini.

A última hora del día, al Palacio Real volvió la señalítica y delimitación de visita turística . Solo quedaron los 60 centros de flores –realizados por Antonia Cristóbal , ayudante de decoración ornamental– que se colocaron en los distintos salones para que los turistas los vieran al día siguiente. «Es la forma de que ellos y los españoles puedan ver cómo se hacen las cosas aquí dentro, cuando el Palacio Real no está abierto al público. Así se les hace partícipes de todo esto», concluye Arévalo. Tras recorrer salones y subir y bajar escaleras, nuestros dispositivos móviles marcaron un total de 7.000 pasos. Como muestra de ello, solo hay que repasar todo el movimiento que hubo en el interior del Palacio Real durante esa tarde.

Tapiceros y cerrajeros para recoger la alfombra

En lo alto de las escaleras, cuatro cerrajeros se pusieron a las órdenes de Juan Sutil , encargado de mantenimiento. Se sentaron al borde de los escalones de piedra y comenzaron a bajar cada uno de los peldaños para quitar las 98 varillas que sujetan la alfombra, una por escalón. Desenroscaron cada uno de los extremos con forma de bellota –un total de 160– y fueron recogiendo cada hierro, que miden 2,80 metros de largo y pesan 3 kilos y 800 gramos cada uno.

Cinco personas de mantenimiento recogieron los tramos de alfombra de la escalera Ángel de Antonio

Al mismo tiempo, en el salón del trono, el equipo de Ana Belén Curiel , la encargada del taller de tapicería, pasaba a la acción. Tijeras en ristre, descosieron los diferentes tramos de costuras que unían los 150 metros de alfombra de la Real Fábrica de Tapices , desplegados para el acto.

Curiel entró de aprendiz en el Palacio Real cuando tenía 17 años y ya lleva 37 trabajando en Patrimonio Nacional. En su bata blanca de costura siempre lleva dos pares de tijeras, alfileres, imperdibles, hilo de algodón y agujas curvas (con forma de pequeños garfios) con las que cosen las alfombras. «Siempre llevo todo encima porque no sabes cuando vas a tener que repasar algo», dice. Además de quitar las alfombras, Curiel y su equipo se encargaron de volver a poner las fundas en las cortinas, para que no se deterioren durante las visitas.

Un tapicero del Palacio Real descose las costuras de la alfombra del salón del trono Ángel de Antonio

El planchado, fundamental para el siguiente acto

«Una vez se han quitado de la mesa la vajilla, cubertería y la plata, el personal va retirando los manteles haciendo una diferencia entre ropa de gala y de trabajo», cuenta Micaela Guerra , encargada de lavandería.

Para este almuerzo utilizaron cinco manteles de ocho por cuatro metros de longitud, con una composición de 80 por ciento lino y un 20 de algodón . En carros los subieron hasta la lavandería, en la cuarta planta. «Aquí es donde empieza la parte más importante del desmontaje, y que nos ahorrará muchísimo tiempo para el montaje del siguiente acto oficial», asegura Arévalo.

El equipo de lavandería recogió los manteles de la mesa imperial, que medía 84 metros de largo Ángel de Antonio

Más allá de los programas de las lavadoras, que incluyen uno con ozono , la máquina estrella de la lavandería es la calandra, que tiene unos rodillos de metal calentados con vapor por los que pasa la ropa a presión. Después llega el toque final de Micaela: «El doblado es un poco peculiar porque son ocho metros. Hay que hacer cuatro pliegues y otros cuatro... así hasta siete. Tienen que estar todos los manteles igual para que, cuando bajen otra vez a la mesa imperial, coincidan las líneas de todos nada más extenderlos ».

Nadie se va hasta que no se cuente la plata

En una mesa auxiliar del comedor de gala, Carmen Virseda y Javier Hernández –administrativa de actos oficiales y ayudante de gestión– se encontraban enfrascados en el recuento de las piezas de plata tras un primer lavado a mano. Los números cuadraban: 105 tenedores trincheros y otras tantas cucharas, palas de pescado, tenedores de pescado, cucharas de postre y tenedores de postre. Todos ellos de la cubertería que lleva el escudo de Felipe VI . También se sacaron del chinero (ubicado en la quinta planta), 100 cucharillas de café, seis paneras, 125 platillos de pan y bajo platos... «Hasta que no se comprueba que todo lo que se sacó del chinero está aquí, no se mueve nadie», señala Carmen.

Las cuentas siempre coinciden y si alguna vez no, todos se movilizan hasta encontrar la pieza que falta. «Muchas son de cuberterías históricas, es importante el recuento porque si alguna se pierde tenemos un problema», apostilla Arévalo. El segundo lavado de la plata fue arriba, en el chinero, donde antes de guardarse se les aplica un secado mineral .

a cubertería de plata con el escudo de Felipe VI, tras su primer lavado Ángel de Antonio

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