Antonio Salazar - Impertinencias liberales
Rentabilidad cuestionable
La cultura, para ser tal, no necesita de estas subvenciones
La directora del Festival de Música de Canarias, Candelaria Rodríguez, ha declarado de forma reciente que volvería a traer, sin dudar dos veces, a la Orquesta de Chicago porque es «más rentable un proyecto de elevado caché frente a muchos de nivel alto, pero con un menor atractivo para el público». Para llegar a tan perspicaz aserto, razona que al traer a la orquesta norteamericana se recaudaron 667.000 euros En el año 15, sin la famosa orquesta pero con más conciertos, la recaudación fue de 560.000 euros. En ambos casos el presupuesto del festival superó los 1,3 millones de euros.
Conviene reparar en la argumentación porque es evidente que no hay beneficio alguno y que la rentabilidad que subraya debe ser aclarada por más que crea que «eso sin contabilizar el impacto publicitario que representó para Canarias en los medios de comunicación norteamericanos la presencia de Zubin Metha y la Orquesta de Chicago». Todo esto es un desatino, claro está, por más que se empeñe en reputar como rentable lo que no lo es . Ni siquiera el aparentemente inobjetable interés de los medios americanos por nuestro festival le servirá para justificar lo que con la razón no se puede. Por cierto, una idea repetida ad nauseam que sirve para justificar cualquier gasto público.
Estamos viviendo una pavorosa crisis que debería haber servido, también, para hacer pedagogía. Siendo los recursos escasos, conviene atender lo prioritario y abandonar lo accesorio, máxime en estos juegos redistributivos donde los que más valoran asistir a festivales musicales obtienen una subvención de aquellos otros que no lo hacen y que, a lo mejor, preferirían que sus impuestos se usasen, por ejemplo, en mantener abiertos los quirófanos hospitalarios por la tarde.
Pasa por alto la señora Rodríguez lo que no se ve, que una parte del precio de las entradas se pagan con dineros procedentes de nuestro esfuerzo privado, que tienen por destinatarios a personas a las que, probablemente, no les importaría pagar el precio real de la actuación de su preferencia. Es lo que ocurre cuando se distorsiona el sistema de precios, que impide que aparezca iniciativa privada dispuesta a atender esa demanda rentable.
La cultura, para ser tal, no necesita de estas subvenciones, a fin de cuentas, en otros lares viven de los apoyos y patrocinios privados y de las entradas y actuaciones que pueden afrontar, no del dinero público. Y sí, por extraño que pueda parecer, precisamente la Orquesta Sinfónica de Chicago la fundó el empresario Charles Norman Fay en 1891. No fue un caso extraordinario.